Padece una dura enfermedad, los estafaron y estaban casi en la calle pero la solidaridad les dio una nueva oportunidad

Sergio tiene Parkinson y su estado es cada día más crítico, por lo que su esposa es el principal sostén del matrimonio. La negligencia de una empresa los obligó a mudarse, y la firma incumplió en el pago del alquiler, por lo que casi los desalojan. Una campaña solidaria les permitió volver a sonreír.

Tiene una dura enfermedad, los estafaron y estaban casi en la calle: la solidaridad les dio una nueva oportunidad. Foto : Orlando Pelichotti / Los Andes.
Tiene una dura enfermedad, los estafaron y estaban casi en la calle: la solidaridad les dio una nueva oportunidad. Foto : Orlando Pelichotti / Los Andes.

“¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón”. Lo escribió y cantó Fito Páez, y lo viven en primera persona por estas horas Silvia Trubiano (55) y Sergio Ariel Reynoso (58), un matrimonio mendocino que, en menos de una semana, pasó de la oscuridad a la luz. Y que, gracias a la solidaridad desinteresada de miles de mendocinos comienzan a ver su día a día con algo de optimismo. Sobre todo en un contexto donde el panorama no es muy alentador para ambos, ya que a él le diagnosticaron la enfermedad de Parkinson en 2002 y, desde entonces, su estado se mantiene en caída. De esta manera, es Silvia (peluquera de oficio) el principal –y prácticamente único- sostén en la pareja.

Durante los últimos días, el matrimonio estuvo a punto de ser desalojado del departamento donde viven en Godoy Cruz, a raíz de una deuda de casi 5 meses en el pago del alquiler. Deuda que, vale aclarar, se acumuló a raíz del incumplimiento por parte de una empresa constructora que se había comprometido a hacerse cargo de la renta, luego de casi destruir la casa donde ellos vivían hasta hace 3 años (y que era –o es- de ellos).

Tiene una dura enfermedad, los estafaron y estaban casi en la calle: la solidaridad les dio una nueva oportunidad. Foto : Orlando Pelichotti / Los Andes.
Tiene una dura enfermedad, los estafaron y estaban casi en la calle: la solidaridad les dio una nueva oportunidad. Foto : Orlando Pelichotti / Los Andes.

A raíz de una campaña en las redes sociales, la familia –que atraviesa una delicada situación de vulnerabilidad- llegó a juntar más de 500.000 pesos, dinero que les permite no solo saldar la deuda en el lugar sino, incluso, comenzar a soñar con lo que siempre quisieron: recuperar y regresar a esa casa que perdieron en manos de la negligencia de la empresa constructora que tenía a su cargo la remodelación.

“Anoche no dormí nada, pero de la felicidad extraordinaria que siento. No hay momento del día en que no piense en cómo voy a hacer para agradecerle tanto y a tanta gente”, resume Silvia, con los ojos bien abiertos ante tanto asombro, y con la emoción colándose en su voz. “Yo sé que Dios está y nunca me soltó, y me acuesto y me levanto agradeciéndole a Dios, y pidiéndole fortaleza para la familia. Quisiera que a toda la gente que ayudó con su granito de arena, eso le vuelva multiplicado”, repite –una y otra vez- Silvia en el comedor de su casa.

“Gracias totales”, agrega con una voz casi inaudible y mientras permanece en su cama (de la que directamente no se mueve) Sergio. El comedor y la cama del hombre de 58 años están separados únicamente por un mueble y la TV.

Una vida complicada

Sergio y Silvia tienen dos hijas y, además, un nieto. Sin embargo, quedan ellos dos solos viviendo en el departamento de calle Figueroa Alcorta al 898. Allí llegaron hace casi 3 años, luego de que –a la fuerza- debieran abandonar la casa familiar en la que estaban viviendo antes, ubicada a dos cuadras del departamento que habitan ahora. Pero, para entender el difícil presente del matrimonio en el día a día, hay que remontarse a varios años más atrás.

