Los dilemas del peronismo ante el riesgo de salir tercero

En 1999, el PJ terminó por debajo de la Alianza y el PD luego de doce años de gobierno. Ahora, pelea con De Marchi para no repetir su peor resultado, aunque ambos aún lejos del oficialismo. Los dos sectores principales asumen la posibilidad, pero creen que podrán revertir lo que indican las encuestas hasta ahora. Las miradas y pases de factura apuntan a los prescindentes y a los que puedan estar preparando el terreno para dar el salto.

Ilustración: Gabriel Fernández
Ilustración: Gabriel Fernández

Era otra Mendoza. Otra Argentina. Otro mundo. Las alianzas electorales estaban debutando en el país y el desencanto aún se focalizaba en líderes, partidos o procesos. Pero no en la política toda. Nadie hablaba de casta. Hay que retroceder hasta 1999 para encontrar el único ejemplo de una elección con el peronismo tercero en la provincia. Este año, puede repetirse.

La división del oficialismo que tanto deseaban los dirigentes del PJ para “pasar por el medio” y volver al poder, en vez de potenciarlo parece haberlo hundido aún más.

La salida de Omar de Marchi de Cambia Mendoza dañó a la coalición gobernante y le restará votos seguramente. Pero está generando más problemas al partido opositor. Fugas de dirigentes, pérdida de votantes, pasos al costado, traiciones y las lógicas recriminaciones públicas.

El PJ sólo se sostiene en el optimismo de las percepciones. Un optimismo devaluado que ansía llegar a los 20 puntos. Casi un infierno electoral en tiempos no tan lejanos hoy se ha convertido en el objetivo soñado.

La sensación que dejaron las legislativas 2021, explicitada en esta columna, parece confirmarse: aquella elección expuso la extrema debilidad del peronismo, confinado a un segundo puesto sin chances de competir. Ahora, pelea para no ser tercero.

Razones sobran para este presente. Hay nacionales, sabidas por todos. El Gobierno que prometió llenar la heladera hizo cada vez más difícil a los argentinos la compra de los alimentos. Hay que retroceder más de 30 años, cuando salíamos de la hiperinflación de Carlos Menem, para encontrar saltos en el Índice de Precios al Consumidor tan altos como ahora.

Los desatinos económicos hacen que cobren valor también los políticos, que en tiempos de bonanza la ciudadanía suele perdonar. Un gobierno paralizado. Un presidente débil. Una líder cuya palabra tiene cada vez menos peso. Nada ayuda a los de acá.

Pero también hay razones locales claramente. Y esa es la respuesta a la pregunta que se hace un encuestador cuando asocia sus números: “¿Si Cristina, Alberto y Massa acumulan 22% de intención de voto en Mendoza, por qué los candidatos provinciales del peronismo suman apenas 14?”.

Ese es el número que, punto más, punto menos, reúnen entre los cuatro precandidatos que disputan las primarias del Frente Elegí en las diferentes encuestas que circulan. Migajas apenas. Un porcentaje usualmente destinado a las terceras fuerzas.

No basta que en la interna estén representados todos los sectores: con Guillermo Carmona, el kirchnerismo no cristinista y el PJ ortodoxo; con Omar Parisi, el camporismo cristinista; con Nicolás Guillén, los movimientos sociales, y con Alfredo Guevara, algunos grupos de izquierda.

Las causas locales hay que buscarlas en el mal recuerdo de las últimas dos gestiones provinciales, con Celso Jaque y Paco Pérez. Y también en el relato anti K de Cambia Mendoza, que ganó una batalla simbólica clave.

Pero, sobre todo, esos motivos pueden encontrarse en la propia dirigencia peronista de las últimas dos décadas. Incapaz de conectar con la sociedad, con un discurso prebordonista, con ambiciones apenas municipales y sin una visión integral de la provincia.

Las declaraciones de Anabel Fernández Sagasti de hace unos días fueron una señal de la preocupación que hay hacia adentro por la baja performance que anticipan las encuestas.

La advertencia de la senadora nacional fue como una ráfaga de metralla a la interna: pidió a los que se hicieron a un lado que salgan a militar y a los que juegan la interna por jugar, para después quizás correr a abrazar a De Marchi, que se queden. A los que ya se fueron, les anticipó una vía crucis si quieren regresar.

Entre líneas, hay un consejo: adentro del partido sólo hay problemas, pero afuera no los espera el paraíso precisamente.

