Una finca en Las Heras es un lugar marcado por sus historias fantásticas y leyendas urbanas

Aunque es conocida como una de las bodegas más antiguas de Mendoza, según un ex trabajador, la zona también tiene fama por apariciones. Según el mito popular, la empresa fundada hace más de un siglo esconde secretos tras sus muros.

Capilla ubicada en la finca González Videla. Foto: Daniela Azaguate
Capilla ubicada en la finca González Videla. Foto: Daniela Azaguate

Una emblemática finca, situada en Panquehua, Las Heras, provincia de Mendoza, se ha ganado el reconocimiento como la cava más antigua de Latinoamérica. Sin embargo, además de su excelente reputación como exportadora de vinos de alta calidad, este lugar guarda misterios acerca de sucesos paranormales que allí acontecen.

Raúl Peralta, ex trabajador y habitante de la finca, contó en diálogo con Los Andes su experiencia trabajando y habitando durante décadas aquellas tierras rodeadas de leyendas sobrenaturales. Raúl ha vivido en la finca de los González desde hace 70 años y ha presenciado y oído rumores de hechos paranormales que acecharon durante años a trabajadores y vecinos de la zona.

Una de estas historias tiene lugar detrás de la imponente casona de diseño colonial, que en el siglo XIX era el hogar de los dueños de la finca. Allí se extiende un manto verde de viñedos que se pierde en el horizonte de las montañas occidentales.

El jinete misterioso

Casa de la familia González Videla. Foto: Daniela Azaguate
Casa de la familia González Videla. Foto: Daniela Azaguate

Peralta, que trabajó como herrero durante varios años en la finca, recorre el lugar con la vista perdida entre las hileras de los viñedos y relata una historia tenebrosa acerca de un jinete fantasma que se aparece montado sobre un caballo. ‘’Al parecer un contratista había estado haciendo riego nocturno…'’, cuenta con total convicción, como si estuviese viendo la secuencia de imágenes frente a sus ojos.

‘’Resulta que este contratista venía por el callejón contando las hileras que había regado, cuando se percató de una voz lúgubre que estaba contando las hileras a la par de él. Al darse vuelta, el hombre vio a este jinete subido sobre un caballo blanco’', contó.

Como consecuencia de esta aparición, el hombre se asustó tanto que corrió hasta la casa del padre de Raúl y comenzó a darle puñetazos a la puerta con el afán de que le abrieran. Cuando su padre le abrió, el hombre ingresó a la vivienda totalmente perturbado, sin poder hablar.

Mirada fantasmal

Capilla de la finca González Videla. Foto: Daniela Azaguate
Capilla de la finca González Videla. Foto: Daniela Azaguate

Raúl se dirige hacia la parte frontal de la finca, lugar exacto en el que acaeció un hecho insólito con su mascota.

‘’Vino la señora Florencia Curth (dueña de la finca en su momento) y me entregó las llaves de la capilla diciéndome que cerrara la puerta intermediara porque la habían dejado abierta. Entré y detrás de mí venía mi perro, de improviso el animal se detuvo en la puerta y comenzó a mirarme completamente asustado, como si en vez de a mi estuviese viendo al mismo demonio’', dijo.

La capilla y sus catacumbas

Capilla de la finca González Videla. Foto: Daniela Azaguate
Capilla de la finca González Videla. Foto: Daniela Azaguate

La capilla de los González es el lugar mejor conservado de la finca, fue fundada por los dueños en 1830 y funcionaba como punto de recreación de los vecinos de Panquehua y para los mismos trabajadores que vivían en el interior de la finca, quienes asistían los domingos a misa junto a su familia.

Detrás del edificio eclesiástico se halla, casi oculto, un pequeño patio con un columpio oxidado cubierto por yuyos crecidos. Peralta nos cuenta que bajo esta capilla hay un sótano que la familia del lugar había convertido en un mausoleo en donde descansaban los restos de sus familiares y gente que había trabajado en la empresa.

‘’Yo recuerdo muy bien que los ataúdes se encontraban apilados sobre una plataforma lisa, y había un ataúd en particular que pertenecía a una chica que había fallecido joven, a los quince años de edad. Como los ataúdes de esa época eran rústicos y ordinarios, a diferencia de los de ahora, había una grieta considerable en la madera por la cual sobresalía el cabello largo y espeso de la joven’', relató.

Otro de los rumores que se cuentan acerca de las catacumbas es de un hecho que les sucedió a un capataz y su albañil. Ambos trabajadores habían bajado al sótano de la capilla para realizar reparaciones en las catacumbas. Una vez terminaron su labor, subieron por las escalinatas y ‘’algo’' tironeó al capataz hacia atrás hasta casi hacerlo caer. ‘’El capataz jamás contó nada a los dueños porque tenía miedo de que creyeran que estaba loco’', afirma Raúl.

Pactos con el Diablo

Finca González Videla. Foto: Daniela Azaguate
Finca González Videla. Foto: Daniela Azaguate

Los pactos con el Diablo llevados a cabo por Carlos González Pinto (fundador de la finca) con el afán de hacer próspera a su empresa es otro de los rumores que se cuentan con el paso de los años de boca en boca.

La versión de la historia sobrenatural que nos relata nuestro entrevistado tiene como protagonista a una enorme víbora negra, la cual es el mismo Diablo disfrazado, y que según se dice devoraba al ganado de la finca como ofrenda a cambio de otorgarle prosperidad del lugar.

La expedición a través de la finca (si uno quiere recorrerla en su totalidad) no es muy larga, pero los testimonios de un legítimo habitante de la finca, quien dedicó la mitad de su vida trabajando al calor de las fraguas, hace que el recorrido se haga eterno y entretenido.

Sin dudas, los misterios que envuelven a este museo histórico de la vitivinicultura mendocina y que tanto han dado de qué hablar durante décadas es algo que despierta interés entre los vecinos de Panquehua. Algunos intrépidos seguramente intentarán vislumbrar a aquel jinete solitario o a satanás transmutado en una víbora negra, o quién sabe, algún otro fantasma que aún vaga errante esperando reencontrarse con aquella vida pasada cuyos retazos aún permanecen enredados entre los viñedos.

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