Aunque las familias de ambos se criaron prácticamente juntas y ellos se conocen desde niños, en 1994 Silvia Trubiano y Sergio Reynoso se casaron. Ese mismo año se fueron a vivir a Estados Unidos, con la idea de no regresar. Sin embargo, el hecho de haber sido padres en el país norteamericano y de ver cómo asomaba el panorama para criar a su primera hija en el lugar –sumado a algunas realidades de la familia de ella-, los trajo de vuelta a Argentina en 1998.

Tiene una dura enfermedad, los estafaron y estaban casi en la calle: la solidaridad les dio una nueva oportunidad. Foto : Orlando Pelichotti / Los Andes.
Tiene una dura enfermedad, los estafaron y estaban casi en la calle: la solidaridad les dio una nueva oportunidad. Foto : Orlando Pelichotti / Los Andes.

Cuando la madre de Silvia enviudó, ella y su esposo –junto a su primera hija- se mudaron a la casa familiar (ubicada en Figueroa Alcorta al 600, también en la misma zona de Godoy Cruz). La mamá de Silvia –y suegra de Sergio- decidió hacer un adelanto de herencia a sus tres hijos, por lo que la casa y el terreno donde vivían quedó para que se lo repartan entre ellos. Por aquel entonces, Sergio ya estaba trabajando como peluquero, mientras que Silvia había trabajado de administrativa, de ama de casa y hasta de promotora en un viejo hipermercado de Mendoza que ya cerró sus puertas.

Hasta allí, todo iba bien para la familia e, incluso, ya había nacido la segunda hija del matrimonio. Pero también fue por esa época en que los primeros nubarrones comenzaron a asomar en el horizonte y a acercase a ellos.

El violento asalto y la detección del Parkinson

En 2002, mientras Sergio estaba trabajando en su peluquería, sufrió un violento asalto, episodio en el que –además- fue golpeado. “Cuando estábamos en la otra peluquería –en calle Primitivo de la Reta, siempre en Godoy Cruz- a Sergio lo asaltaron. Con un revólver le dieron un culatazo en la cabeza y le gatillaron en el estómago. Desde ese momento, él no quedó bien. Completamos todos los estudios clínicos y no salía nada, pero cuando fuimos a lo neurológico, allí le diagnosticaron Parkinson. Incluso, la junta médica nos dijo en ese momento que había muchas probabilidades de que todo el estrés que sufrió en ese hecho haya ‘despertado’ la enfermedad. Nos dijeron que en esos meses habían detectado 3 casos de Parkinson que se habían iniciado después de hechos muy traumáticos”, rememora Silvia.

Hasta ese momento, Silvia había estado en la peluquería como asistente de Sergio y hasta como modelo de peinados y ofreciendo sus looks experimentales. Pero el diagnóstico de la enfermedad degenerativa los obligó a alterar todos los planes y redirigir el rumbo de la vida familiar.

“Sabíamos que con el tiempo se iba a ir agravando, por lo que estuve más presente en la peluquería yo. Además, contratamos a otro chico que nos ayude. Pero tiempo después él se fue a trabajar por su cuenta. Y yo aprendí todo para quedar al frente de la peluquería cuando él no pudiera trabajar más”, agrega la mujer.

Durante un tiempo, Sergio siguió cortando el pelo y luciéndose en lo suyo (con su esposa como aprendiz y alumna ejemplar). Pero, de a poco, el pulso comenzó a jugarle malas pasadas al hombre (fiel hincha de Independiente Rivadavia), por lo que no tuvo otra que “colgar las tijeras” al poco tiempo y dejar que Silvia se ocupe de todo. Para peor, el alquiler del salón sobre calle Primitivo de la Reta se hacía cada vez más difícil de afrontar, hasta que finalmente debieron marcharse e instalar la nueva sucursal de la peluquería en la cochera de la casa de la madre de ella.

