En este 79º aniversario de la Independencia del Líbano, tierra de ensueños amada por mi familia y por mí, de nieves eternas, cedro milenario y cuna de mis ancestros, deseo hacer llegar mi reconocimiento y respeto a todos los libaneses y su diáspora.
Líbano atraviesa hoy una de las crisis políticas y económicas mas serias de su historia. Este pequeño país, fundado en el pluralismo y el equilibrio entre sus diversos grupos religiosos y culturales, puerta de oriente, debe recuperar su liderazgo en la región y en el mundo, debe volver a ser un faro para los pueblos de la región y símbolo de la paz que proviene de Dios.
El presente contexto internacional y los intereses de los países de la región han cambiado a lo largo de los años. En esta nueva realidad es primordial restablecer lazos de confianza y aunar esfuerzos por un Líbano unido frente a las múltiples amenazas y ambiciones tanto de los países de la región como de las grandes potencias, para recuperar estabilidad y el desarrollo. Es momento de fijar objetivos claros que permitan recuperar su identidad, su esencia gloriosa, volver a ser faro inspirador en la región, capital intelectual, económica, cultural, centro comercial y turístico.
Todos sus lideres -sin excepción- con mucho esfuerzo y compromiso deben ser el hilo conductor para unir a todos los libaneses sobre cualquier diferencia. Tienen la irrenunciable responsabilidad de gobernar y conducir los destinos del país y velar por el bienestar de sus habitantes en un marco de respeto a los derechos humanos. Están hoy frente al gran desafío de fortalecer sus instituciones para devolverle a su pueblo una vida digna, donde el eje sea procurar el bienestar común, físico y espiritual, la esperanza y la alegría, promover la unidad, la paz y la justicia y garantizar prosperidad social y económica.
En este día tan especial renuevo mi compromiso de honrar a nuestros antepasados y expresar mi respeto a toda la gran Familia Libanesa del mundo. Rogando: “Dios salva al Líbano y a sus habitantes”.