Tal como contó Los Andes, desde el “INA afirman que, por no estar tecnificado el riego agrícola, se pierden 387 mil millones de litros de agua al año, un número superior al que se utiliza para consumo humano en toda la provincia”.
Los datos asustan, y varios empresarios ya han lanzado algunas ideas en grupos de WhatsApp para “solucionar” el problema o proponer a qué sector tiene que ir el escaso recurso.
Para parte de ese sector, el agua debe ir destinada a proyectos que generen dólares por exportación y nuevos productos con una cadena de valor integrada.
La propuesta suena válida pero se debe reconocer que Mendoza tiene una de las producciones más grandes de ajo, la segunda de tomate para industria (se usa para consumo interno), a lo que se suma el cultivo de montes frutales, hortalizas y la vitivinicultura, que el 75% se destina al mercado doméstico.
Quizás sea necesario replantearse cómo se puede tecnificar al agro local. Con ello, generar el ahorro necesario de recurso para poder redistribuirlo para otras actividades que generen dólares.
Recientemente, Héctor Huergo contó que, en California, la producción agroalimentaria se está orientando hacer cultivos más valiosos y con menores requerimientos hídricos. Como ejemplo señalaba que si bien el negocio frutihortícola californiano tiene un valor de más de 50.000 millones de dólares por año, hoy se está apostando más a los melones, y dejando de lado cultivos de menor valor y mayor consumo de agua, como los espárragos.
“También se ha abandonado de forma prácticamente absoluta el cultivo del algodón y la alfalfa, y se ha optado por la uva, el ajo, las zanahorias y la cebolla”. Además, según explica el ingeniero agrónomo, el régimen de utilización de aguas subterráneas es controlado en forma unificada desde la capital Sacramento. Se destina a cada productor sólo 25% del agua que utiliza tradicionalmente. Ahora, ese porcentaje se ha reducido a sólo el 5%.
Vale recordar que la producción agroalimentaria de Mendoza, lleva muchos años rentabilidad negativa. Por lo tanto, en ese contexto, es difícil invertir. Sin embargo, vale la pena explorar cómo se está tratando de manejar el recurso en otras partes del mundo para saber qué modelo se puede adaptar a nuestra región.