Murió Quino, el padre de Mafalda

Tenía 88 años y una extensa carrera en el mundo de la historieta. Mendoza y el mundo lo despiden con dolor.

Falleció Quino, el reconocido dibujante e historietista mendocino que conquistó el mundo con sus viñetas y con Mafalda, su personaje más emblemático. Archivo Los Andes
Falleció Quino, el reconocido dibujante e historietista mendocino que conquistó el mundo con sus viñetas y con Mafalda, su personaje más emblemático. Archivo Los Andes

El gran historietista mendocino, ‘padre’ del icónico personaje Mafalda, Joaquín Salvador Lavado Tejón, mundialmente conocido como Quino, murió hoy a los 88 años.

“Familiares y amigos informamos que esta mañana falleció nuestro Querido Maestro, Quino”, confirmaron desde la cuenta oficial de Twitter de Mafalda. El editor Daniel Divinsky, quien estuvo al frente de Ediciones La Flor, no dudó en despedirlo al igual que sus colegas como Rep. “Se murió Quino. Toda la gente buena en el país y en el mundo, lo llorará”, dijo Divinsky.

Quino hizo su primer dibujo profesional en Mendoza. En concreto, para Los Andes, una publicidad de Casa Las Heras, cuya publicación festejó como aquellos que celebran el rendir la última materia. Después partió. Coronó 60 años de laburo, entre Buenos Aires y Europa. Hizo respirar a Mafalda, el personaje dibujado más querido en Argentina y en gran parte del mundo.

En 1973, la nena terrible y sus amigos se despidieron, en una simple viñeta.

Joaquín Salvador Lavado Tejón nació el 17 de julio de 1932 en Mendoza. Sus padres eran españoles y llegaron al país en 1919. Lo llamaron Quino desde pequeño para distinguirlo de su tío, el ilustrador Joaquín, quien fue el que despertó su vocación de dibujante a una edad muy temprana.

Su obra más conocida, Mafalda, apareció por primera vez justamente un 29 de septiembre pero de 1964 en la revista Primera Plana. Es decir que ayer, los fanáticos de la nena reflexiva y profunda celebraron su cumpleaños número 56.

Su amiga Mafalda

No, que no es el padre: es el amigo. Así lo llamó Mafalda en la carta que escribió a los lectores del semanario “Siete Días” cuando, tras el cierre del diario “El Mundo”, la niña de la melena se trasladó a las páginas de este semanario con toda su troupe de amiguitos: Susanita, Felipito, Manolito y Miguelito... en ese entonces contó que acababa de nacer Guille.

Esa autobiografía Mafalda la escribió el 2 de junio de 1968 y allí constaba que ella había nacido en la vida real (en la vida real de la historieta) un 15 de marzo de 1962, pero que había sido estampada en papel un 29 de septiembre de 1964. De ahí la confusión que rodea el nacimiento de uno de los personajes más amados de la historieta universal. Fechas, fechas, fechas...

Y aunque en la vida de Quino pasa algo parecido, pues su documento dice que nació un 17 de agosto, curiosidad que contó el año pasado su sobrino, el abogado Diego Lavado, se sabe que en realidad el 17 de julio de 1932.

Pese a la amistad, ambos vivieron infancias muy diferentes: Mafaldita respira barrio porteño, y él se crió en la vieja Guaymallén, donde las acequias se estiraban junto a las calles y se dibujaba, siempre, de fondo, la cordillera. Y Joaquín, que desde muy niño fue llamado Quino para “diferenciarlo” del primer Joaquín de la familia, de apellido Tejón y muy recordado entre nosotros los mendocinos, desde muy pequeño abrió sus oídos al mundo.

Su barrio era una mezcla de lenguaje provinciano y cosmopolita, porque como él mismo explicó en una entrevista: “Era como si me hubiera criado en el Mediterráneo. Mis padres y mis tíos eran todos andaluces; el carnicero era español; el verdulero era italiano, el pescadero también; además pasaban sirio-libaneses vendiendo cosas... Mi contacto con la Argentina empezó recién cuando yo ingresé a la escuela primaria. Y claro, nunca fui un argentino típico, de tomar mate, de hacer asados, de bailar tango”.

En cambio, Quino vivió esos años entre revistas como “Life”, “Esquire” y “Saturday Evening Post”, que le llegaban porque su tío estaba suscrito. Después, siendo un joven de 18 años, descubrió París Match y a sus dibujantes favoritos: Jean Bosc y Chaval. Lo que siguió es de conocimiento público: se fue a vivir a San Telmo, un paisaje diferente, donde caminaba sobre adoquines y en lugar de acequias había veredas angostísimas, donde la vegetación se asomaba sobre las antiguas cornisas y donde se respiraba la bohemia de los años ’60. En una de esas calles, un día incierto, se encontró por primera vez con su mejor amiga.

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