Podemos preguntarnos, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de bosques nativos? Los bosques nativos son ecosistemas forestales naturales compuestos, predominantemente, por árboles nativos maduros, con diversas especies de flora y fauna asociadas, en conjunto con el medio que las rodea (suelo, subsuelo, atmósfera, clima, recursos hídricos), conformando una trama interdependiente con características propias y múltiples funciones, que en su estado natural le otorgan al sistema una condición de equilibrio dinámico y que brinda diversos servicios ambientales a la sociedad, además de los diversos recursos naturales con posibilidad de utilización económica.
Los bosques nativos de algarrobo y sus interacciones
A continuación, presentamos un ejemplo de bosque nativo y las interacciones que ocurren entre los árboles y la biodiversidad que se asocia a ellos. Es el caso particular de los bosques nativos de algarrobo en las tierras secas del Monte. Estos bosques fueron intensamente explotados a comienzos del siglo XX para la obtención de madera que se utilizó en la construcción del ferrocarril y el armado de los viñedos. Los relictos actuales están, en parte, protegidos en reservas naturales, pero aún queda mucho por hacer para conservar la diversidad biológica y cultural de estos ecosistemas.
En el Monte de Mendoza encontramos bosques de algarrobos (especies de Neltuma, antes llamadas Prosopis), especialmente de algarrobo dulce (Neltuma flexuosa). El algarrobo es una especie clave, es decir, una especie que se relaciona con muchas otras especies en el ecosistema. Brinda alimento y abrigo a otras plantas, a los animales y a las personas. Bajo su cobertura se moderan las temperaturas extremas, disminuye la evaporación, se redistribuyen las precipitaciones y disminuye la radiación solar. A su alrededor, aumenta la fertilidad del suelo porque se acumulan nutrientes, madera muerta y hojarasca. Los bosques de algarrobo son “islas de fertilidad”, allí el suelo está cubierto por plantas y restos vegetales que lo protegen de la erosión provocada por el viento y el agua. El algarrobo brinda muchas contribuciones a las personas, como madera, leña y alimento.
Los animales que participan en la conservación del bosque
La dispersión de las semillas permite que los árboles vayan ocupando nuevos lugares donde se establecen nuevas plántulas. En este viaje de las semillas pueden participar algunos agentes que las ayudan a trasladarse como, por ejemplo, los animales. Ahora, acompañaremos a una semilla de algarrobo en su viaje.
La dulzura de un fruto
Los frutos del algarrobo son vainas en cuyo interior se alojan las semillas. Estas vainas son tiernas y muy dulces. Cada semilla dentro de la vaina está cubierta por el artejo, una estructura dura como un carozo. Además del artejo, la semilla está rodeada de un tegumento impermeable, como la cáscara que recubre a las lentejas o porotos de soja.
Podemos preguntarnos ¿por qué algo tan protegido, como esa semilla, se encuentra rodeado de partes comestibles y nutritivas que atraen el consumo por los animales? Así como en otras especies de plantas, el movimiento de las semillas de algarrobo depende, en gran medida, del transporte mediado por los animales. Las plantas ofrecen a los animales recompensas nutritivas para así obtener el beneficio del traslado de sus frutos y semillas.
Yo te ayudo y vos a mí
Aquí existe una relación en la que dos protagonistas se benefician. Los animales comen las vainas y aprovechan sus nutrientes, sobre todo en momentos de verano en que hay poco alimento disponible. Y son muchas las especies que consumen las vainas de algarrobo, tanto animales domésticos como silvestres.
La planta se beneficia porque sus semillas son trasladadas a sitios alejados de la planta madre, donde pueden tener mejores probabilidades de germinar y producir nuevas plantas. Además, la manipulación que los animales hacen de las semillas y el tratamiento que ellas reciben en el tracto digestivo de los animales que las tragan, producen un beneficio adicional a la planta: los animales van liberando a las semillas de algunas de las capas que las recubren (o sea, se escarifican las semillas) y entonces pueden germinar. Sin embargo, el beneficio del traslado también tiene un costo para la planta y muchas semillas mueren en el intento.
