Alejandro Bermejo era un dirigente que transitaba la vida bajo cierta tutela de su hermano Adolfo. No es una crítica: el “Pulga” y Adolfo asumían roles diferentes y se complementaban. En esa sólida dupla, el hermano mayor era el sobrio protector, y el menor, un espíritu libre.
El modelo de relación que existía entre los hermanos Alejandro y Adolfo se repite en unas cuantas familias, fuera y dentro de la política. Cuando en 2021 Alejandro renunció a la banca como diputado nacional a mitad del mandato, las explicaciones públicas salió a darlas Adolfo. El hermano menor no cargaba con esa mochila o al menos no le pesaba: se iba y listo. Lo hizo varias veces a lo largo de su carrera, con algo de desprecio por el protagonismo.
“Por ahora quiere alejarse y descansar de todo”, explicaba Adolfo Bermejo en 2021 cuando Alejandro se fue del Congreso, desarmando así cualquier hipótesis de tensión interna en el peronismo mendocino. Y era verdad lo del cansancio: no hubo crisis alguna en el PJ tras aquel renunciamiento.
Todo lo contrario. Con la misma liviandad con la que se había ido, ese mismo año volvió a la vidriera política como candidato a senador provincial y pegado a La Cámpora, a la que había enfrentado en las PASO de 2019, desafío que tomó con demasiada reticencia y en el que le fue mal.
Libre siempre, Alejandro. Su renunciamiento más importante y significativo fue el de 2018. Estaba terminando su segundo mandato consecutivo como intendente de Maipú y el conjunto de los jefes comunales del PJ se preparaba para enfrentar la enmienda constitucional de Alfredo Cornejo que frenaba las reelecciones ilimitadas. Él decidió que no pelearía junto a sus pares: nombró como jefe de gabinete del municipio a Matías Stevanato y entregó la herencia sin conflictos.
Con aquel gesto, que provocó resquemores incluso en su tropa maipucina, hizo un aporte valioso a la saludable nueva etapa que, tarde o temprano, iba a abrirse en la política. La era (todavía incompleta en Mendoza) en la que no hay mandatos eternos.
Con la libertad de toda la vida, Alejandro Bermejo también dejó que asomara una grieta familiar con su voto a favor de la legalización del aborto en 2020. Esa ley abrió una división transversal en la política nacional y en este caso, tal vez el único de la historia, su hermano Adolfo, mucho más marcado por las consignas de la Iglesia, quedó del otro lado.
No se abrió ninguna herida en el dúo de los Bermejo a raíz de aquel episodio. Tampoco cambiaron los roles de uno y otro. Alejandro era más dúctil y efectivo en el territorio que cuando se exponía a las masas. A pesar de que siempre le iba bien en las encuestas.
También dialogaba con el adversario como pocos y solía conseguir gracias a eso su valoración. El radical Marcelino Iglesias, el ácido intendente del departamento vecino, le reconoce al “Pulga” la virtud de promover acuerdos. También los dotes que tenía a la hora de acercarse al vecino.
Probablemente fue también el responsable hace poco de que se diluyera el conato interno que le quería armar el diputado peronista Dulio Pezzutti al intendente Stevanato.
La muerte de Alejandro Bermejo dolió y sorprendió, porque era una persona joven y querida en el ambiente político, que entraba y salía de la actividad cuando quería y por ello siempre estaba vigente.
Eso sí, tan libre era que, siendo intendente de Maipú, tenía algunas conductas sorprendentes. Por ejemplo, se permitía cada tanto atender un drugstore del centro comercial Palmares cuando el hijo que lo administraba no podía hacerlo por alguna razón.
Toda una semblanza de Alejandro Bermejo, ese político importante que podía irse a atender al kiosco y volver, sin trauma alguno.