Heinz Brücher nació en la ciudad alemana de Darmstadt el 14 de enero de 1915. Fue un botánico y genetista, miembro científico-militar de la “Unidad Especial de Ciencias” de la SS Annerherbe. “Don Enrique”, como se hacía llamar por estas tierras, fue encontrado asesinado el 17 de diciembre de 1991 en su finca conocida como “Cóndor Huasi”, ubicada en Ugarteche, dentro de la geografía de Luján de Cuyo. Su muerte se llevó consigo un oscuro misterio sobre el que se tejen diversas teorías.
A la casa del científico nazi se accedía después de pasar el portal de entrada, donde había un blasón no con la imagen de un cóndor sino la representación gráfica del águila imperial de Tercer Reich. Pero ese fue un detalle que no llamaba la atención de los pocos vecinos y tampoco de los muchos investigadores.
El 17 de diciembre de 1991, el cuerpo del solitario hombre fue encontrado tirado sobre el piso de la habitación principal. Estaba boca abajo, atado a una silla, con la boca y la nariz tapada con cinta aisladora.
Los asesinos sólo se llevaron un cassette de una grabadora que la Policía encontró tirada y abierta a pocos metros del cuerpo del alemán que, según la necropsia, previamente había sido brutalmente torturado.
Los investigadores encontraron entre libros y cuadernos un carnet del Partido Nazi que identificaba al falso Don Enrique como miembro de las S.S, concretamente de la Annerherbe (“Herencia ancestral”), una organización científica que estudiaba los supuestos beneficios de la eugenesia y que Brücher aplicó al reino vegetal. Eso fue lo que se supo en su momento, aunque su pasado no fue investigado en profundidad.
La pesquisa tras el homicidio tuvo un sospechoso que, tan rápido como fue detenido, terminó liberado. Se trataba de un jornalero paraguayo pero resultó que tenía una buena coartada y el caso al poco tiempo fue archivado.
Después de la guerra
Pocos conocían el pasado de “Don Enrique”, un alemán que, como muchos, había logrado llegar a Argentina durante la presidencia de Juan Domingo Perón, cuando obtuvo la ciudadanía.
Al término de la guerra, Brücher logró ocultarse en su ciudad natal durante un par de años. Después huyó a Suecia, donde conoció a Ollie Berglunf, una joven bióloga con la que se casó y en 1948, después del nacimiento de sus dos hijos, emigró a América del Sur. Entre sus valijas Brücher trajo semillas, injertos de plantas y cuadernos de campo que había saqueado de los bancos de germoplasma de la Unión Soviética en su intento de crear superplantas, capaces de sobrevivir a cualquier plaga y de crecer en cualquier clima y terreno. Ello aunque sus superiores habían ordenado destruirlas.
Ya en esta parte del continente, concretamente en Argentina, con una identidad falsa concursó para la cátedra de genética y botánica en la Universidad Nacional de Tucumán. Posteriormente Brücher trabajó en Caracas (Venezuela), lugar donde en un accidente de tránsito murieron su mujer y uno de sus hijos.
También fue profesor en Asunción (Paraguay) y más tarde en la UNCuyo, de Mendoza.
Hasta que en 1989 Brücher se atrevió a publicar, con su verdadero nombre y en inglés, un texto didáctico que hablaba de plantas tropicales y de la posibilidad de erradicar los cultivos de coca con un potente hongo.
El estudio que el biólogo alemán publicó incluía referencias sobre este hongo que atacaba la hoja de coca. Esto lo habría puesto en la mira de las agencias antidrogas de Estados Unidos o de traficantes. Una de las versiones que circularon hacía referencia a que dos sicarios bolivianos habían sido enviados para terminar con la vida del alemán y con ella silenciar sus estudios que pondrían en riesgo sus negocios.
El abanico de encontrar a los responsables del crimen se abrió en otros dos frentes: los rusos por el robo de las semillas; el Mossad, la agencia de inteligencia de Israel con exitosas operaciones concretadas en este país como la detención de Otto Adolf Eichmann. Sin embargo el caso, sin culpables, fue archivado y hoy pocos recuerdan el paso de “Don Enrique” por las polvorientas calles de Ugarteche.