Caso Luciana Montaruli: una lucha que nunca buscó venganza y logró justicia

José Paulos, el médico que por conducir ebrio mató a la joven de 27 años en 2019, fue condenado esta semana. El recuerdo de una familia destruida, el pedido imparable de sus amigas y una carta que nunca se leyó.

Quienes conocieron a Luli la describen como una persona muy simpática, amable y servicial. Foto: gentileza
Quienes conocieron a Luli la describen como una persona muy simpática, amable y servicial. Foto: gentileza

Luciana Montaruli falleció a los 27 años luego de ser embestida, en el taxi que viajaba, por José Paulos, un médico que manejaba a alta velocidad y en estado de ebriedad sobre el Acceso Sur a la altura de Godoy Cruz. El trágico suceso ocurrió el 18 de mayo de 2019 y recién la semana pasada se realizó el juicio.

Luego de siete jornadas de debate, el Tribunal -compuesto por los jueces Ramiro Salinas, Alejandro Miguel y Mauricio Juan- sentenció al galeno a ocho años y seis meses de prisión. A la pena se le sumó la inhabilitación para conducir vehículos automotores durante 10 años.

Ironía y desdicha

Luciana había salido a bailar con una amiga que conoció en el trabajo a un popular boliche en Maipú. Decidieron ir y volver en taxi porque “la Negra cada vez que sabía que iba a tomar alcohol prefería no manejar su auto”, recordó Natalia Bassi, una de las amigas, en diálogo con Los Andes.

Alrededor de las 5 se subieron al coche de transporte público. Probablemente riéndose, sacándose fotos para las redes, comentando lo divertido de la noche y hasta qué hacer al día siguiente, ambas jóvenes -y el chofer- emprendieron destino a la Ciudad de Mendoza.

Lloviznaba, aún estaba de noche. A un mes de entrar en invierno se podían sentir las gélidas temperaturas de nuestra provincia y la oscuridad que no se disipa hasta las 8 de la mañana. Cuando cruzaron el puente Alsina, el taxi fue embestido de lleno por un VW Gol conducido por Paulos, un médico de 34 años que tenía 2,7 gramos de alcohol en sangre.

A partir de allí, todo se transformó en una trágica ironía. Una joven, que por tomar conciencia de las leyes de tránsito se tomó un taxi para no atentar contra su vida ni la de nadie, falleció en el lugar del accidente por culpa de un conductor alcoholizado.

Tras el siniestro, apareció el llamado más temido. Flavia, una de las amigas de Luciana, tomó el coraje y llamó ella misma a la casa de la familia Montaruli para explicarles lo sucedido. Quien atendió el teléfono fue el padre y, detrás de eso, un grito desgarrador despertó al resto.

Rápidamente se fueron hasta el lugar del accidente con la esperanza de que no fuese real lo que estaban empezando a vivir. Desafortunadamente, la Negra se había ido.

Muy amada

Tremendamente sociable, muy simpática. Todos la querían. Era tan amorosa que la gente le retribuía el cariño con amistad y así se ganó que muchos la sigan recordando con tanto amor”, la describió Santiago Montaruli, el hermano mayor de Luciana, con notable angustia y orgullo al recordarla.

Desde la adolescencia Luli, como también la llamaban, tenía un grupo de más de 10 amigas, en donde ella misma había fusionado a “las de danza” con “las del colegio”. Todos los días les enviaba mensajes de WhatsApp con canciones o deseándoles buenos días. “Era de esas personas con las que siempre querías hablar, sabía escuchar y siempre estaba cuando la necesitabas”, recordó Natalia con la voz entrecortada, al hablar con este diario en representación de todas las amigas.

Apenas habían pasado dos días del accidente. Las 10 amigas se plantaron en la puerta del hospital Español el lunes 20 de mayo con pancartas y carteles con las fotos de Luciana para asegurarse de que Paulos fuese detenido. Es que, en ese entonces, el médico trabajaba en ese nosocomio y ellas temían que al haber quedado ingresado allí, el galeno se escapara o lo “encubrieran”.

Lucha incesable

Fue tanto lo que generó Luciana en todas las personas que la rodearon, que todo ese cariño se reflejó a través de la lucha que encabezaron en su nombre durante dos años y 10 meses sin parar un solo día para pedir justicia. “Ella hubiese hecho lo mismo por nosotros y mucho más, porque era una leona”, detalló su amiga Natalia.

Recorrieron calles del Centro, pegaron carteles, hicieron presencia en las puertas de la Legislatura, pusieron a la ciudad cabeza arriba con el reclamo. Después llegó la pandemia y el aislamiento obligatorio pero no cesaron, sino que entonces la lucha siguió por las redes sociales.

Finalmente llegó el juicio, casi tres años después. Todos se hicieron presentes de nuevo unidos por el amor a la Negra, pero con el temor de que el Tribunal fallara a favor de la defensa del médico, que pedía que lo condenaran por “homicidio culposo”, con una pena más baja.

“Desde lo jurídico estamos conformes porque no es fácil sostener un dolo eventual, probarlo y que la Justicia haga lugar a eso. Estuvimos casi tres años litigando para sostener, mantener y probar el dolo”, aseguró Antonio Carrizo, el abogado que representó a los Montaruli. “La familia siempre quiso justicia, no venganza. Ellos me pidieron defenderlos, no vengarlos”, remarcó.

La carta que nunca se leyó

Mientras el médico cumplía con la prisión domiciliaria, a la casa de la familia Montaruli llegó una carta. No se trataba de una correspondencia cualquiera, sino que era un escrito de Paulos dirigido a ellos. Los padres, junto a los dos hermanos varones de Luciana, se sentaron para leerla. Pero no lo hicieron. Decidieron no hacerlo.

“Nosotros nunca nos quisimos vengar, no nos apoyamos en ese lado. Sólo buscábamos justicia. Cuando él envió la carta nosotros se lo agradecimos como gesto, pero preferimos no leerla y se lo hicimos saber a los abogados. Lo entendimos como una buena intención de parte de él, sin dudas, pero la verdad es que en ese momento sentimos que no debíamos abrirla”, detalló Santiago.

La carta nunca se leyó, no por desprecio hacia el médico, sino porque como toda familia que perdió a uno de sus integrantes, entiende que revolver en el pasado es abrir heridas muy dolorosas. “Él, aunque esté preso, va a poder abrazar a su familia en las Fiestas y desearle un mejor año, mientras que nosotros nos abrazamos y nos falta una parte”, cerró Santiago.

Desafortunadamente, la mala decisión por parte del médico desató una tragedia. Dejó a una familia sin su hija y hermana menor y a un grupo de amigas destruidas por el dolor de despedir los restos de la joven que en su adolescencia las unió. Todos quedaron atravesados por la misma angustia, que luego fue el motor para encabezar una ardua lucha de justicia pocas veces vista, que reflejó ante la sociedad lo importante que siempre será Luciana en la vida de cada persona que la conoció.

“Ella era un ser de luz que no debía estar acá, en este mundo. Era tan especial que, en cierto modo, su destino era irse para cuidarnos a todos desde otro lado”, cerró Natalia.

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