Históricamente, el éxito de un país en el mundial de fútbol genera efectos políticos de corta duración.
En el caso del último gobierno de facto, el triunfo en el mundial de 1978 -el primero que ganó Argentina- no produjo una transformación política duradera, más allá del júbilo de los días inmediatos.
En cuanto al segundo mundial que ganó Argentina, el de 1986, los efectos políticos fueron también limitados. El presidente Alfonsín, en la elección de gobernadores y legisladores nacionales realizada al año siguiente, en 1987, fue derrotado.
Un mal desempeño genera frustración, pero no es una situación permanente o de largo plazo, más ahora, que suceden muchas cosas en poco tiempo y en todo el mundo.
En Brasil, un país donde el mundial de fútbol es tanto o más relevante que en Argentina, los efectos también son limitados. En la elección presidencial recientemente realizada, los partidarios de Bolsonaro por lo general iban vestidos con la camiseta de su selección y ello pudo haber ayudado a acortar la distancia, pero no sirvió para ganar. Incluso el apoyo a Bolsonaro de figuras muy populares de la selección, como Neymar, tuvo también un efecto limitado. En el pasado, Pelé fue tentado para ingresar a la política, pero no lo hizo.
Los efectos del mundial sobre las sociedades dependen mucho de la cultura de cada una. No es lo mismo el efecto en Brasil, Argentina o Italia, donde el fútbol es un deporte muy popular, que el que puede tener en Estados Unidos, donde no es el deporte preferido de su población y sus jugadores no son figuras públicas, como en los casos anteriores.
Europa y América Latina son las dos regiones del mundo donde el fútbol es el deporte más popular, no así en las demás, aunque está avanzando, como lo mostró la sorpresiva derrota de Argentina frente a Arabia Saudita en el primer partido, y la llegada de Marruecos a la semifinal. Ya hace varios mundiales, que el acto inaugural es el hecho más televisado del ámbito global ese año. La manipulación de un éxito en el mundial, como dijimos, por lo general tiene efectos políticos limitados.
Hoy la Argentina tiene una sociedad triste y frustrada por la acumulación de sucesivos fracasos políticos y económicos en las últimas décadas. En alguna medida, el país siente o percibe que se encamina a una nueva crisis como la de 1989 o 2001, aunque esto es más una percepción que una certeza o fatalismo. Pero el mundial genera alegría y reconforta, aunque sea en el corto plazo.
Es que el mundial siempre concentra la atención mientras se desarrolla, pero aun ganando, es un periodo que dura un solo mes: la realidad vuelve a imponerse tras él en días, semanas o a lo sumo en meses. Esa idea del mundial concentrando la atención es lo que llevó a la ministra de Trabajo, Kelly Olmos, a hacer su desacertada afirmación de que quedaba la inflación como un tema a resolver después del evento deportivo.
Si la Argentina tuviera un mal desempeño en el mundial, el desánimo social se agudizaría. El tema es si la gente lo procesa con tristeza y o se encamina hacia la rabia con protestas, incluso violentas, como ya ha pasado en Argentina y Brasil en el pasado.
Pero si se gana, los argentinos se sentirán felices, aunque sea por algunas semanas.
Como se señaló, en el caso del éxito del mundial de 1986 durante el gobierno de Alfonsín, el efecto político fue de corto plazo, pero proyectó y consolidó a Maradona como el futbolista más popular de Argentina y del mundo, como ahora está sucediendo con Messi. Él estuvo siempre cerca de la política, pero en general con sectores del peronismo o incluso, al final, de la izquierda, pero esa militancia no parece haber tenido grandes efectos políticos.
En los mundiales siguientes al de 1986, las derrotas fueron de distinto nivel. Por lo general no sirvieron para compensar un estado anímico negativo, pero tampoco necesariamente lo agravaron.
La realización del mundial en un país árabe de religión musulmana, como es Qatar, actúa en forma ambivalente para mejorar o empeorar su imagen. Por un lado, el país muestra sus avances económicos y especialmente en lo que hace a la obra pública y urbanización. Incluso muestra modernización en materia de tecnología.
Pero el tema de sus costumbres en Occidente genera una imagen negativa, especialmente por la situación de las mujeres. Sucede lo mismo con las características autoritarias del régimen en lo político. Puede ayudar a la realización de negocios, pero eso no es poder blando, más bien es poder duro: se centra en lo económico y lo militar.
Para la Argentina el mundial 2022, ha puesto en evidencia la popularidad de su fútbol en Asia. En Indonesia, Bangladesh y regiones de la India, los festejos frente a sus éxitos parecían los de la Avenida Nueve de Julio de Buenos Aires. Grandes masas vestidas con la camiseta de la selección argentina y portando la bandera celeste y blanco, en estos países, es un hecho singular, que constituye en la diplomacia lo que se denomina “poder blando”.
*El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría