¿Cuánto falta para que la escuela del futuro sea realidad?

Aunque estudiantes, docentes, especialistas, académicos y funcionarios coinciden las debilidades y fortalezas del sistema educativo, saben que poco se puede hacer si no hay una política educativa seria que marque el rumbo.

La escuela del futuro debería estar más basada en el saber hacer.
La escuela del futuro debería estar más basada en el saber hacer.

“En el mundo hay un problema de que la escuela no acompaña la velocidad de los aprendizajes y la evolución del mundo... Tenemos un problema de formación para el trabajo genérico; eso tiene que ver con que en gran parte la educación no se ajusta a la matriz productiva nueva del mundo. Hay que ajustarse a la matriz productiva regional.”

El diagnóstico pertenece al director general de Escuelas, José Thomas, durante el tercer encuentro del ciclo “Pilares para el desarrollo sustentable de la región” organizado por Los Andes. Este espacio mensual pretende parar la pelota en la coyuntura de lo urgente, observar el campo de juego y analizar cuáles serían los pases más convenientes para convertir el gol que nos ayude a ganar el partido.

En esta ocasión, estuvieron representados los diferentes actores del sistema educativo. Estudiantes, especialistas y docentes coincidieron en varios puntos de las debilidades y de las fortalezas de la realidad en las aulas de la primaria, de la secundaria y de la formación superior.

Hasta algunos de los comentarios que llegaron por las diferentes plataformas de Los Andes aportaron su mirada. Myriam Torres, por ejemplo, escribió: “Los tiempos y la flexibilidad del equipo directivo es lo que acompaña lo que los docentes quieren desarrollar con proyectos. El trabajo interdisciplinar es fundamental, falta tiempo para coordinar acciones entre docentes”. Mientras que Jovita Kemelmajer verbalizó lo que muchos pensamos al escuchar la transmisión por streaming (que aún se puede ver por YouTube o el sitio on line) pensamos: “que no se quede en el discurso”.

Las quejas por los bajos salarios y la cantidad de alumnos por cursos en algunas instituciones también abundaron en mensajes por las redes sociales -muchos de ellos muy agresivos, muestra, tal vez, del hartazgo legítimo que existe entre el cuerpo docente que debe trabajar doble turno para mantener a su familia o que ni siquiera puede disfrutar de un viaje veraniego o que ni siquiera puede acceder a la capacitación que le gustaría acceder para mejorar su performance en sus clases-.

Vamos por parte. Desde el estudiantado valoran docentes exigentes, pero que acompañen; que enseñen a pensar, a razonar; que motiven y den confianza a sus alumnos. “Los directivos son más manija que nosotros”, confiesa un grupo de adolescentes de una escuela pública, orgullosos de ser escuchados y de que sus proyectos estudiantiles logren ver la luz.

“Creo que a los docentes los atraviesan muchas otras variables que se deben tener en cuenta, lo económico no es menor”, apunta Ana Sisti, decana de la Facultad de Educación de la UNCuyo; en tanto Laura Horta, decana de la Facultad de Educación de la Universidad Maza, coincide y agrega que “en la medida en que el docente pueda enfrentar y confrontar sus prácticas a los nuevos mapas conceptuales de la didáctica vamos a provocar el interés en el alumno”.

Hay cientos de buenas prácticas en Mendoza que van en ese sentido. Varias han sido publicadas por este medio, como el caso de Damián Ortiz (distinguido a nivel nacional como Docente que inspira). Sin embargo, deben encorsetarse en un sistema tradicionalista, que no tiene espacio para evaluar de otro modo que con planillas y planillas bajadas desde el Gobierno escolar con ítems que se van modificando a último momento luego de que ya se habían dado las consignas para llenarlas. “El profe nos da las clases de una manera y luego debe tomar unas pruebas para cumplir con las notas que le piden de la DGE”, lanza otra de las alumnas consultadas para este encuentro.

La escuela basada en competencias, como insiste el pedagogo Alejandro Castro Santander; el desarrollo de habilidades blandas, que destaca Cristina Mendoza, como se promociona desde Junior Achievement; romper con esta educación que informa y que no forma, como plantea Augusto Bernasconi desde la fundación Alquimia Creativa, marcan el rumbo del “docente facilitador” que debiera estar frente a las alumnas y los alumnos del educación obligatoria y de la educación superior.

¿Qué falta? El especialista Mariano Narodowski -coincide con Alejandro Castro Santander- es tajante. “Falta una política educativa nacional con profundo sentido federal que marque un camino claro. Esto no es fácil, pero es fundamental llevarlo adelante porque si a la clase dirigente no le importa la educación, como ocurre hoy, no habrá la masa crítica necesaria para generar el empuje y descolapsar la educación”, dice con énfasis, pero a la vez, llama a empresarios, medios, sindicatos, religiones, universidades y, sobre todo, a las familias para generar una movilización social que obligue a los gobiernos a que la escuela del futuro sea una realidad.

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