La increíble historia de los mendocinos que cruzarán el Océano Atlántico en un velero para unir América con Europa

Seis amigos viajeros decidieron cumplir un sueño que durará 35 días mar adentro. Navegarán alrededor de 6000 kilómetros hasta llegar a España, previo paso por Portugal. Los detalles de una travesía que incluye desconexión total, amenaza de tormentas, grandes olas y la necesidad de pescar para comer.

"Sin Rumbo", los amigos mendocinos que decidieron cruzar el Océano Atlántico en un velero para unir dos continentes. / Ignacio Blanco
"Sin Rumbo", los amigos mendocinos que decidieron cruzar el Océano Atlántico en un velero para unir dos continentes. / Ignacio Blanco

¿Qué son los sueños? La ciencia hablará sobre las imágenes y personajes de ese mundo onírico que crea nuestra mente mientras dormimos. Aunque la cosa cambia por completo si el acto de soñar llega cuando tenemos los ojos bien abiertos. En ese caso, nuestros sueños son nada menos que los enormes deseos que esperamos concretar en la vida. Y de eso se trata esta nota: de un grupo de “locos” soñadores despiertos de Mendoza que harán realidad el más grande de sus anhelos. Una aventura tan inmensa como el mismísimo mar.

Es que seis amigos cruzarán el Océano Atlántico en un velero para unir América con Europa. Sin muchos conocimientos, aunque bajo el mando de un timonel español, buscarán navegar alrededor de 6000 kilómetros (3240 millas náuticas) a lo largo de 35 días con sus oscuras madrugadas e incomparables amaneceres. Tendrán que pescar para comer, deberán soportar tormentas, grandes olas y hacer guardias las 24 horas frente a posibles contratiempos. Una prueba que conjuga lo inusual y lo maravilloso.

El grupo de viajeros tiene nombre propio y le contó a Los Andes el diseño de este ambicioso plan que, por primera vez, llevarán adelante en marzo próximo: “Nosotros somos ‘Sin Rumbo’ y sí, vamos a cruzar en un velero el Océano Atlántico hasta llegar a Portugal. Luego seguiremos hasta Cádiz y la idea es viajar por Europa un tiempo”, asegura Marcelo Parmeggiani, uno de los protagonistas de esta particular historia.

Marcelo Parmeggiani, Pablo Patti, Sebastián Venturin, Mariano Lanzilotta, Valentín Labanca y Eduardo Romani / Foto: Ignacio Blanco
Marcelo Parmeggiani, Pablo Patti, Sebastián Venturin, Mariano Lanzilotta, Valentín Labanca y Eduardo Romani / Foto: Ignacio Blanco

Más allá de que reconocen que la náutica no es su fuerte, los viajes y el deporte han dicho presente en la vida de estos mendocinos: “Tenemos un amor muy grande por viajar. Nosotros somos fanáticos de las motos enduro. En ellas hemos conocido parte de la Argentina y Sudamérica. La idea del velero surgió cuando supimos de una persona cercana que se animó a cruzar el Pacífico, desde México hasta la Polinesia Francesa. Ahí supimos lo que queríamos hacer”, sostiene ‘Chelo’ con absoluto entusiasmo en la voz.

A lo que añade: “Queremos cumplir el sueño de conocer el mundo entero y es por eso que decidimos embarcarnos en este desafío de cruzar el mar en velero hasta llegar a otro continente. Está todo dado para que sea de la mejor manera”.

Desconectar para conectar

‘Sin Rumbo’ está conformado por Marcelo Parmeggiani (31), Mariano Lanzilotta (38, tiene hecho el curso de timonel), Pablo Patti (35), Sebastián Venturín (35), Valentín Labanca (36) y Eduardo Romani (67).

En marzo volarán hacia Venezuela para luego trasladarse hacia la caribeña isla de Martinica, parte de las Antillas Francesas. Días después se encontrarán -posiblemente en Saint Martin- con un timonel español de vasta experiencia que tiene en su haber no menos de 10 cruces por el Atlántico. Inmediatamente se subirán al velero con características de catamarán (doble casco) y zarparán hacia un desafío que, naturalmente, no contará con señal de teléfonos celulares. Solo tendrán a mano: ropa, elementos de higiene, enlatados, cañas de pesca y hasta una guitarra para musicalizar las largas horas.

