Pedro Eliseo Esteves: “Ser adolescente hace 50 o 60 años era mucho más fácil”

El médico mendocino es un referente en el abordaje integral de la salud de la adolescencia. Ahora, con un grupo colaboradores, acaba de publicar el libro Adolescentes en la encrucijada, premiado por la UNCuyo.

Pedro Esteves médico especialista en educación y psicología adolescente. Foto: Mariana Villa / Los andes
Pedro Esteves médico especialista en educación y psicología adolescente. Foto: Mariana Villa / Los andes

Estamos en 2022 y sigue siendo difícil pensar en los adolescentes como un grupo específico sobre los cuales cuidar su salud. Es que en ellos se ubican algunas de las complejidades más fascinantes y complejas del desarrollo humano. En esa etapa se ven el gran crecimiento y los problemas de altura; la plenitud de salud y las complicaciones psicológicas, la fortaleza y los problemas de nutrición; la luz y la sombra, en suma, de todo recorrido vital.

Por eso aún, ya en la segunda década del siglo XXI, y al menos en esta parte del mundo, sigue siendo ese grupo etario difícil de abordar como tal. Hay muchas especialidades médicas dedicadas, por ejemplo, a la niñez. Las hay para la ginecología o la gerontología. Pero la adolescencia sigue siendo un enigma para muchos, un segmento tan complejo de la población que el abordaje de su salud puede ser complicado o, lo que es peor, despreciado.

Eso mismo es lo que descubrió, en sus inicios como médico, el doctor Pedro Esteves, endocrinólogo, referente absoluto en Mendoza del tratamiento integral de la adolescencia y director del ESPAD (Espacio Adolescente-Equipo de Salud para Jóvenes, en la UNCuyo).

Cuando decidió especializarse, buscó que ese fuera su “objeto de estudio” y creó, allá por 1981, la sección Endocrinología y Adolescencia del Hospital Civit.

Ahora, Esteves ha ido un paso más allá en su trabajo con la publicación del libro Adolescentes en la encrucijada, escrito junto a su equipo y que obtuvo el Premio Ida y Vuelta de la Editorial de la UNCuyo.

Para hablar de ese libro, pensado como una verdadera guía integral, y recorrer su trayectoria, Esteves dialogó con Los Andes.

Equipo de Pedro Esteves médico especialista en educación y psicología adolescente. Foto: Gentileza Pedro Esteves.
Equipo de Pedro Esteves médico especialista en educación y psicología adolescente. Foto: Gentileza Pedro Esteves.

–Empecemos por hablar del libro. Sorprende termina siendo muy abarcativo a pesar de ser relativamente breve. Y es literalmente una guía integral, donde se tratan los más importantes problemas de la salud adolescente: lo hormonal, el crecimiento, lo psicológico, lo relativo a la alimentación. ¿Cómo surgió el libro?

–Yo había acumulado a lo largo del tiempo los testimonios de chicos y chicas que pasaban cierta dificultad en la adolescencia. Y cuando no terminaba de resolverlos, los escribía y les pedía a mis colegas del equipo que me ayudaran a abordarla. Me pareció una buena metodología para padres y adolescentes, que podía ser útil no sólo para alguien que se dedica a los aspectos clínicos, como yo, sino para profesionales de sectores específicos, como la nutrición, psiquiatría. Me di cuenta de que podía surgir un material, y lo podíamos pasar desde la universidad a un lenguaje común, para prevenir situaciones en las que se encuentran los adolescentes de ambos sexos. El tener un equipo de gente joven, bien preparado, me alentó mucho y que existiera en la UNCuyo un concurso como el de Ida y Vuelta, nos permitió optar a un premio que nos hizo posible la edición. El libro sigue la metodología que seguimos cuando tenemos un paciente complicado: abrimos el problema a los colegas y pedimos que ayuden con su enfoque de otras disciplinas.

Portada del libro.
Portada del libro.

–Llama la atención el subtítulo: “guía para ser más libres”. ¿Cuál es esa libertad a la que se alude?

–Crecer más libres es, como dice Octavio Paz, “optar entre varias opciones, la que está más de acuerdo con tu originalidad”. Ese concepto de la libertad me encanta para transmitirlo, y a partir de sortear las encrucijadas en las que se encuentran los adolescentes, pensar que esto les va a servir para afirmarse en su autonomía, en su forma de ser, es una buena propuesta. Tanto para trastoros de conducta alimentaria como para las decisiones de la vida sexual, como para el bullying, la rebeldía y todo lo demás. Y es un mensaje claro para padres y docentes para tener confianza en lo que han depositado en esos adolescentes.

–¿Es más difícil ser adolescente hoy en día que hace, digamos, 50 años?

–Yo creo que ser adolescente, hace 50 o 60 años, era relativamente más fácil. Porque había instituciones menos cuestionadas y débiles, como la Iglesia y la familia. Eso contenía y encauzaba la energía de la adolescencia. Hoy en día está todo tan cuestionado, y los adultos con tantas dudas sobre cómo ayudar a los adolescentes a crecer, que se ve que era más fácil antes. El encauce era más natural. No sé si mejor o peor.

–¿Y es más difícil ser padre de adolescentes también?

–Tal cual. Pero hay que decir también que así como es la edad más sana de la existencia, por ser “cuerpos nuevos” y casi no se enferman, es la etapa con menor mortalidad, sin embargo es la etapa que en se incuban problemas que, si no se resuelven, luego son difíciles de encarar en la vida adulta. El proceso de incubación de problemas que explotan más adelante es muy interesante. Por eso el libro trae la idea de detectar tempranamente lo que pasa. El otro día, en la sala de espera del consultorio estaba el libro, y un varón de 17 años que lo leía, dijo que le ayudó con su propia novia, que estaba obsesionada con las dietas, y ahora la iba a poder ayudar.

–¿La pandemia fue muy perjudicial para ellos?

–Lo que estamos viendo en la pospandemia es que han sufrido mucho, más que otros quizá. El aislamiento, la separación de la realidad, ha sido dura. Y todo eso junto con el temor a la muerte, propia y de los seres queridos, el temor a contagiar a los abuelos. Estamos viendo las enormes dificultades que han tenido para sortear la doble crisis, propia y social. Adquirir una identidad es crucial y se logra de manera más importante en lo grupal. Y cuando se corta el relacionarse con amigos, jugar y hasta padecer juntos, eso va al meollo de la identidad. Se tiene que trabajar.

–¿Cuáles son las consultas más comunes que reciben los que trabajan con adolescentes?

–Se ve de todo. Por eso me ha gustado gestar espacios para consultar sobre cualquier cosa: los granos, la tetilla hinchada, que la menstruación no le viene, que se ponen a llorar por todo, que sienten vergüenza por mostrar la panza. Lo que sea. Es para mí todo importante. En una edad en que el cuerpo cambia de manera tan notoria es mayor todavía. En la adolescencia se da el máximo estirón: los chicos llegan a crecer un centímetro por mes. A la vez, hay una reestructuración cerebral disparada por las hormonas sexuales, que descolocan a los chicos muchas veces. Les falta lenguaje, y cuanto más crítica es la educación, más herramientas faltan. Los trastornos son variadísimos. Por eso, cuando estoy frente a un adolescente que recién conozco, me preocupo por escucharlo, por que saque todo afuera. Y con los padres, lo mismo, escucho cómo ven crecer a sus hijos.

–Usted tiene una gran trayectoria relacionada con la salud adolescente, una especialización en la que es referente. ¿Cómo surgió el interés por enfocarse en esa franja de edad como médico?

–Eso es precisamente lo que expuse en la Feria del Libro, cuando presenté Adolescentes en la encrucijada, porque es lo que subyace a la escritura del libro. Empecé a recordar que mi papá era ginecólogo y mi mamá, pediatra. Yo veía que de adolescencia no sabían nada. Eso fue importante. Después, conocí a quien dirigió el primer centro de adolescentes, cuando estudiaba Medicina. El hecho de haber ido al Liceo Militar y tratar con cadetes más chicos sirvió, porque me llevaba muy bien. Fueron piezas de un rompecabezas que se fue armando, y tuve la suerte de, al ser médico, dar con un centro fantástico, que fue el Hospital de NIños de de Buenos Aires, y la Universidad Kinderklinik de Tubinga (Alemania) ,en la que hice estudios de psiquiatría. Así que cuando volví a Mendoza formé el centro en el hospital Emilio Civit en el año 81. Y siempre he formado parte de equipos, con profesionales jóvenes, que me insta a seguir trabajando. Después se dieron cosas fantásticas: de vuelta de Alemania, estuve en Estados Unidos y conocí a quien hizo el primer centro adolescente en Boston, en 1950. Yo le pregunté qué lo había llevado a él a hacer eso, y él dijo que se quedó sin trabajo en la recesión. Le preguntaron si quería ser encargado de un centro de internados, con chicos de alto nivel económico, y nadie tenía idea de cómo resolverle los problemas a esos chicos. Roswell Gallagher es, y él fue pionero, en el Hospital de Niños de Boston. Hoy van creciendo los centros, pero va lento, porque a diferencia de la neonatología, la adolescencia exige de la silla, estar sentado y escuchar.

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