Tratando de explicar en Europa la realidad argentina, el presidente Alberto Fernández cometió una serie de errores memorables.
Primero intentó corregir a un periodista español cuando éste le señaló que la inflación aquí ya es superior a la que dejó Mauricio Macri.
”Heredé un 54%, hasta ahora no llegamos”. Van camino del 60, le recordaron. Dos días después se informó el 58% interanual. “Este año se dispara por efectos externos que han llevado la inflación a todo el mundo”, explicó Fernández. Ningún país roza el 60%, le replicaron. Ni la Ucrania en guerra, se podría agregar.
El Presidente aclaró que no le gustan los juegos estadísticos, sin embargo, porfió con uno: si la inflación argentina pasa del 50% al 60%, eso es mejor que el 900% de aumento entre 1 y 10% en Estados Unidos. Lo suele decir la literatura: las matemáticas pueden prescindir del universo.
Esa precariedad aritmética del Presidente no viajó sola. En Alemania la acompañó la torpeza diplomática. Fernández ansiaba volver a Europa para resarcirse del tropiezo que cometió al poner la Argentina al servicio de Vladimir Putin, cuando el autócrata ruso ya había desplegado 140 mil soldados en la frontera con Ucrania. No obstante, regresó para criticar en Berlín las sanciones económicas de Europa a Rusia. Al mismo tiempo, ofrecer gas argentino que Europa necesita hoy. Pero de acá a cuatro años. Siempre y cuando Europa invierta para extraerlo.
Faltaba más: aprovechó para pelearse en público con su vicepresidenta y lanzarse a la reelección. Se arrepintió en cuestión de horas de la primera osadía y dejó en suspenso la segunda audacia. No encontró mejor recurso para excusarse que denostar como enemigo al presidente argentino que lo precedió.
En la carpa de Cristina Kirchner anotaron la declaración reeleccionista del Presidente, el motivo diferenciador que estrenó (“Nunca he llegado al poder para enriquecerme”) y el desistimiento confuso que farfulló después.
Pero subrayaron especialmente alguna pregunta que le hicieron a Alberto Fernández sobre las acechanzas a la gobernabilidad: cuánto puede sostenerse, lanzado en soledad frente a la aceleración inflacionaria, el cisma interno de su coalición, y el escaso respaldo que le queda en el electorado, según los sondeos más recientes.
La mirada de Cristina está enfocada en esa transición de salida. Una inflación del 60% anual es también un predictor del voto. Cuesta creer que se anote como candidata presidencial para una elección que declara perdida. Y cuyo mejor resultado sería asumir un relevo que hoy ya tiene a mano como vice.
Es por eso que ha comenzado a jugarse una sorda guerra de calendarios. Los gobernadores provinciales se preparan para una cadena de desdoblamientos electorales. Cristina dirige el repliegue en provincia de Buenos Aires. La legislación electoral es allí un laberinto de normas cruzadas. Rige el marco general de la ley federal 26.571 para la convocatoria a las Paso nacionales: el segundo domingo de agosto, antes de las elecciones presidenciales y de renovación parlamentaria que ordena el Código Electoral Nacional.
Para la elección de autoridades bonaerenses está vigente la ley provincial 5.109. El gobernador y la legislatura se eligen en una única vuelta. Por simple mayoría, sin balotaje. Algo que pone en perspectiva el crecimiento de Javier Milei en ese distrito.
La ley provincial no obliga a Axel Kicillof a convocar esa elección junto con la presidencial, pero al mismo tiempo vincula para la misma fecha a la elección de los legisladores nacionales. La elección de la banca senatorial que tuvo Cristina hasta que asumió como vice, por ejemplo.
Agrega una condición: la elección no se puede adelantar más de seis meses antes de la culminación de los mandatos provinciales. Dentro de ese plazo, Kicillof puede elegir si pega la elección provincial a la que convoque Alberto Fernández para su reelección europea.
Kicillof tiene otro límite. Lo recordó el periodista Pablo Ibáñez hace más de un mes en ElDiario.ar. Es la cláusula Kirchner-Balestrini que votó la legislatura bonaerense en 2009. Está en la ley provincial 14.086 que regula las primarias provinciales y las ata (explícitamente, en el segundo párrafo de su artículo 2) a la fecha de las Paso nacionales. Pero, en la letra fría, las ata recién cuando el Poder Ejecutivo Nacional convoca.
¿Puede Axel Kicillof, sin modificar el régimen electoral vigente, llamar a una elección provincial desdoblada de la nacional, en sus dos instancias: primarias y general? Algunos interpretan que puede hacerlo legalmente, siempre que respete el plazo de los seis meses previos a la finalización de los mandatos provinciales y sobre todo que “primeree” con su decreto de convocatoria al decreto de convocatoria nacional de Alberto Fernández.
Ese instrumento a la firma de Kicillof sería la declaración formal y definitiva de hostilidades. Para los que sostienen -como Alberto en Berlín- que la guerra sólo existe si se inicia por decreto.
¿Y Cristina? Todavía podría anotarse en la carrera por los fueros. Traccionar los votos para el candidato a gobernador bonaerense el mismo domingo de agosto en que ella se imponga en las primarias nacionales; soltarle la mano a la reelección presidencial.
Y en diciembre retornar a la banca que hoy ocupa Juliana Di Tullio con el lema tatuado “No fue magia”.