En La Unión Mendocina abren los brazos y dicen estar dispuestos a recibir a todos. “Hay punteros históricos del PJ que están trabajando para nosotros”, se ufanan. “Los votos que suman de compañeros los pierden por derecha”, refuta un peronista de siempre. La ventaja que lleva De Marchi por ahora, en esa pelea por el segundo puesto, es de un par de puntos.

Los seis intendentes que tiene el peronismo, todos triunfadores en las primarias municipales de hace cuatro semanas, se han dividido en tres ante la contienda provincial. Dos (Destéfanis y Ubieta) apoyan a Parisi-Ilardo; dos a Carmona-Paponet (Félix y Stevanato) y dos se asumieron prescindentes (Aveiro y Righi).

Estos últimos son los que ya mostraron un acercamiento, aunque sea fotográfico, con el candidato de La Unión Mendocina. Aveiro a través del sucesor que eligió, Emir Andraos. Mientras que Righi personalmente hizo de guía en Lavalle a De Marchi.

Maliciosos, dentro del PJ se preguntan cuánto vale una foto ahora con el intendente lavallino, luego de que el candidato que eligió para que lo sucediera, tras 22 años de gestión, perdiera la interna con un rebelde.

Los jefes territoriales alineados con Carmona tampoco se han exhibido muy entusiastas. De hecho, el respaldo de Stevanato parece haber terminado el mismo día en el que incluyó a tres dirigentes maipucinos en las listas de legisladores por el segundo distrito. El intendente, habitué de Twitter, no ha subido ni un solo mensaje de apoyo en el último mes. Ni hablar de participar de un acto de campaña.

Tampoco Félix lo ha hecho explícito, más allá de haber incluido en la fórmula a una militante de su confianza, la diputada nacional Liliana Paponet. Ni un mensaje con ella en un mes.

La diferencia quizás sea que en el territorio, por lo que perciben en el bando contrario. Félix sí está jugando para que Carmona gane en el cuarto distrito, mientras Stevanato, muy cercano a De Marchi, no hace mucho por su supuesto candidato en Maipú.

“Lo de los intendentes es entendible. Están cuidando sus votos para las municipales”, admiten y conceden en el entorno de Carmona. Y contraatacan: “Nosotros queremos ganarle a Alfredo Cornejo, La Cámpora sólo pretende restarle votos a De Marchi”.

En ambos sectores, asumen la posibilidad de terminar terceros, pero coinciden en que “De Marchi está planchado, ya no crece”, confían que “el peronismo va a salir segundo” y que la interna tiene “un efecto dinamizador” que los potencia.

Difieren obviamente sobre el resultado de su propia puja. Hoy, por estructura y sondeos, Parisi aparece como el favorito, aunque con signos de interrogación. Carmona tiene un buen desempeño en Las Heras y Guaymallén (por sus aspirantes a las intendencias), pero sobre todo en San Rafael, por los Félix.

“Parisi está creciendo”, avisan en su entorno y lo certifica un encuestador. Pero ese crecimiento, igual, obedece a que partió de muy abajo. El precandidato K se está instalando a fuerza de promesas que suenan incumplibles: 16 mil casas en cuatro años y duplicar la cantidad de policías. Casi el mapa del delito de Jaque.

“Mejor tener que explicar cómo vamos a hacer 16 mil casas que explicarlo a Alberto”, grafican con humor en su comando de campaña.

Parisi y Carmona tienen un común denominador en las encuestas: el bajo nivel de conocimiento. “Entregaron la elección”, razona desde afuera un consultor político sobre los nombres que eligió el peronismo.

La ilusión de una elección de tres tercios que repiten parece sólo eso: una ilusión. Apenas un recuerdo difuso y confuso de aquella de 1999.

Entonces, el PJ, que acumulaba doce años gobernando, sumó 21,7%, aunque la fórmula García-Russo llegó a 28,8% porque también iba en la boleta de Domingo Cavallo. El ganador fue Roberto Iglesias (Alianza UCR-Frepaso) con 38% y segundo, Carlos Bálter (Partido Demócrata) con 32,2%.

Dos años antes, hubo otra elección de tercios, más pareja aún: ninguno llegó a 30 puntos. Ganó el PD (29,6%), el PJ salió segundo (28,5%) y tercero terminó el radicalismo (24,2%).

Hoy, las encuestas anticipan otra realidad. Con el oficialismo cercano a los 40 puntos, la única paridad está en la lejana pelea por el segundo lugar. En dos semanas, las primarias darán la mejor aproximación al número final. Pero en el peronismo esperan con ansias el 12 de junio. Ese día, empezará a vislumbrar con más nitidez cuán oscuro es su futuro.

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