“Power nap”: ¿cuánto debe durar la siesta para que sea reparadora?

La cronobiología aporta claves para un buen descanso. Por qué dormir bien debe ser considerado una cuestión de salud pública.

En los últimos años, la agenda del bienestar cobró una dimensión diferente. Desde cuánto dormimos hasta cómo nos alimentamos, pasando por el lugar donde trabajamos, todo fue puesto bajo la lupa de especialistas, investigadores y opinadores que hablan con distintos grados de robustez científica, desde el 0 al 10.

En este tema que está de moda, la ciencia y la tecnología tienen mucho por decir. Y dentro del amplio espectro de investigaciones que ponen números a realidades cotidianas, la cronobiología ocupa un rol fundamental. ¿Por qué dormimos? ¿Cuánto debemos descansar para que el sueño sea reparador? ¿Cómo deben ser las condiciones para lograr el desenchufe total?

Power nap

Los comportamientos relacionados con el sueño son estudiados por la cronobiología, cuyo nombre viene de Cronos, el dios del tiempo en la mitología griega.

Desde esta perspectiva, todos los seres humanos tenemos un reloj biológico que dura aproximadamente 24 horas. También se llama ciclo circadiano (cercano al día) y está constituido por una partecita del cerebro que mide el tiempo y le dice al cuerpo qué hora es.

Sería como una estructura marcapasos que responde a distintos estímulos ambientales, como la luz solar, el ejercicio físico y la alimentación. El reloj biológico surge evolutivamente como una forma de adaptarnos a los cambios del ambiente. Su función es predecir aquello que puede llegar a suceder durante el día.

Pero para que funcione, este reloj debe estar sincronizado. Una forma de ponerlo en hora es a través de la luz solar. Hay que procurar levantarse temprano, siempre a la misma hora (incluso los fines de semana). Irnos a dormir también con una rutina y, en el dormitorio, disminuir el consumo de horas de pantalla, “la verdadera luz mala”.

La luz mala no es la que inventó la gente del campo. Son los televisores, celulares y tablets que vemos antes de irnos a dormir. Estos artefactos emiten una luz con un color y longitud de onda que estimula mucho nuestro reloj biológico, retrasándolo y comprimiendo las horas de sueño”, expresa Diego Golombek, coordinador del equipo de Cronobiología de la Universidad Nacional de Quilmes.

Equipo cordobés. Mario Guido comanda a investigadores que trabajan sobre el reloj biológico.
Equipo cordobés. Mario Guido comanda a investigadores que trabajan sobre el reloj biológico.

En laboratorio

Existen múltiples estudios a nivel mundial con diferentes modelos animales de experimentación en laboratorio (ratones, pollos e insectos), además de plantas.

En Córdoba, por ejemplo, la cronobiología es estudiada por un equipo del Centro de Investigaciones en Química Biológica (Ciquibic), de la Universidad Nacional de Córdoba. Los científicos, comandados por Mario Guido, indagan si las células tumorales contienen un reloj biológico y si pueden ser susceptibles de tratamientos en horarios precisos del día. Es decir, si la quimioterapia puede ser más efectiva en determinados momentos de la jornada.

Cuestión de salud pública

Los investigadores sostienen que dormir bien previene enfermedades, como trastornos metabólicos, problemas del sistema inmune y cáncer. También disminuye accidentes y aumenta la productividad laboral.

Repasemos, entonces. Las claves de un buen descanso son, además de las ya relatadas, dormir el promedio de horas aconsejadas para la edad (un mínimo de siete para los adultos, ocho para los adolescentes y nueve para niños).

Y con la siesta, ¿qué? Una expresión que está de moda hoy es power nap: sus mentores sostienen que este descanso debe ser corto y potente. De ahí el significado del término en inglés: siesta poderosa. Golombek –uno de sus defensores– opina que debe durar entre 20 y 30 minutos. Si llegara a ser más, puede generar un efecto rebote. Entonces nos levantaremos embotados y será muy difícil continuar con las tareas del día.

Para terminar con la lista, debemos distanciar la cena del sueño nocturno y comer liviano durante la noche.

Esta total apología de la siesta concluye con un motivo final: dormir bien no sólo nos pone de buen humor. También disminuye el riesgo de sufrir enfermedades. Quizá deba ser considerado, desde la prevención, como un problema de salud pública.

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