Tiene una dura enfermedad, los estafaron y estaban casi en la calle: la solidaridad les dio una nueva oportunidad. Foto : Orlando Pelichotti / Los Andes.
Tiene una dura enfermedad, los estafaron y estaban casi en la calle: la solidaridad les dio una nueva oportunidad. Foto : Orlando Pelichotti / Los Andes.

“En 2006 fue la primera vez que me hice cargo de la peluquería sola. ¡No me olvido más del terrible viento Zonda que hubo ese día!”, acota Silvia. Además de ponerse la peluquería al hombro, desde entonces la mujer no se aparta de al lado de su esposo. “Todo el día estoy corriendo, al palo. Mientras estoy acá, no me muevo de al lado de Sergio para cualquier cosa que pueda llegar a necesitar, desde higienizarlo hasta darle de comer. Después me voy a trabajar, vuelvo para hacer la comida, y después sigo trabajando”, describe su rutina. Pero no lo hace ni con bronca o resignación, sino con la naturalidad con que cualquiera describe un día en su vida.

La gran estafa

Mientras Silvia y Sergio ya estaban instalados en la casa de la madre de ella –falleció el año pasado-, uno de los hermanos de la peluquera decidió encarar la construcción de un pequeño departamento en la parte de atrás de la vivienda. Y, aunque en ese momento lo no sabían, eso terminaría por ser otra pesadilla (una de tantas ya) para el matrimonio.

“La casa es de tipo chorizo, y en 2019 mi hermano mayor decidió construir un departamentito para atrás. Pero, en medio de las obras, rompieron una pared que no había que romper y eso derivó en que toda la casa se empezara a venir abajo. Primero se deterioró la cocina y luego se empezaron a deteriorar todos los techos y lo demás. Cuando hicimos el reclamo a la empresa constructora que estaba a cargo de la obra, ellos se comprometieron a arreglar todo. Yo todavía tenía la peluquería en la cochera y no quería mudarme, por lo que tenía un Ford Ka y se lo di a la empresa como parte de pago por esos trabajos, para que se hicieran lo más rápido posible”, rememora Silvia.

Pero la idea de que el auto funcionara como estimulante para agilizar el trabajo tampoco dio resultado. Y es que, según cuenta Silvia Trubiano, el responsable de la empresa constructora nunca lo puso a su nombre el auto –aunque lo recibió-, y ante los constantes reclamos de devolución ante la inacción, el hombre intentó eludirlos como pudo.

“Habían pasado 6 meses y no había hecho ninguna obra en la casa. Nosotros seguíamos ahí y se nos caían los techos, se nos llovía todo, entraba el agua con barro cada vez que llovía. Y, después de tanto insistir, me pagó el auto a un precio desactualizado y en 3 cuotas. Con esa plata apenas pude hacerle frente a los gastos del momento”, repasa.

Como las obras a las que se había comprometido la empresa no avanzaban el Figueroa Alcorta al 600, el mismo responsable de la firma ofreció alquilarles un departamento para que Silvia y Sergio –con su enfermedad cada vez más avanzada- vivieran hasta que estuviera todo arreglado. Y así fue como, hace casi 3 años, llegaron al departamento donde están ahora, con la promesa (una más) de que iban a tirar todo –que estaba ya inutilizable- y les iba a construir una casa nueva en su terreno.

Tiene una dura enfermedad, los estafaron y estaban casi en la calle: la solidaridad les dio una nueva oportunidad. Foto : Orlando Pelichotti / Los Andes.
Tiene una dura enfermedad, los estafaron y estaban casi en la calle: la solidaridad les dio una nueva oportunidad. Foto : Orlando Pelichotti / Los Andes.

“Lograr que él me diera la plata era todo otro tema. Todos los días previos a tener que pagar el alquiler, a las 8, iba a buscarlo a su oficina. Él me veía, me pedía que volviera a las 14, que ahí iba a tener la plata. Cuando volvía, me daba vueltas; hasta que agarraba el teléfono y me transfería. ¡Era algo que podría haber hecho al principio!”, sigue la mujer.

