"Veranito" en primavera: cómo evitar que las altas temperaturas dañen el viñedo

Las olas de calor cuando aún no llega el verano pueden reducir el área foliar y ocasionar quemaduras en los brotes y en las bayas.

"Veranito" en primavera: cómo evitar que las altas temperaturas dañen el viñedo
"Veranito" en primavera: cómo evitar que las altas temperaturas dañen el viñedo

Las oleadas de calor en plena primavera, precedidas por semanas de frío, pueden afectar seriamente los viñedos. La fruta, al ser un organismo vivo, sufre estrés, lo que puede provocar daños y enfermedades.

Al elevarse la temperatura, los viñedos incrementan su actividad metabólica y aceleran su crecimiento. Pero que este proceso se adelante no es bueno. Y encima de los 35 grados puede ser fatal.

Como el cambio climático es un hecho, hay universidades que se encargan de estudiar cómo sobrevivir a tiempos adversos. Ashraf El-Kereamy, consultor especializado en vitivinicultura y frutos de tamaño pequeño de la Universidad de California, asegura que no todo está perdido.

“En este momento, es preciso cuidar las uvas y mantenerlas regadas. Cuando sufren de estrés calórico y después estrés hídrico, las plantas son sometidas a doble estrés. Las parras no toleran esos dos tipos de estrés juntos,” dice.

El estrés calórico y el estrés hídrico afectan a las uvas de distintas maneras a lo largo del ciclo agrícola. A principios del ciclo, las altas temperaturas pueden reducir el área foliar y ocasionar quemaduras en los brotes y en las bayas.

En la época de floración, el calor puede ocasionar caída de frutos y bajar el número de bayas en cada racimo.

Después del cuajado de los frutos, el calor puede inhibir el crecimiento de las bayas y ocasionar lesiones semejantes a cicatrices, así como agrietamiento.

De igual forma, las altas temperaturas pueden inhibir la maduración y producir frutos descoloridos.

Para prevenir los efectos en el viñedo de una ola de calor:

  • -Desarrollar una buena pared vegetal en el viñedo durante los meses previos al verano.

-Valorar en el desniete y despunte la posibilidad de enfrentarse a altas temperaturas.

-Desarrollar buenas prácticas en el desniete para proteger a los racimos de la luz solar directa y mejorando la ventilación.

-Usar tratamientos foliares que aumenten el contenido de aminoácido de las plantas.

-Mantener los viñedos bien regados durante olas de calor.

-Revisar el viñedo después de la ola de calor, para detectar plagas o enfermedades que hayan podido surgir.

-Evitar aplicar tratamientos con altas temperaturas, para no producir quemaduras en las hojas.

-Realizar los tratamientos respetando siempre las dosis de la etiqueta y evitando hacer mezclas no contrastadas.

En caso de detectar patologías en la madera, eliminar los brazos completamente secos respetando las medidas de poda o marcar dichos brazos para actuar separadamente en invierno. Consultar, en caso de ola de calor, con su técnico agrícola, para establecer futuros tratamientos en la viña.

Ante una ola de calor intensa

Una ola de calor a partir de los 35º C empieza a ser problemática para nuestro cultivo. A partir de esa temperatura se comienza a alterar el normal funcionamiento de la vid, sobre todo si tiene lugar en los meses finales de maduración.

Aumenta la respiración de la planta y disminuye la fotosíntesis. Esto genera una merma en la producción de azúcares. En ese momento la vid entra en estrés térmico y dirige los azúcares al tronco y raices, y no a los racimos en maduración. Por lo tanto se detiene su crecimiento, quedando racimos más pequeños y con menos peso. Esto puede tener un efecto negativo sobre la cosecha.

A partir de los 40º C el problema ya es más grave. Con esa temperatura la fotosíntesis podría hasta detenerse. Los efectos del golpe de calor pueden llevar al viñedo hasta siete días de recuperación. Dicho retraso tendrá un serio impacto en la capacidad de la vid para madurar el racimo. Durante dicho tiempo aumenta la transpiración, requiriendo una mayor extracción de agua hacia las hojas.

Esto supone una tasa de riego más alta para evitar un estrés hídrico, que podría provocar que las uvas y hojas se marchiten, se retrase la maduración y se pierda parte de la cosecha.

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