El no a la reina de la Vendimia, tradición y modernidad

La decisión de dejar de lado la elección de la reina de la vendimia en Guamallén por parte de su ejecutivo, conmueve a varios sectores de la cultura local.

La Suprema Corte de Justicia de la provincia de Mendoza llevó a cabo una audiencia pública no vinculante en el marco de la causa judicial que se inició a raíz de la eliminación de la elección de la reina de la Vendimia de Guaymallén dispuesta por una ordenanza municipal.

Foto: Orlando Pelichotti
La Suprema Corte de Justicia de la provincia de Mendoza llevó a cabo una audiencia pública no vinculante en el marco de la causa judicial que se inició a raíz de la eliminación de la elección de la reina de la Vendimia de Guaymallén dispuesta por una ordenanza municipal. Foto: Orlando Pelichotti

Una polémica recorre Mendoza. Siendo concretos, una parte de la tradición de la provincia está puesta en jaque. La decisión de dejar de lado la elección de la reina de la vendimia en el departamento de Guaymallén por parte de su ejecutivo, conmueve a varios sectores de la cultura local.

Los festejos vendimiales deben su actualidad a diversos cambios sucedidos a lo largo de su propia historia. Como celebración incorporada a la tradición provincial se adaptó a las modificaciones que la misma organización social fue adquiriendo. Desde celebración exclusiva de los sectores trabajadores del campo, a formar parte de la agenda de los eventos culturales oficiales del estado moderno mendocino, la fiesta de la vendimia cambió sus sentidos originales e incorporó otros nuevos. Antes de la actual polémica, la elección de la reina arrastraba el cuestionamiento de que ya no participan de la elección trabajadoras de la cosecha, que había perdido su valor originario. Ahora participan jóvenes en el marco de un concurso de belleza. Este argumento realista tiene la fortaleza de reconocer que esta celebración no pertenece más a la exclusividad de un grupo, ahora representa a una totalidad diferente, anclada en un tiempo diferente. Digamos que los sentidos de las representaciones no se pierden, al menos en la medida que nuestra civilización esté interesada por sus orígenes. Los sentidos de la celebración vendimial se han transformado, adaptado, otros desplazados, pero todos están presentes y dispuestos para ser recuperados en caso de que los intereses contemporáneos lo requieran.

Dicho esto, la presencia actual de una serie de ideas que están desplazando a otras “no obligan” a la actualización forzada de las representaciones o de las celebraciones. El ejemplo más convincente es la presencia de las iglesias y creencias religiosas, a pesar de que llevamos siglos pensando racionalmente nuestra sociedad. Diversas instituciones religiosas acoplan sus ideas al estado moderno, y a la vida de las personas. También en festividades similares a la Vendimia valoran ese componente popular, plebeyo y de origen pagano, logrando fusionar 2 tiempos diferentes. El carnaval de Rio de Janeiro sigue siendo un ejemplo y no parece, al menos en un plazo corto, modificar las instancias históricas de estar ligada al pueblo, sobre todo a las partes más desfavorecidas, a sus contenidos paganos y a la inversión paródica del poder en sus representaciones.

Otro punto que genera un fuerte debate tiene como objeto a la representación misma del acto central. La crítica cultural no encuentra en el repertorio moderno de ideas, las clasificaciones justas dónde incluir al acto central entendido como género artístico. Es claro que esta representación no pertenece a ningún género del teatro, sintetiza el proceso de producción del vino en los términos propios de la cosmovisión agraria. Quizás sea más apropiada ver los actos centrales de la vendimia como festejos rituales, asociados al conjuro de la abundancia, la fertilidad y el gozo.

Reconocer los festejos vendimiales en sus múltiples orígenes no supone la inmovilidad de las representaciones. Las tradiciones mantienen su contacto del pasado con el presente justamente porque seleccionan diversos aspectos de ese pretérito que tengan sentido en los tiempos modernos. Las modificaciones que introdujo Abelardo Vázquez en las vendimias a partir de la década del ´60 innovó exitosamente el acto central, actualizó la visualidad del mismo y garantizó su continuidad en un nuevo tiempo. Fue el innovador más cercano que tenemos para reconocer una actualización exitosa. Vázquez interpretó el acto central dentro de una forma que se acercaba al espectáculo urbano del Music Hall, contenidos dados en los programas ómnibus de la televisión y del cine. Esta actualización funcionó con mucho éxito, pero al parecer se está quedando sin combustible.

Las modificaciones de las tradiciones no se encuentran prohibidas en las sociedades. Pero tienen su función. Unen el pasado con el presente de un grupo humano, construyen la identidad de este grupo en los términos de un hoy vivido. La tradición selecciona del pasado algunos elementos, solo algunos, y con estos pretende recrear un presente, o mejor, al deseo de un presente. La tradición no es ingenua, no es boba. Puede ser que las claves para identificar las intenciones modernizadoras están menos contenidas en la crítica a la tradición y más al deseo de un presente. ¿Quizás el fundamento a la necesaria? actualización del repertorio de la tradición de Mendoza está justo en la crisis económica y política actual, crisis que no es moderna. ¿Qué presente queremos reivindicar? ¿Qué valores culturales surgidos de nuestra producción económica queremos argumentar en las representaciones rituales de nuestra provincia? Para concluir es necesario decir que los discursos modernizadores, también son tardíos. El siglo XXI, no solo deja relegada la vieja sociedad industrial que marcó el siglo XX, sino también a la modernidad la cual representaba el mundo industrial. El tiempo actual, el tiempo contemporáneo es distinto al moderno, pero esto ya es un tema que supera las intenciones de estas líneas.

* El autor es docente del nivel terciario.

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