Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza: “Vienen muy avergonzados a pedir alimentos”

Entiende que es necesario que crezca la economía y el empleo y considera que las asignaciones sociales no son la solución para la pobreza.

Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza.
Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza.

En marco de un nuevo domingo de Pascua de Resurrección, el arzobispo de Mendoza, monseñor Marcelo Colombo, dialogó con Los Andes para hacer un repaso de las particularidades que tuvo 2020 y cómo afectó eso a los fieles católicos y a la Iglesia.

Se refirió al crecimiento de la pobreza en Argentina y en Mendoza, que es del 42 por ciento a nivel nacional y asciende a 44 por ciento en la provincia.

“Lo veníamos viendo desde el año pasado, con la aparición de ‘nuevos pobres’, que nunca vivieron con cercanía el tener que pedir. Vienen muy avergonzados, a veces solicitan alimento, otras piden carga para datos en los teléfonos así los hijos pueden hacer la tarea”, compartió preocupado.

Además de la crisis económica, los meses de cierre de actividades económicas y la pérdida de empleo, Colombo consideró que muchos vieron incrementados los costos de vida frente a los cuidados que requirió el contexto de pandemia.

“La capilaridad de la Iglesia hace que podamos estar cerca de muchas personas que lo necesitan. Los números difundidos hablan de nuestra realidad; nos dan de una manera rotunda el diagnóstico de algo que sabíamos”, indicó.

A su parecer, “algunas provincias sufrieron menos por el impacto gracias a las asignaciones, pero sabemos que ése no es el camino”, destacando la importancia de reactivar el empleo y la economía.

“Nosotros también estamos más empobrecidos que el año pasado. Las parroquias estuvieron cerradas y con menos fieles, pero no nos resignamos. Pueden acudir; con lo que tenemos vamos a seguir ayudando”, finalizó.

También habló sobre la resistencia de algunos creyentes a recibir la comunión en la mano, la legalización del aborto y la pobreza.

-¿Cómo viven los católicos estas segundas pascuas en contexto de pandemia?

-Estamos más invitados que nunca a renovar nuestras ganas. Comparados al año pasado, en esta oportunidad nos podemos encontrar, con la prudencia del caso, manteniendo las distancias, usando alcohol en gel y tapabocas. El año pasado fue tan triste y fuerte.

-Y este año tampoco hubo eventos masivos.

-Lo principal es la experiencia de vivir comunitariamente y los fieles han tenido los contenidos esenciales asegurados. La idea fue no permitir el conglomerado de personas. En Carrodilla, en El Calvario, se buscó que puedan asistir, pero con la posibilidad de fluir, manteniendo la distancia y desinfectándose las manos. El Lavatorio de pies, por otro lado, es un signo agregado a la liturgia de la Eucaristía.

-En cuanto a 2020, ¿fue difícil para los fieles el cierre de los templos?

-En verdad fue desafiante para todos: sacerdotes y fieles debimos fortalecer el lenguaje de la virtualidad que, si bien asegura la presencia, lo hace con fugacidad y no es lo mismo. La situación más dramática se vivió hasta mediados de junio que fue cuando se autorizaron las misas. Así seguimos hasta que finalmente pudimos recibir el 50 por ciento de la capacidad de cada parroquia o capilla. Algo positivo fue la posibilidad que tuvimos de recuperar la misa dominical.

-¿Cómo vivió la Iglesia mendocina el tener que adaptarse a la virtualidad?

-Tuvimos varias posibilidades, como poder transmitir la misa del obispo, la del domingo, a través de Facebook. Cada parroquia tenía ya su perfil en esa red, pero fue desarrollando las capacidades para utilizarlo mejor. También en Instagram tienen cuentas. Se trabajó con la Pastoral Juvenil para poder explotar esas cuentas con inteligencia.

-¿Los jóvenes tomaron más importancia dentro de la comunidad?

-Siempre han tenido un gran protagonismo. El año pasado, gracias a ellos, se pudo dar relevo a las personas mayores que normalmente son voluntarios de Cáritas y que no podían seguir porque, en muchos casos, pertenecen a grupos de riesgo. Fueron unos 400 los jóvenes que ofrecieron su voluntariado.

-¿Hubo resistencia a nivel local por la directiva del Vaticano de dar la comunión en la mano y no en la boca?

-Algunos grupos de personas, por su fervor religioso, plantearon en su momento esas cuestiones, pero se les explicó que es una norma transitoria que responde a las exigencias actuales. Lo más importante es recibir a Cristo. Las modalidades tienen que ver con las distintas circunstancias de la historia.

En los primeros siglos la comunión fue en la mano. En este momento lo dejamos en suspensión, no hay mucho más para discutir, sólo tener prudencia.

-En San Rafael hubo problemas con este tema y hasta cerraron el seminario.

-Nosotros sentimos fuertemente lo que ha ocurrido en la diócesis de San Rafael, las circunstancias que han atravesado. Nosotros tomamos cautela sabiendo que Dios mediante, volveremos a la comunión de las dos formas, pero cada jurisdicción tiene un obispo responsable y no me incumbe a mi opinar.

-Son las primeras Pascuas en Argentina luego de la aprobación de la Ley de aborto. ¿Cómo lo vive la Iglesia?

-Para nosotros se defiende la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Tenemos líneas de prevención y movimientos dedicados a esa contención, de manera sostenida para quienes tienen fragilidad económica o psicológica. También para quienes han abortado y han quedado con daño. Hay canales para ver cómo buscarlo o acercarse

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