Minería y agricultura, ¿un maridaje posible?

Algunos empresarios agrícolas empiezan a reclamar la convivencia entre ambas industrias. El agua, el tema que los reúne.

La agricultura en Mendoza utiliza aproximadamente el 75% del agua disponible  y apenas el 20% de las hectáreas cultivadas se riegan con algún sistema presurizado.
La agricultura en Mendoza utiliza aproximadamente el 75% del agua disponible y apenas el 20% de las hectáreas cultivadas se riegan con algún sistema presurizado.

Al igual que en la película “Encanto”, en la familia Madrigal “no se habla de Bruno”, en Mendoza desde hace poco más de tres años poco se habla de minería. El rechazo está centrado en que la llegada de esta industria -sin controles- podría contaminar los acuíferos, y en una provincia donde ese recurso es cada vez más escaso, asusta.

Sin embargo, esta semana, durante el almuerzo de fin de cosecha de cuatro de las empresas proveedoras de la industria vitivinícola, frutícola y hortícola más grandes de la provincia, un empresario lo puso sobre el tapete.

El planteo fue simple: se está frente a una crisis hídrica severa, no hay dinero para construir al ritmo que se necesitan las obras de hidráulica para aprovechar el recurso, por lo que el dinero tiene que venir de otro lado. Por lo tanto, se pidió poner en marcha una minería sustentable cuyas regalías sean destinadas a construir la infraestructura necesaria para la conducción y el uso eficiente del agua en la provincia.

Cabe recordar que la agricultura en Mendoza utiliza aproximadamente el 75% del agua disponible, y apenas el 20% de las hectáreas cultivadas se riegan con algún sistema presurizado.

Con esto dicho, tras ese discurso, varios empresarios que estaban en el lugar hablaban de la posibilidad de convivencia entre ambas industrias. Quizás, un maridaje forzado.

Es cierto que cuando se hablaba de minería en ese almuerzo, nadie la pensaba sobre el Río Tunuyán o el Mendoza, sino que la gran mayoría explora la idea de que esa industria se desarrolle solo en Malargüe, donde existe la licencia social para llevarla a cabo. En cierto punto, lejos de los acuíferos que dan vida a la vitivinicultura de alta gama.

Entre líneas, y en las conversaciones que se dieron en Luján de Cuyo, se admitía “off the record” que la rentabilidad del negocio agrícola, en muchos casos, ya no da para invertir en tecnificación, y eso da como resultado que, para seguir manteniendo las estructuras y el ritmo de inversión, el dinero, al menos para dejar el agua en la puerta de las “fincas”, tenga que venir desde otro lado.

La discusión sobre el posible desarrollo minero en la provincia tiene muchas aristas, imposibles de resumir en charlas distendidas de empresarios, pero lo cierto es que poner el tema sobre la mesa puede hacer que otros se animen a discutirlo también. Por ahora, la política evade ese “problema”.

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