Antes de salir al encuentro con el público que colmaba las gradas del teatro griego Frank Romero Day, el “Milagro del vino nuevo” fermentó y maduró tras bambalinas.
Esa “ciudadela” que existe detrás del escenario mayor de Mendoza -y que este año fue adaptada y ampliada para respetar el distanciamiento impuesto por la pandemia de Covid-19- volvió a recibir a un torbellino de 750 artistas que se preparaban para salir a escena bajo la dirección de Vilma Rúpolo (quien suma siete fiestas nacionales en su haber, incluido el festejo paralelo que se hizo en 2002 y la codirección virtual de 2021); esta vez acompañada por Federico Ortega Oliveras.
Los largos pasillos y escaleras que unen los cuatro pisos con camarines y las carpas que se agregaron para hacer más cómodo el trabajo se fueron poblando por actores, acróbatas, bailarines folclóricos y contemporáneos; cada uno portando el vestuario que le correspondía para cambiarse en promedio tres veces, de acuerdo a la cantidad de cuadros en los que participaba.
Con unas 7.300 piezas se vistieron paisanas, gauchos, flamencos, cholitas, coyas, colombianos, tangueros y quienes le daban vida a la Tierra, al agua, a los ríos, al otoño, al Zonda, al coronavirus, entre otros. Todas y todos arrancaron su preparación al tiempo que mendocinos y turistas ocupaban su lugar para vivir una edición presencial de la Fiesta Nacional de la Vendimia.
Cuenta regresiva
Cuando estuvo todo listo y se escuchó la cuenta regresiva de Vilma Rúpolo por los parlantes de la “ciudadela”, los artistas se ubicaron en las bocas que los llevarían a cada uno de los siete escenarios.
Silencio, respiración contenida y los gestos ensayados para meter al público en la historia escrita por Arístides Vargas. En sólo cuestión de minutos, la adrenalina se apoderó del lugar. Y los que salían de escena se cruzaban con quienes debían sortear distancias y escalones para hacer su aparición en el cuadro siguiente; de pronto como una marea rosada o anaranjada o plateada o dorada o azul.
La ansiedad y expectativas de los debutantes se conjugó con la emoción de los que tienen más vendimias sobre sus hombros y el año pasado vieron postergada su pasión: actuar o bailar para este festejo que nació en 1936.
“Vengo planeando esto hace mucho y se me dio este año”, confesó David Muñoz, uno de los bailarines folclóricos de “Los Pibes”, mientras que a su compañero Nicolás Sosa le resultaba “increíble” estar en ese “ambiente nuevo”.
Ya con 22 vendimias encima, Miguel Moyano resume lo que tantos otros artistas sienten. “Lo que se vive es algo único, que no hay palabras que lo describan”, dice. Y como el acróbata Juan Carrasco, quien es profesor de hip hop y ha participado en 7 fiestas, advierten que cada espectáculo evoluciona respecto al anterior.
Casi no hay tiempo de intercambiar palabras y, aunque la corrida lleva a empujones o golpes involuntarios porque algunos casi no tienen tiempo y se van atando la faja o prendiendo la camisa, siempre prima la camaradería.