La vida de Ana Paula Olguín: lucha contra las dificultades de ser hipoacúsica y pide legislar la lengua de señas

Una meningitis al año de vida la dejó sorda. Hoy, la pandemia y el uso del barbijo dificultaron más aún la vida de quienes sufren esta condición. Pidió acompañamiento para que la lengua de señas se cumpla en todo el país.

La vida de Ana Paula Olguín: lucha contra las barreras por ser hipoacúsica y pide legislar la lengua de señas
La vida de Ana Paula Olguín: lucha contra las barreras por ser hipoacúsica y pide legislar la lengua de señas

Hasta los 18 meses, Ana Paula Olguín Castillo era una beba como cualquiera: hablaba, cantaba “El Elefante Trompita” y crecía en un entorno familiar de amor y alegría.

Pero su vida dio un vuelco drástico cuando sufrió meningitis, enfermedad que la obligó a realizar un tratamiento que la dejó sin audición: por lo general lleva a la muerte o, en el mejor de los casos, a la sordera.

Pasaron más de 30 años de aquel episodio y Ana Paula aprendió a convivir con esa condición y sorteando las numerosas barreras que la vida le puso en el camino.

Hoy es una persona hipoacúsica neurosensorial bilateral. Para decirlo más simple, es sorda y lucha por los derechos de su comunidad y por una ley que reconozca al idioma de Lengua de Señas Argentina (LSA) a nivel nacional.

“La palabra sordomuda es ofensiva y, además, no existe. Corresponde decir ‘persona sorda’, porque tenemos voz, aunque con tonos distintos o aún sin poder hablar, pero tenemos voz. La palabra ‘muda’ equivale a decir que no hay cuerdas vocales, que la persona no puede hablar o no tiene voz. Pero muchas personas sordas pueden hablar de diferentes maneras y tonos, incluso con nuestro idioma de Lengua de Señas Argentina (LSA)”, diferenció.

El impacto de aquella meningitis fue muy grande, recuerda hoy, y cuenta que a los dos años solía apoyar el oído en el piso para sentir vibraciones. A esa edad también empezó a usar audífonos. “Agradezco a mis padres todo el esfuerzo que hicieron. Asistía a dos escuelas, una privada, de inclusión, con personas oyentes, y otra de sordos para recibir apoyo”, cuenta.

De chica, si bien advierte que atesora varias anécdotas relacionadas con la discriminación, siente que fue a raíz de la propia inocencia y curiosidad de los niños más que por maldad. “Actualmente el bullying, en este sentido casi no existe y contamos con el apoyo del INADI”, aclaró.

Mamá de Alma, de 10 años, y de Francesco, de 4, Ana Paula comparte la vida con su novio Jorge. Todos son oyentes y se comunica por lengua de señas. Como directora del Grupo de Instructores de Lengua de Señas Argentina; socia de la Asociación de Sordos de Mendoza y representante en Cuyo del Departamento de Lengua de Señas Argentina de la Confederación Argentina de Sordos, Ana Paula admitió que con la pandemia y el uso del barbijo la situación de su comunidad quedó más expuesta. “Veníamos luchando desde hacía tiempo, pero la gente comenzó a tomar más consciencia a raíz del uso de los tapabocas y las dificultades que nos generó para poder entender al otro. Por fin sentimos que muchas personas se despertaron. Necesitamos la ley nacional”, reclamó.

El pañuelo que usa Ana Paula para visibilizar su lucha.
El pañuelo que usa Ana Paula para visibilizar su lucha.

Se refirió expresamente a una legislación que reconozca al idioma de Lengua de Señas Argentina a nivel a nacional. “En Mendoza hay una ley provincial, la número 7393, pero casi no se cumple. Para eso está trabajando en el Congreso la Confederación Argentina de Sordos, cuyo presidente es Enzo Rizzi”, sostuvo.

Desde lo personal, reconoció los muchos inconvenientes que generó el barbijo en el último año y medio. “Me ha costado muchísimo comunicarme, por eso lo bueno es visibilizarlo y que todos aprendan la Lengua de Señas Argentina. Hubo muchísimas barreras por falta de comunicación. Esto sucedió siempre y se agudizó en pandemia”, dijo.

Ana Paula ejemplificó con una experiencia. “Fui al banco a hacer un trámite y la persona que atendía la caja empezó a hablarme. Le expliqué que soy sorda y entonces gritaba, algo que no me gustó. No hace falta gritar, solo modular con normalidad. Le pedí que me escribiera o modulara con los labios”.

“Todo este trastorno representa mi barrera”, reflexionó, para agregar que falta en la sociedad información y comunicación. “Lucho por ser autónoma, independiente y no quiero que tengan que acompañarme a hacer trámites. Necesito enfrentar mi realidad”, opinó.

Actualmente, el uso del tapaboca es un impedimento cotidiano en la vida de las personas sordas. “En el ámbito de la salud, como hospitales, consultorios, farmacias o en comisarías y municipios, las personas desconocen esta lengua y es indispensable que lo aprendan. Sí, en cambio, existe una minoría de enfermeros que sabe LSA y nos aliviana muchísimo la vida”.

“Con audífonos escucho solamente los sonidos graves, pero hay personas que oyen distinto. Eso sí, si no tengo el dispositivo, directamente no puedo escuchar nada, solo las vibraciones”, señaló.

“¿Mi mensaje? Necesitamos del apoyo de todos, que se viralice nuestro reclamo a los políticos. Anímense a subir #LEYFEDERALSA y súmense a nuestra comunidad. Anhelamos que se reconozca nuestro idioma y luchamos por más accesibilidad y buena educación a los niños sordos”, concluyó.

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