A 50 años de la hazaña de los Andes, con infinidad de información, relatos, documentales, películas y programas, todavía cuesta tomar dimensión de lo que debieron atravesar los jóvenes uruguayos y sus acompañantes en el medio de la cordillera. Uno de los aspectos más importantes fue el meteorológico, ante un invierno de 1972 con nevadas atípicas que jugaron un rol fundamental desde el inicio, en el accidente del avión, y por el resto de los 70 días. Entre tormentas, nieve, frío y avalanchas, 16 lograron sobrevivir y 29 yacen en los Andes.
Desde un principio, el aspecto climatológico comenzó a marcar el destino de lo que hoy conocemos como la historia de supervivencia más importante de todos los tiempos. Aquel 12 de octubre de 1972, cuando el equipo de jóvenes rugbiers uruguayos partió desde Montevideo hacia Santiago de Chile, el avión con 45 personas a bordo debió parar en Mendoza por la fuerte tormenta que azotaba los picos más altos de la cordillera.
“Hubo eventos decisivos de mal tiempo que dan cuenta de la gran hazaña que han sobrepasado. Pone más en valor el gran esfuerzo que han hecho para superar esto”, comenzó expresando Maximiliano Viale, doctor en Ciencias de la Atmósfera e investigador del Conicet, que además es “fan de la historia, por lo impresionante que ha sido”, según él mismo se describe. “Fue difícil lo que tuvieron que pasar, sobre todo por la misma situación de montaña y porque no estaban preparados. Después, dentro de la situación de montaña, hubo eventos que contribuyeron a un peor escenario”, anticipó el especialista.
Atraído por la historia, Viale se decidió por investigar la hazaña desde su profesión, trabajo que denominó “El tiempo y las condiciones estacionales del accidente aéreo y tragedia en los Andes de 1972″ y que este fin de semana presentó en un congreso en Chile. “Las condiciones fueron adversas por lo que fue el año en sí o todo el semestre invernal, que fue muy nevador. Toda la gran dificultad pasa por lo que fue la suma de toda la temporada, que hubo un paquete de nieve grande”, advirtió.
Viaje con tormenta
El estudio destaca cuatro hitos en los que se ve el impacto directo de la meteorología, si bien es una factor que incidió durante los 70 días de sobrevivencia y los dos de rescate. Ya desde el primer día, una fuerte tormenta impidió que el viaje siguiera como estaba planificado, ya que “lo más fuerte de la primera tormenta fue en la tarde del 12 de octubre y la madrugada del 13″, en pleno horario de vuelo.
“Después, durante el 13, todavía estaba remanente y bien fuerte la tormenta, sobre todo hasta la mitad del día”, dijo Viale sobre el día en que el avión retomó viaje para cruzar hacia Chile por el paso El Planchón, con el objetivo de esquivar la tormenta y evitar pasarla por arriba, algo que el Fairchild F-227 de la Fuerza Aérea Uruguaya no podía hacer. “Yo diría que mayor rol de la tormenta del 13 fue en el accidente, porque todavía había un viento fuerte que hizo errar al piloto en el cálculo de avance del avión”, aseguró el especialista.
“Con datos meteorológicos, yo he buscado que hubo vientos de 100 kilómetros por hora o más a la altura de 6.000 metros, que es la altura a la que volaba ese avión por el Sur de Mendoza”, amplió Viale. Además, el investigador reveló que “el cielo estaba cubierto” según registros de la estación de Valle Hermoso, la más cercana al lugar del accidente.
“Si bien habían errado en el cálculo, si hubiese estado despejado se hubieran dado cuenta de que estaban bajando entre medio de la montaña con mayor tiempo de anticipación, o directamente ni empezaban el descenso”, concluyó.
Pese a las dificultades que generaron en la visión durante el vuelo, las condiciones climáticas favorecieron a que, una vez ocurrido el choque, las consecuencias no fueran mayores: la gran acumulación de nieve permitió que el fuselaje del avión deslizara 700 metros hacia abajo por la pendiente, en vez de destrozarse con el impacto. “Justo terminaba un evento fuerte de nieve y había nieve recién caída y relativamente fresca”, explicó Maximiliano Viale. “Un 13 de octubre de este año, por ejemplo, probablemente haya un poco de nieve, pero mucho menos que en esa época. Además, estaría dura por estar varios meses ahí, tipo hielo. Que sea nieve fresca seguramente ayudó”, continuó.
70 días sobre nieve
En general, el doctor en Ciencias de la Atmósfera insiste con que “las condiciones fueron adversas, por lo que fue el año en sí o todo el semestre invernal”, en la que “hubo un paquete de nieve grande”. En Valle Hermoso, por ejemplo, estación meteorológica utilizada por Viale para el estudio, “reportaron alrededor de 3 metros de altura de nieve, o sea que ahí -donde fue el accidente- podría haber sido un poco más también”.
Incluso, en parte por las fuertes nevadas de la temporada, el 29 de octubre se produjo una avalancha que golpeó el fuselaje donde descansaban los jóvenes uruguayos y murieron 8 personas producto de ella. “La avalancha fue por una tormenta fuerte y bastante tardía. Es un poco de menor magnitud que la del 13 de octubre pero intensa aún, y generó bastante caída de nieve”, manifestó el investigador de Conicet.
Aunque relatos y noticias de la hazaña hablan que debieron soportar temperaturas de entre 30 y 40 grados bajo cero, Viale explicó que no fue así: “Prácticamente hay temperaturas de 20 grados bajo cero en la mínima, y son a principios de octubre. Después, ya sube y tenés temperaturas en el orden de los -10°C y por encima”. Aunque, aclaró, “esto es una estimación basada en Valle Hermoso”.
Los últimos dos momentos claves para el investigador fueron las dos expediciones que realizó parte del grupo. “Esa primera expedición la estaban haciendo de forma correcta hacia el lado argentino, simplemente bajando por el valle hasta encontrar algún hilo de agua y seguirlo corriente abajo”, adelantó Viale. Sin embargo, entre Parrado y Canessa decidieron no continuar y regresar al fuselaje, en parte porque habían encontrado la cola del avión y en parte porque casi mueren a la intemperie al pasar la noche.
“Ahí pasó un sistema de aire frío que baja por los niveles medios y altos de la atmósfera, que en general produce inestabilidad y nevadas débiles, no tormentas como en las otras dos ocasiones. Son nevadas débiles, de cielo cubierto, pero de mucho enfriamiento”, detalló el investigador.
En la segunda y última expedición, en cambio, “ya no hubo ningún sistema de mal tiempo”. Sin embargo, Viale advirtió: “El año nevador tampoco ayudó porque en noviembre seguía habiendo nieve, y eso los tuvo que hacer esperar un poco hasta mitad de diciembre para salir a hacer la expedición final”, tras 70 días de supervivencia a las heridas, el hambre y las inclemencias meteorológicas de aquel atípico 1972.