Una oposición que no sabe oponerse - Por Carlos La Rosa

Una oposición que no sabe oponerse - Por Carlos  La Rosa
Una oposición que no sabe oponerse - Por Carlos La Rosa

El oficialismo nacional parece gozar de un margen adicional para equivocarse en comparación con otros gobiernos, porque si bien nadie puede evitar pagar las consecuencias de sus propios errores, el costo se vuelve sideralmente menor cuando no hay nadie que las aproveche. Y eso devino costumbre por estos años: cada vez que Macri mete la pata, la oposición la mete peor. Entonces todo se compensa, el gobierno zafa y vuelta a empezar.

Eso se debe a que la hegemonía de la lógica opositora la sigue teniendo el kirchnerismo, mientras que el resto del espectro no oficial no atina a encontrar el justo medio de la oposición. Entonces, aunque ellos en conjunto sean mayoría y el cristinismo minoría, éste se impone por mayor decisión y convicción.

Ahora bien, el cristinismo tiene cuatro grandes taras que le impiden ser una oposición exitosa.

La primera es que está lleno de impresentables que con su sola presencia arruinan cualquier evento. Así, apenas se estaba juntando gente en las calles contra el tarifazo, se colaron los D'Elía o Sabatella y entonces, horrorizados con esa compañía, los mismos que salieron a la calle se volvieron a sus casas.

La segunda es que los K están reiterando textualmente el mismo tipo de críticas que le hicieron a Macri desde que asumió como jefe de la Capital: la de que absolutamente todo estaba absolutamente mal. Pero si con ello, en vez de deteriorar a Macri como jefe de la Capital lo eyectaron a presidente, no se ve cómo lo que fracasó antes, triunfará ahora.

La tercera es que en vez de encontrar críticas originales para hacerle a Macri, básicamente se limitan a invertir la carga de la prueba. Vale decir, efectuarle las mismas críticas que el macrismo y los demás sectores opositores le hacían a Cristina cuando ésta gobernaba. Así, el actual gobierno sería el único culpable de la pobreza, la inflación y la suba de tarifas. Sus estadísticas son mentirosas (¡miren quién lo dice!), son todos corruptos. En fin, critican lo mismo que criticaban a ellos, pero aduciendo tener toda la entidad moral para hacerlo, como si recién ingresaran a la política. Y eso no se lo cree nadie.

Finalmente, en cuarto lugar, se la pasan pronosticando el Apocalipsis, como si el estallido del país estuviera a la vuelta de la esquina ante cualquier medida que tome el gobierno. Y algo aún peor: en la medida de sus posibilidades, tratan de ayudar a que ese Apocalipsis se produzca; no sólo lo profetizan sino que lo ayudan a concretarse. Dos ejemplos son contundentes, paradójicamente dos ejemplos en los que las políticas de gobierno eran susceptibles de ser legítimamente criticadas apelando a la razonabilidad: el de la reforma previsional y el de las tarifas.

En la reforma previsional, aprovechando que diciembre es un mes de puebladas, trataron de sumar marginales para producir otra. Desde el Congreso los diputados opositores unidos, con sus discursos incendiarios, intentaron que los que arrojaban piedras afuera pudieran entrar al recinto, en un claro intento desestabilizante.

Y con las tarifas, Cristina no propone mejoras sino el caos: volver atrás con todos los incrementos lo cual, de concretarse, conduciría efectivamente a algo parecido al Apocalipsis con que sueña.

Sin embargo, lo más preocupante no es lo que hacen los K (allá ellos), sino que en momentos de crisis como el actual, los que dicen ser la oposición “racional” terminan siempre actuando como furgón de cola de los apocalípticos. Mal negocio para el país, pero también para ellos, que así jamás serán alternativa.

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