En pocas semanas se cerrará el año y en lo que concierne a uno de los temas de mayor significación para los argentinos -la intención de recuperar las Islas Malvinas-, el balance dejará un saldo poco favorable.
El país obtuvo distintos pronunciamientos reclamando a los usurpadores que se sentaran a la mesa de las negociaciones, pero, y para usar una analogía futbolera a propósito del Mundial de Qatar, los británicos ‘congelan el partido y tiran la pelota afuera’.
Por la cuestión Malvinas, la Argentina desarrolló una acción intensa en foros internacionales, dejando en evidencia “el incumplimiento del Reino Unido frente a resoluciones de Naciones Unidas” que planteaban una solución negociada en la disputa de soberanía sobre el archipiélago austral.
Las adhesiones a nuestra causa han sido muy generosas e importantes, en especial en el seno de las Naciones Unidas, reclamando que el Reino Unido respete el Derecho Internacional que exige, infructuosamente, retomar las negociaciones congeladas antes de la guerra del Atlántico Sur.
Yendo más atrás, el 16 de diciembre de 1965, la Asamblea General del organismo adoptó la resolución 2065 –la primera referida exclusivamente a la Cuestión Malvinas-, a través de la cual reconoció la existencia de una disputa de soberanía entre la Argentina y el Reino Unido e invitó a las partes a negociar en pos de una solución pacífica a la controversia.
La importancia de esa medida radicó que en el documento se establecieron los elementos esenciales que definen a la Cuestión Malvinas y –en consecuencia- la forma en que debía ser zanjado. Entre otros, que el caso Malvinas es una de las formas de colonialismo al que debe ponerse fin; que en este asunto subyace una disputa de soberanía entre los gobiernos argentino y británico, y que la forma de encontrarle una salida era a través de las negociaciones bilaterales entre ambos gobiernos.
Pero, los últimos aconteceres muestran el claro desinterés inglés en hablar con nuestro país sobre el tema.
El silencio es casi total al respecto o en todo caso sosteniendo que ese territorio austral les pertenece y como tal lo considera su posesión.
Dentro de este posicionamiento debe interpretarse la reciente visita a las islas de la princesa Ana, hermana menor del actual rey Carlos III, en el año en que se cumplen cuatro décadas de “la liberación”, como los ingleses recuerdan a la guerra de 1982.
En el mismo camino de no entablar discusión alguna, la embajada británica en Buenos Aires organizó un concurso que tiene la finalidad de seleccionar estudiantes universitarios para pagarles un viaje a las islas Malvinas. “Claramente se trata de una actividad que sólo persigue reflejar la ocupación británica de las Islas Malvinas”, señaló la Cancillería nacional.
Este año el Reino Unido comenzó a negociar la liberación territorial de las islas Chagos (océano Índico) a favor de la República de Mauricio, por lo que se sembraron unas ciertas expectativas sobre el posible inicio de conversaciones sobre Malvinas.
No parece que eso sea posible ni siquiera en el mediano plazo.
El país, con sus actuales autoridades, y las que les sucedan, debe seguir litigando en todos los frentes y mantener vigente la causa reivindicatoria sobre las islas ante todos los estamentos internacionales que nos quieran oir y nos puedan ayudar.