No perder de vista los humedales

Por su clima y condiciones de aridez, en la región que habitamos se impone preservar y restaurar los humedales y sus recursos, fuentes de vida y biodiversidad. Una misión en la que deben comprometerse el Estado, los investigadores y la población.

Pese a su importancia, este recurso se sigue perdiendo tres veces más rápido que los bosques naturales. / Los Andes
Pese a su importancia, este recurso se sigue perdiendo tres veces más rápido que los bosques naturales. / Los Andes

Es importante reflexionar sobre los humedales, estos entornos de vida, verdaderas “fábricas” de existencia. Son indispensables para la subsistencia humana y relevantes para Mendoza, zona de clima árido y semiárido.

Pese a su importancia, este recurso se sigue perdiendo tres veces más rápido que los bosques naturales.

La convención relativa a los humedales se conoce en forma abreviada como Convenio de Ramsar (ciudad de Irán), donde se firmaron en febrero de 1971 los acuerdos sobre estas joyas naturales. Su objetivo central es “la conservación y el uso racional de los humedales mediante acciones locales, regionales y nacionales y gracias a la cooperación internacional, como contribución al logro de un desarrollo sostenible en todo el mundo”. De allí la trascendencia de las acciones del gobierno y de la sociedad civil para conocer el estado de estas “usinas o fábricas” de vida, a través de algunos indicadores, como la existencia de agua y la presencia de aves.

La definición de humedal alcanza a diferentes formaciones, como lagos y ríos; acuíferos subterráneos; pantanos y marismas; pastizales húmedos; turberas, oasis, estuarios, deltas y bajos de marea. Son áreas de alimentación y hábitat de gran variedad de plantas y animales y fuente de agua para uso agrícola, industrial y energético. Su presencia permite control de inundaciones, recarga de aguas subterráneas, evitan la erosión de ríos, posibilitan la fijación de sedimentos, favorecen la remoción de sustancias tóxicas y hasta son vitales para la mitigación del cambio climático. En estos ecosistemas se desarrollan actividades pesqueras, turísticas, educativas y de investigación.

Los sitios mendocinos Ramsar son Llancanelo (desde 1995); Lagunas de Guanacache, en Lavalle (compartidas con San Juan), declaradas en 1999, y el área de Villavicencio, desde 2017.

En Mendoza, es vital la gestión de la Dirección de Recursos Naturales Renovables, a través del Departamento de Fauna y con el apoyo del Cuerpo de Guardaparques de Malargüe.

Muchos humedales del mundo están impactados por el avance urbano, sin buenos manejos de los usos turísticos o comerciales. Hoy, el manejo de los humedales es un reto para las políticas públicas y su labor educativa para con la comunidad.

Ahora no es el momento más propicio para volver al terreno a analizar cómo están estos particulares lugares, pero apenas las condiciones de una nueva normalidad lo permitan, será prioritario reponer al máximo las medidas de protección de esos vitales espacios. Recordamos entre otros operativos el de 2012 cuando se realizó una misión para preservar y restaurar los humedales y sus recursos en lagunas de Guanacache, Desaguadero y del Bebedero, que condujo Héber José Sosa, con la contribución de Nidia Amaya, proyecto que apoyó Wetlands International, organización mundial sin fines de lucro. En ese momento se señaló: “La no inclusión histórica de los pobladores en la dinámica del oasis o, por el contrario, la transformación de estos ricos territorios en desierto, ha perjudicado a los pobladores desde inicios del siglo XX. La falta de articulación y de trabajo interinstitucional, forman parte importante del proceso histórico local”.

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