Que se vaya todo a la m…

“Peor no podemos estar” parece ser la conclusión de la oleada libertaria. Motivo suficiente para arriesgarlo todo, aunque ese todo aparezca como un abismo al que arrojamos nuestras propias vidas. ¿Seguro?

“Que se vaya todo a la mierda…que explote todo”. Asi, juntas o por separado, la frase aparece con preocupante frecuencia cuando se indaga sobre las razones del voto a Javier Milei. Y no sólo en los jóvenes, quienes lideraron esta avanzada que puso al libertario como el candidato más votado en las primarias nacionales de agosto, sino también entre personas de mediana edad.

Las motivaciones parecen claras: hartazgo, frustración, decadencia por acumulación de problemas nunca resueltos y falta de un rumbo que abra una nueva esperanza. Sería algo así como un clima de época que empezaron a advertir quienes escudriñan las corrientes subterráneas de la sociedad y quienes realizan prospectivas sociopolíticas.

Aparece claro en el informe elaborado por el equipo del ecuatoriano Jaime Durán Barba, quien fuera uno de los principales asesores del expresidente Mauricio Macri, que distribuyó antes de la sorpresa de ese domingo. Un par de diapositivas de esos focus groups que indagan en el humor social, que mostró el periodista Carlos Pagni, revelan que entre la gente predomina la idea de cambio y que este debe ser “grande, profundo, total, radical, positivo, verdadero, nuevo y esperanzador”, que ese cambio no sólo debe ser político sino “total de todo”.

La base de esta suerte de “a todo o nada” que rastrea el trabajo está en que la gente siente estar pasando “el peor momento de su historia”, se percibe “frustrada y abandonada” pero, más allá de ser una preocupación por la Argentina o por la inflación como problema estructural, se trata de “la vida cotidiana y personal”. Es la angustia lo que desborda a la sociedad.

Hay quienes, quizás exaltados por el sorprendente triunfo de Milei en las PASO presidenciales, ya lo imaginan liderando un fenómeno de naturaleza similar a los que encarnaron, en su momento, el menemismo y el kirchnerismo. Estaría naciendo, asi, el libertarismo, hijo de las decepciones poscrisis del 2001 que significaron las cuatro gestiones K y los cuatro años del macrismo.

Sus rasgos característicos serían una suerte de nacionalismo liberal-populista que cruza trasversalmente a la sociedad. Una corriente antiprogresista, que reprueba los resultados de la acción del Estado en salud, educación, justicia y seguridad y “anticasta”, donde incluye a políticos tradicionales, sindicalistas, empresarios y medios. “Hay un reclamo de eficiencia, de protección y un cuestionamiento al privilegio” resumen los sociólogos Pablo Semán y Nicolás Welschinger en un ensayo publicado en la revista Anfibia.

A Milei lo votaron desde todos los estratos. Aquello que arrancó hace unos cuatro años como un grito de jóvenes, de clases acomodadas y predominantemente varones fue sumando adhesiones en clases medias y en sectores populares ligados a la economía informal o directamente marginados. Es más, cerca de 30% de sus votantes son mujeres.

Serán dos meses cruciales. Las elecciones de este domingo en los siete municipios de Mendoza que desdoblaron darán indicios de cuán profunda es la voluntad de cambio que perfiló la PASO nacional. Hay sondeos en esos departamentos que muestran un crecimiento de los candidatos identificados con Milei respecto de las ya lejanas primarias del 30 de abril. También hay un achatamiento de la perfomance de los candidatos del oficialismo provincial. Sin embargo, los intendentes peronistas y el alineado con La Unión Mendocina de estas comunas revalidarían sus liderazgos. Hasta ahí, poco cambio.

La gran duda es qué pasará tres semanas después cuando se elija gobernador. Ahí también los sondeos encienden luces amarillas para el gobierno provincial. Por eso, el súbito viraje del exgobernador Alfredo Cornejo quien pasó de una cerrada defensa del ítem Aula a admitir ahora que necesita una revisión integral. Por eso, la ausencia de los habituales debates de candidatos a gobernador en medios de comunicación o universidades con la excusa de que habrá uno, aún sin fecha, institucionalizado por la flamante “ley Ilardo”, el candidato a vicegobernador del PJ que lo impulsó en la Legislatura.

Mientras el gobierno de Alberto Fernández -con Sergio Massa como ministro candidato- se empeña en mantener el poder aunque para eso haya que dejar tierra arrasada, más que nunca la pregunta es por la gobernabilidad futura. Por el respaldo político para llevar adelante cambios que son imprescindibles. Por la estrategia institucional para concretarlos.

“Peor no podemos estar” parece ser la conclusión de la oleada libertaria. Motivo suficiente para arriesgarlo todo, aunque ese todo aparezca como un abismo al que arrojamos nuestras propias vidas. ¿Seguro?

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