“La idea es desconectarnos para poder conectarnos con el mundo y la naturaleza. Tener tiempo para pensar, compartir, leer y estudiar. Sabemos que habrá tormentas, oleajes intensos y que tendremos que pescar para comer, pero la verdad es que no nos provoca miedo ni incertidumbre. El único temor, por mi parte, será no saber de mis seres queridos durante 35 días”, asegura Parmeggiani.

Contra la corriente

Los especialistas en la materia hacen hincapié en un detalle no menor: el viaje Europa-América por el Océano Atlántico es menos problemático. La corriente favorece la navegación y hace más ameno el movimiento general del bote. En consecuencia, el tramo Martinica-Portugal será contra la corriente, lo que supone todo un desafío técnico.

Ninguno de los seis mendocinos requiere permisos especiales para estar en la embarcación. Sí exigen las autoridades la presencia obligatoria de un timonel con licencia habilitante. No está de más destacar que más allá del funcionamiento a vela, el velero posee un motor de emergencia y un pequeño bote llamado dingi que se usa para que los viajeros puedan moverse dentro del agua.

Los amigos que conforman "Sin Rumbo" cruzarán el inmenso mar en busca de una aventura fantástica. / Ignacio Blanco
Los amigos que conforman "Sin Rumbo" cruzarán el inmenso mar en busca de una aventura fantástica. / Ignacio Blanco

Otro dato importante es el del consumo de agua potable. Los “Sin Rumbo” estudiaron la situación y decidieron cargar bidones de agua solo para consumo y ocasionalmente para cocinar, todo en su justa medida. Las duchas serán permanentemente con agua de mar.

Algunos antecedentes históricos que llegaron al cine

Indefectiblemente (y a pesar de las diferencias), la historia de estos aventureros mendocinos trae a la memoria la Expedición Atlantis, aquel célebre recorrido que cinco argentinos encararon en mayo de 1984 arriba de una balsa. La construyeron ellos mismos con troncos, sin timón y una sola vela. Zarparon desde Tenerife (Islas Canarias) y 52 días después llegaron a Venezuela. Viajaron unos 5000 kilómetros y lo hicieron en apoyo a la teoría que sostiene que, posiblemente, navegantes africanos llegaron por accidente a las costas de América. Todo esto unos 3500 años antes que Cristóbal Colón. La travesía llegó a la pantalla grande en 1988 y fue un éxito.

Mucho antes, en abril de 1947, el mundo conoció a Kon-tiki. Fue la balsa del noruego Thor Heyerdahl, un explorador que entró en la historia por el recordado y exitoso viaje que hizo desde Perú hasta la Polinesia. Acompañado por otros cinco navegantes a lo largo de 8000 kilómetros y 101 días, el europeo quiso demostrar que, en tiempos precolombinos, pobladores peruanos podrían haber llegado hasta la Polinesia antes que los asiáticos.

Al igual que Expedición Atlantis, Kon-tiki llegó al cine y hasta ganó un Premio Oscar en 1951.

Contra la corriente, los mendocinos navegarán durante más de un mes para llegar a Portugal y España. / Ignacio Blanco
Contra la corriente, los mendocinos navegarán durante más de un mes para llegar a Portugal y España. / Ignacio Blanco

Dejar la vida en busca de más vida

Con sus ahorros, los amigos mendocinos afrontarán los costos de esta increíble aventura. Además, al menos por unos meses dejarán en Mendoza sus trabajos, emprendimientos y obligaciones familiares.

Los mendocinos se embarcarán en una isla del Caribe, cruzarán el Océano y llegarán a Cádiz 35 días después. / Google Maps
Los mendocinos se embarcarán en una isla del Caribe, cruzarán el Océano y llegarán a Cádiz 35 días después. / Google Maps

“Hay más de mil formas de vivir y este es un proyecto de vida. Queremos lograr un equilibrio entre lo laboral y lo personal. En mi caso quiero viajar hasta que me muera”, lanza reflexivo nuestro entrevistado.

Y agrega Parmeggiani: “Una vez que pisemos tierra europea nos dedicaremos a conocer. Como somos amantes de las motos intentaremos conseguir algunas para movernos. Tal vez motos viejas, no importa, con tal de que funcionen está perfecto. La idea es recorrer todo lo que se pueda antes de volver a Mendoza”.

Así que ya saben en altamar. Abran paso que allá van estos trotamundos mendocinos con su inmensa ilusión arriba de un velero. Porque los sueños, contra viento y marea, están para cumplirse.

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