Hace 15 años, la Policía buscaba a un preso que había escapado del penal mendocino y así llegó hasta la casa 8 de la manzana “R”, en el barrio Buena Vista, de Carrodilla. Allí vivía Cristian Ricardo Reyes, de 29 años, que nada tenía que ver con la fuga pero que terminó asesinado presuntamente por balas policiales. Aún hoy el caso continúa impune luego de que se realizaran tres juicios para hallar al homicida.
Según consta en la primera sentencia, el 12 de abril de 2006 a las 8.15, el oficial Juan Carlos Asila y el auxiliar Mario Horacio Biasiori, a bordo de un móvil policial, recibieron la orden de ir al barrio Buena Vista, donde Investigaciones estaba haciendo un allanamiento. La orden era trasladar a un detenido.
Los uniformados ingresaron a un pasillo y encontraron a Reyes esposado. Debajo del colchón ocultaba una pistola calibre 22, razón por la que fue considerado sospechoso.
Biasiori se encargó del traslado hasta la patrulla, colocándole una mano en las muñecas y la otra cerca de la nuca, mientras que Asila lo custodiaba apuntando con su escopeta reglamentaria.
Al llegar al móvil, Biasiori lo quiso introducir en la parte trasera pero el joven empujó al uniformado y salió corriendo por calle América hacia el Norte. Los policías comenzaron a disparar de forma intimidatoria pero el joven siguió corriendo por más de 400 metros, doblando por la Lateral Oeste del Acceso Sur. A la altura del 7780 fue alcanzado por los policías y Reyes le dio un trompada a Biasiori, quien empuñaba su pistola calibre 9 mm. Entonces se generó un forcejeo durante el cual se produjo el disparo del arma reglamentaria del uniformado.
La bala ingresó por el malar de Cristian -el hueso más externo de la cara que da forma al pómulo- y el proyectil terminó con su vida 24 horas más tarde.
El plomo quedó alojado en el hueso occipital de la víctima, en la parte inferior del cráneo. Según las pericias médicas, el disparo se hizo a “quemarropa” a menos de 50 centímetros.
Tres juicios
Este hecho, calificado en su momento como un caso de “gatillo fácil”, tuvo su continuidad con tres juicios contra el policía Biasiori, que inicialmente fue imputado por homicidio culposo, entendiendo que el uniformado no había tenido la intención de matar a Reyes. Con esa calificación la causa fue elevada a juicio y en marzo de 2011 la jueza Laura Gil de Chales lo absolvió al considerar la inexistencia de pruebas “contundentes” en su contra.
En el mismo fallo la magistrada lo habilitó para volver a la Fuerza y cobrar los sueldos retenidos. Pero los abogados querellantes Alfredo Guevara y Pablo Salinas recurrieron en casación ese fallo y varios años después la Corte mendocina ordenó un nuevo debate al considerar que “en aquel juicio hubo irregularidades”.
El debate se realizaría en la misma Cámara aunque con la intervención de otro magistrado, que debía comenzar en diciembre de 2015. Pero se postergó para marzo de 2016 y, finalmente, en febrero de 2017 y pese al pedido de la fiscal Laura Rouselle de 4 años de prisión efectiva, la Justicia volvió a fallar por la absolución “lisa y llana” de Biasori, esta vez con la firma del juez Gonzalo Guiñazú.
Las pruebas
En todo debate, además de lo que declaren los testigos, el Tribunal espera contar con elementos que ayuden a esclarecer los hechos investigados. Pero no fue este el caso.
Las esposas que le colocaron a Reyes, después de haber sido probadas por expertos que aseguraron que “nunca se las pudo sacar” sin romperlas a golpes, fueron “donadas” al Servicio Penitenciario. Mientras que la 9 mm utilizada por el uniformado en el disparo mortal terminó siendo entregada, en el año 2014, al Registro Nacional de Armas para su destrucción.
Así, después de 15 años y con tres juicios cerrados, la muerte de Cristian Ricardo Reyes, hasta hoy no tiene justicia.