Retraso nacional en la economía del conocimiento

La actual situación de la Argentina está impidiendo que prospere la economía del conocimiento, cuyos números vienen en descenso desde hace dos años.

La economía del conocimiento es de las más afectadas en el país. - Gentileza
La economía del conocimiento es de las más afectadas en el país. - Gentileza

La inestabilidad económica argentina hizo que el país perdiera relevancia en el comercio global de servicios basados en el conocimiento, cuyo crecimiento se aceleró por la pandemia.

Un informe de la entidad que reúne a las empresas vinculadas a la economía del conocimiento lo demuestra: estos servicios, que hace una década representaban el siete por ciento de las exportaciones totales en el mundo, a junio de este año habían subido al 11,5 por ciento.

Pero las cifras argentinas van en el sentido contrario: en 2020, nuestras exportaciones fueron un 7,5 por ciento menos que en 2019. A junio de 2021, el acumulado de los últimos 12 meses baja más aún, hasta igualar los montos de una década atrás, lejos del alentador récord que se registró en 2017. Los 7.335 millones de dólares de entonces contra los 5.776 millones de dólares de junio de este año marcan la dimensión de la caída.

La economía del conocimiento, vale recordarlo, incluye servicios profesionales y técnicos en campos tan diferentes como la informática y la industria del software, servicios y productos culturales y recreativos, la industria audiovisual y del marketing, y la producción científico-tecnológica en áreas como la biotecnología y la nanotecnología, y las industrias espacial, satelital y nuclear, entre otros ejemplos.

Cuando estaba en plena expansión, el sector llegó a emplear a unos 800 mil trabajadores y aún tenía muchas posibilidades de expansión. Sin embargo, la inestabilidad macroeconómica las diluyó.

Como lo demuestra el informe citado, en vez de seguir creciendo, se observa una preocupante retracción.

La explicación no es compleja: quien opera dentro del comercio global necesita que en su país haya variables económicas estables y una política cambiaria acorde.

Si tiene que lidiar con cepos cambiarios y grandes brechas entre el dólar oficial y el paralelo, más la imposición de retenciones impositivas en la adquisición de moneda extranjera en el mercado oficial, se torna casi inviable hasta la más mínima transacción.

En otro sentido, quienes se dedican a estas actividades de punta deben renovar sus equipos periódicamente. La actualización tecnológica es imprescindible.

Un país que impone cupos de importación y que impide comprar dólares con libertad les genera obstáculos insalvables.

Aunque parezca increíble, Argentina agregó una complicación más a este cuadro. Potenciar el sector requiere de una visión de largo plazo, con leyes que establezcan un sistema de promoción y que no se modifiquen por un tiempo considerable.

Argentina hizo lo contrario: durante la gestión de Mauricio Macri se aprobó por unanimidad una ley con estas características, pero Alberto Fernández derogó su reglamentación a las pocas semanas de haber asumido, lo que generó un vacío legal que aún no fue subsanado.

En consecuencia, la incertidumbre se apoderó del sector.

Así se configuró un panorama que desalienta la inversión.

Como en otras áreas, nuestros pequeños círculos virtuosos mutan en círculos viciosos; y cuanto más necesitamos del comercio exterior para que ingresen más dólares a nuestra economía, son muchos menos los que conseguimos.

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