Un decálogo para el día después - Por Carlos Salvador La Rosa

Un decálogo para el día después - Por Carlos Salvador La Rosa
Un decálogo para el día después - Por Carlos Salvador La Rosa

Es demasiado grande la dimensión de la actual pandemia como para que cuando la misma finalice, todo vuelva a estar como estaba. Es previsible que el mundo cambie en muchas cosas, aunque no sepamos en cuales y si ellas serán para bien o para mal. Intentemos imaginar algunas, no a modo de profecía sino como proyección del presente.

1) Las palabras y las cosas. Venimos de una época donde a nivel de las palabras, fue tanto el relativismo, que éste se hizo fundamentalista, aunque suene contradictorio. Con la verba todo se igualaba y todo era posible, y si no era posible igual se podía explicar. Nadie pagaba nada por decir irresponsabilidades. Ejemplos extremos son los de Donald Trump diciendo en plenas elecciones que si se pusiera a disparar y matar gente en la Quinta Avenida, igual lo votarían. O la de Hugo Moyano afirmando que "los peronistas somos así, hoy decimos una cosa y mañana otra". Y_daba resultado. Pero parece que hoy no es igual, con el coronavirus si uno se equivoca al caracterizarlo, la paga. Es la realidad objetiva destrozando a la opinión subjetiva no fundamentada. La realidad vuelve a imponerse sobre el relato. Veremos hasta cuando.

2) La tecnología al servicio del progreso o de la dominación. Las cuarentenas nos están haciendo digitalizar nuestros trabajos a velocidad inusual. Y_la tecnología está penetrando en todos los recodos de nuestra vida, pública y privada. Eso no tiene marcha atrás, el problema es si se utilizará para aulas virtuales y trabajo desde el hogar, o para inmiscuirse en la vida de las personas y ejercer un control para su dominación, cuya potencialidad no tiene parangón.

3) Ideologías o civilizaciones. Habrá que ver si se seguirá debatiendo en términos de liberalismo-socialismo, de autoritarismo-república, o si por el contrario se cumplirá la teoría de Samuel Huntington que prevé un mundo dividido -como en la antiguedad- entre civilizaciones separadas, sin que haya un centro mundial, sino varios. Así, el capitalismo protestante del occidente anglosajón deberá vérselas con el capitalismo confuciano de oriente, donde las prácticas culturales serán más importantes que las diferencias ideológicas. Y luchar por el poder.

4) Globalizacion o nacionalismo. Primero fue la globalización financiera que traspasó las fronteras nacionales. Ahora es la globalización virósica que es aún más global que la financiera. Pero en vez de decidirse -para contrarrestarlas- por la globalización política, el mundo tiende a aislarse cada vez más en naciones o regiones. Es querer combatir los males del futuro con las armas del pasado, porque el temor a encarar el porvenir es muy grande.

5) Olvido o aprendizaje. En su novela "Diario del año de la peste", Daniel Defoe narra los avatares de la epidemia de Londres de 1665. Dice el autor que cuando el mundo volvió a ponerse en pie porque terminó la peste "la gente abandonó todo temor, e incluso con demasiada rapidez". Defoe cree -a diferencia de lo que postulamos aquí- que ni aún en tales extremos algo cambia, porque siempre se vuelve  a imponer "la ingratitud humana y el regreso a las perversidades de toda especie". ¿Saldremos con más olvido o más memoria?

6) Edad Media global o República más representativa. Al menos en Occidente, ¿volveremos a los feudos y reinados piramidalizando las decisiones, o nos democratizaremos más para combatir los riesgos que nos esperan en el futuro? ¿Seguiremos con la centralización cuasibélica impuesta por la pandemia o haremos una democracia de mayor calidad sabiendo la diferencia entre los tiempos de guerra y los de paz?

7) Estado o mercado. Ya la diferencia, luego del virus, no será tan marcada, porque en tiempos de reconstrucción inevitablemente los pragmáticos se imponen a los ideólogos, al menos por un tiempo. En 2008 los ideólogos neoliberales proponían dejar al mercado que solucione la crisis y que quien debiera quebrar que quiebre. Pero luego de que eso ocurrió con la compañía financiera  Lehman Brothers, el capitalismo se dió cuenta que no podía permitirse liberar al mercado y entonces llamó a los Estados para que salvaran a los responsables de la crisis. Devinieron estatistas para salvar el capitalismo financiero.

Hoy acontece un hecho que también pone en cuestión la diferencia ideológica. El Financial Times, diario británico conservador y liberal propone para salir de la crisis económica que traerá la pandemia, una economía cuasi socialista:_“reformas radicales, que inviertan la dirección política predominante de las últimas cuatro décadas”. “Los gobiernos tendrán que aceptar un papel más activo en la economía”. “Buscar formas de hacer que los mercados laborales sean menos inseguros”. “La redistribución volverá a estar en la agenda y los privilegios de los ricos en cuestión”. La editorial termina sugiriendo “impuestos básicos sobre la renta y la riqueza”. Cosas veredes Sancho,  es que la necesidad suele tener cara de hereje.

8) Imposición de o lucha contra la infodemia. Vale decir, contra el exceso de información y su uso para dar falsedades. Todas nuestras vidas se estaban colocando en las redes, pero ahora, con la pandemia, vemos cómo las mismas se han llenado de falsedades, y debióse recurrir a los medios de comunicación tradicionales para encontar algo de verdad. Habrá que ver cuál será el nuevo uso de las redes luego de probada universalmente su peligrosidad.

9) ¿Lo sólido se seguirá desvaneciendo en el aire? La gran diferencia de la modernidad en relación con la antigüedad es que en el nuevo tiempo todo lo sólido parece desvanecerse en el aire. Ahora que vuelven viejos males como los virus medievales pero globalizados, quizá nos aferremos a valores más sólidos si los podemos encontrar.

10) La guerra de los mundos. La novela de H. G. Wells narra una invasión extraterreste en apariencia indestructible, pero que sin embargo es derrotada cuando los ET se enfrentan a las bacterias, las más pequeñas de las partículas, contra las cuales no tienen defensas. Hoy a nosotros nos está pasando algo parecido, como si fuéramos los extraterrestres: una partícula elemental está poniendo en jaque nuestra civilización. Seguramente la venceremos, pero sería bueno que con ello venzamos también a la soberbia que nos hace sentirnos superiores a todo y a todos. Sobre todo a la naturaleza, a la que por eso agredimos tanto. Aunque por lo visto no somos tan superiores.

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