Transformaciones en las provincias

Uno de los grandes trastornos de nuestro país es el desproporcionado e ineficiente aparato estatal, nacional y provinciales, que han provocado y, siguen causando, el enorme déficit fiscal.

El federalismo superpone y multiplica funciones, servicios y personal que acrecientan innecesariamente los gastos totales del Estado. Además, perjudica el desarrollo homogéneo del país, incrementando las desigualdades sociales entre las personas de distintas provincias y provoca notorias diferencias ante la ley por los distintos regímenes jurídicos.

En la Argentina, en lugar de federalismo deberíamos llamarlo “feudalismo”, pues es el estilo en que en la Edad Media los señores feudales contraían las relaciones con sus súbditos, distribuyendo privilegios, dinero y castigos. Siempre hubo constantes luchas entre ellos, lo cual, llevado a nuestra comparación con la actualidad, es lo que entorpece y destruye el sentimiento y la amalgama de nación, de lo cual carecemos absolutamente.

En estos días el ejemplo es la falta de consenso, pues cada gobernador defiende solo su “feudo” y no les importa que el conjunto, o sea, la Nación, siga hundiéndose en el lodazal.

Por tales motivos considero que sería beneficioso que, entre las grandes transformaciones que desea hacer este gobierno, se procure abandonar la organización provincialista, fracasada, quizá justificable en el siglo XIX; e intentar para el futuro una estructura administrativa y política integradora, basada en un modelo de regionalización territorial para que, entre otros beneficios, disminuya el peso del Estado en la economía; favorezca el orden institucional y la toma de decisiones a nivel nacional; propenda al progreso uniforme del país e impulse la prosperidad general.

Leo Lardone. DNI 8.030.088.