El viaje en compañía de un dispersor que se tragó las semillas (o endozoocoria)
Los animales grandes que consumen los frutos, tragan fortuitamente las semillas. Algunos de ellos son especies nativas como la mara o liebre criolla, la vizcacha, el zorro, los quirquinchos, el guanaco, la tortuga, el ñandú. Algunas son especies exóticas como la liebre europea, el jabalí europeo y el ganado doméstico (vaca, burro, caballo, cabra). En estos casos, como las semillas viajan bien protegidas, muchas veces pueden sobrevivir después de pasar por el tracto digestivo de los animales y quedar depositadas en las heces.
Pero también la semilla corre riesgos. Puede morir durante la masticación o cuando actúan los jugos digestivos. El efecto, que tenga el pasaje por el tracto digestivo de los animales depende del tipo de masticación y digestión, el tiempo de retención de las semillas en el tracto, el tamaño de las semillas, la dureza de las cubiertas, etc. Si pensamos en el mejor de los casos, el pasaje por el tracto digestivo puede ayudar a degradar las capas que cubren a la semilla ayudando así a la escarificación y aumentando entonces la velocidad de germinación. De esta manera, los animales, a través de la endozoocoria, movilizan grandes cantidades de semillas y pueden ayudar a la germinación, aunque con costos sobre la supervivencia de algunas semillas.
La semilla llega a destino, pero esto no huele bien
Y claro, después de tanto movimiento, hay que ver qué tan bueno es el lugar donde llega la semilla. Esto dependerá de los sitios por donde circula y defeca cada especie, y también de la calidad de los excrementos en cuanto a la humedad y los nutrientes que contienen. Algunos animales dejan las semillas sobre de los caminos o senderos que recorren habitualmente como, por ejemplo, las vacas. Y si bien muchas semillas germinan en esos lugares, son las mismas vacas las que pisotean y matan las pequeñas plántulas que crecen en sus senderos. Por eso, las semillas que llegan a lugares donde las vacas no pisotean demasiado, son las semillas que tienen mejores oportunidades de producir plántulas que sobrevivan en esta primera etapa.
El viaje de la mano de las personas
Nosotros también participamos en la dispersión de las semillas. Las personas que crían animales cosechan vainas y las guardan para alimentar a su ganado, porque saben que son nutritivas y pueden ayudar a mantener los animales cuando no hay mucha pastura en los campos. De esta manera las semillas llegan a los potreros y a todos los sitios que frecuentan los animales domésticos. En esos sitios se establecen plántulas que luego crecerán y serán árboles que brinden sombra a las personas y a los animales. Es muy común ver a las vacas acostadas bajo los algarrobos durante las calurosas siestas de verano.
Las semillas viajan de la mano de las personas cuando se llevan a cabo proyectos de restauración ecológica. Por ejemplo, en sitios degradados por la explotación minera-petrolera, industrial y urbana, en espacios donde se construyen grandes obras de ingeniería, o luego de incendios que arrasan con arbustos y árboles, pueden realizarse la revegetación con especies nativas como el algarrobo, para mitigar los impactos ambientales.
Para cerrar este viaje
Hemos visto algunos de los caminos que pueden seguir las semillas de algarrobo en su viaje. Junto con los animales y junto con las personas, las semillas se movilizan y los bosques se mantienen. El algarrobo persiste, como un elemento clave de la diversidad biológica y cultural de nuestras tierras secas. Conocer su papel en estos escenarios nos ayuda a comprender su importancia y a valorar los bosques nativos en todas sus dimensiones.
Claudia Campos es profesora, bióloga y doctora en Ciencias Biológicas, investigadora del CONICET en el Instituto Argentino de Investigaciones de Zonas Áridas (IADIZA), coordina la Oficina de Comunicación de la Ciencia y estudia las interacciones entre las especies que habitan las tierras secas de Mendoza y San Juan y las relaciones entre las personas y la biodiversidad en contextos de áreas naturales protegidas. Dirige tesis de grado y doctorales, proyectos de investigación sobre Ecología y Etnobiología, y proyectos de Educación Ambiental para la Biodiversidad en escuelas urbanas y rurales. Trabaja con el equipo del Instituto de Ciencias Ambientales (ICA) del Área Vinculación de la Universidad Nacional de Cuyo, en su programa de Educación y Comunicación Ambiental (PECA).