Elías Alippi, el actor salvado por Gardel

Alippi tenía un concepto muy especial de la amistad, como todo hombre íntegro. Sabía que “una amistad leal es más fraternal que una hermandad desleal”.

Actor argentino.
Actor argentino.

Un 30 de abril de 1942 los actores Enrique Muiño y Francisco Patrone visitan a Elías Alippi, gravemente enfermo de cáncer, en su vieja casona de la Av. Boedo aquí en Buenos Aires.

Le traían los diarios de la mañana, en los que se comentaba elogiosamente una película, estrenada el día anterior: El viejo Hucha, producida por Artistas Argentinos Asociados, en la que actuaban los dos visitantes en los papeles protagónicos. La había dirigido Lucas Demare y en otros roles actuaban Osvaldo Miranda y Gogó Andreu.

Relataban Muiño y Patrone que Alippi sonriendo les decía:

–He sido primero actor, luego autor, y también director. Y ya no puedo desempeñar ninguna de estas tres actividades. Tengo 59 años he luchado toda mi vida por avanzar a nivel humano y artístico. Ahora sólo peleo… por no retroceder. Si hasta respirar me cuesta.

Dos días después un 3 de mayo de 1942 moría Elías Alippi, un hombre menudo, frágil, de voz cascada, casi afónica. Pero inteligente, sobrio y dueño de esa cualidad que se llama señorío, hecha de elegancia, delicadeza y mesura.

Actuó en películas argentinas de antología: Cadetes de San Martín, Viento Norte y Retazo, entre ellas.

Hasta que le llegó su gran posibilidad. Y agrego, señores: yo creo que las oportunidades llegan a muchos. Pero… “no todos están preparados para aprovecharlas”.

Alippi rilmó en 1939 Así es la vida con Muiño, García Buhr, Enrique Serrano y Sabina Olmos. Hizo el papel de un tío comprensivo y pícaro, rol que ya está incorporado a la historial de nuestro cine.

Dos años después filmó la que sería su última película: El mejor papá del mundo, donde lo dirigió el mismo Francisco Mujica.

Alippi formó también un famoso dúo teatral con Enrique Muiño. Pero los caracteres de ambos no coincidían. Alippi era puntual y disciplinado. Muiño, en cambio, era bohemio y no respetaba en absoluto los horarios.

Se cuenta que en una ocasión ensayaban una obra teatral en la que Alippi, además de actuar, también dirigía, lo que le daba una superior jerarquía. Muiño llegó una hora tarde. Y para evitar el reproche, con ingenio atrasó su reloj intencionadamente en una hora.

Alippi le hizo notar el retraso. Muiño con picaría sacó su reloj y le dijo: ”Fíjate. Según mi reloj estoy en hora”. Alippi entonces sacó el suyo, que era un regalo de Muiño, y exclamó: “Entonces el que me regalaste no sirve porque adelanta una hora.” Y lo arrojó contra la vacía platea, destrozándolo.

Alippi tenía un concepto muy especial de la amistad, como todo hombre íntegro. Sabía que “una amistad leal es más fraternal que una hermandad desleal”.

Y una anécdota final que habla ahora del afecto que se profesaban Alippi y Carlos Gardel y de la condición humana del cantor, que era siete años menor que Alippi.

En diciembre de 1915, Gardel, que había nacido en 1890, cumplía 25 años. Decidió festejar el hecho casi en la intimidad. Por ello invitó al famoso Palais de Glace a tres amigos, Alippi, entre ellos.

En una mesa cercana había una patota de ocho o 10 muchachones, que provocaron a Gardel sin motivo alguno, por el torpe hecho de agredirlo. Dos de los tres amigos, o pseudo amigos, de Gardel huyeron.

Quedó únicamente Alippi para respaldar al cantor. Pero entre varios lo arrojaron al piso. Uno de los delincuentes extrajo un revólver y apuntó al caído Alippi. Gardel se interpuso y una bala quedaría alojada para siempre en la cavidad torácica del cantor, sin interesar otros órganos vitales ni quitarle en absoluto su aptitud vocal. Esta anécdota es una demostración cabal que los amigos verdaderos (y Carlos Gardel lo era) son hermanos elegidos.

Y un aforismo para Elías Alippi, un soñador esencialmente modesto y digno que no buscó el prestigio. Pero sus singulares aptitudes se lo otorgaron.

“Es inútil perseguir la gloria. Como inútil es huirle”.

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