Siempre de acuerdo al relato de Silvia, el responsable de la empresa constructora se hizo cargo del pago del alquiler hasta fines del año pasado. Desde entonces, no pudo hacerle frente al pago del alquiler. Y así fue como surgió una nueva preocupación: el temor al desalojo.

La campaña solidaria que cambió sus vidas

A través de un amigo de Silvia y de Sergio, la dura historia del matrimonio salió a la luz en las redes sociales, y no tardó en viralizarse. Fue en Twitter donde, en un hilo, este amigo (quien prefiere no ser identificado) relató un resumen del difícil presente del matrimonio. Y, en menos de una semana, todo cambió para Silvia y para Sergio. Y, afortunadamente, cambió para bien.

Y es que en apenas algunas horas lograron juntar el dinero que debían del alquiler adeudado, y hasta lo suficiente para hacerle frente a los intereses por mora (aunque aún no les han detallado cuánto es).

“Debíamos 160.000 pesos –sin contar intereses-, que ya los cancelamos. Fue increíble la ayuda de la gente. Hace una semana, todo era pura oscuridad para nosotros. No veía nada, no tenía ni dinero para pagar un abogado o abogada. Pero hace 3 noches empezó a llegar la ayuda, a raíz de que se conoció nuestra historia, ¡yo ni sabía que la habían tuiteado! Cuando vi el teléfono, estaba explotado de todo lo que nos había ayudado la gente”, agrega Silvia, quien no ha dejado la peluquería y actualmente la atiende en una casa que unos amigos le prestan desinteresadamente en Argerich y Rojas, del Barrio Batalla del Pilar (Godoy Cruz). “Hace 4 noches soñé con mi mamá, y ella me decía en el sueño que no me preocupara, que ‘todo pasa’”, sigue.

Tiene una dura enfermedad, los estafaron y estaban casi en la calle: la solidaridad les dio una nueva oportunidad. Foto : Orlando Pelichotti / Los Andes.
Tiene una dura enfermedad, los estafaron y estaban casi en la calle: la solidaridad les dio una nueva oportunidad. Foto : Orlando Pelichotti / Los Andes.

“Nunca pensé en todo el alcance que iba a tener esto, jamás lo dimensioné. Ojalá haya bendiciones para tanta gente que ayudó, ya sea leyendo, compartiendo o aportando. Y ojalá que esto sirva para que otra tanta gente que la esté pasando mal sepa que puede creer en los demás”, piensa Silvia, en voz alta, y con la emoción colándose en sus palabras.

Ya con las cuentas más urgentes al día, Sergio y Silvia saben que todavía no están solucionados sus problemas. Porque el futuro de su terreno y de su casa sigue entre grandes signos de interrogación. “Cuando se viralizó la historia y salió en los medios durante los últimos días, el dueño de la empresa constructora me escribió a WhatsApp. Yo intentaba contactarlo desde diciembre, pero me había bloqueado y no podía ver ni su foto de perfil. Ahora vamos a seguir, porque yo quiero recuperar lo que es mío y volver a mi casa”, concluye.

También durante los últimos días, desde el área el Desarrollo Social de la Municipalidad de Godoy Cruz han realizado algunas visitas al departamento del matrimonio. Y ya están ocupándose de la situación y asistencia.

Cómo seguir ayudando

Aunque las deudas más agobiantes ya están saldadas –o camino a saldarse-, el panorama sigue siendo complejo para Sergio Reynoso y Silvia Trubiano. Por ejemplo, el hombre de 58 años necesita someterse en breve a una nueva operación en la cabeza (ya le han colocado dos plaquetas con electrodos con intenciones de paliar los efectos del Parkinson).

Pero, en breve, necesita someterse a una nueva operación, lo que le demandará –por lo menos- dos semanas muy intensas de cuidados médicos.

Para colaborar con Silvia y Sergio, se puede hacer vía Mercado Pago a través del alias silvia.trubiano .

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