La odisea de una mujer de 77 años para volver a Mendoza en remis: 20 horas de ruta, malos tratos y $12 mil

Ana Torres tiene su casa en la provincia y hacía un año estaba viviendo en la Ciudad de Buenos Aires. Por la pandemia, debió regresar la semana pasada. "El trato me recordó al proceso militar", destacó.

Ana Torres cumplirá 78 años en agosto y se refirió a "la cosificación" en el trato a las personas cuando intentan ingresar a San Luis y a Mendoza; además de las precarias condiciones.
Ana Torres cumplirá 78 años en agosto y se refirió a "la cosificación" en el trato a las personas cuando intentan ingresar a San Luis y a Mendoza; además de las precarias condiciones.

Ana Torres cumplirá 78 años el 16 de agosto. No es mendocina (nació en Entre Ríos), pero lleva prácticamente toda su vida instalada en estas tierras y se define a sí misma como “una persona sana, con mucha felicidad y ganas de vivir. No tomo ningún remedio, a veces un Tafirol, si me duele un poco la cabeza. Pero nada más”, resume con su alegría característica y ya instalada de nuevo en su casa de Luján de Cuyo mientras cumple con la cuarentena obligatoria que debe cumplir cualquier persona que regresa a Mendoza desde afuera de la provincia.

Ana regresó a Mendoza el jueves pasado por la tarde, proveniente de Buenos Aires y tras un maratónico viaje en un auto particular que pudo contratar para volver a la tierra donde tiene su hogar; y donde ha dejado gran parte de sus días, su familia y sus momentos. Además del altísimo costo para poder regresar a su casa (12.000 pesos); la “misión retorno” le demandó casi 20 horas en las rutas nacionales; aguardando sin demasiadas precisiones ni confirmaciones tanto cuando ingresó a San Luis -desde Córdoba- como cuando pasó de la vecina provincia a Mendoza. Fueron en total casi seis horas al costado del camino, sintiéndose a la deriva.

“Tristemente me remitió a años bastante oscuros del siglo pasado, se da un fenómeno de cosificación en el que terminás siendo como una maleta; te tratan como un objeto. Se da una deshumanización total de las personas y cuando preguntás algo, nadie te contesta nada y te dejan hablando sola. Tuve que estar todo ese tiempo adentro del auto, porque afuera hacían grados bajo cero. No había un techo siquiera para resguardarse mientras esperabas; hay baños químicos inmundos y ni siquiera hay un lugar abierto como para comprar algo para comer o para esperar. Ni siquiera alguien con quien hablar o te informe bien cómo van a proceder”, rememora la mujer; quien regresó a Mendoza luego de más de un año viviendo en Buenos Aires y prácticamente obligada por la pandemia (ya que su casa está aquí).

Una odisea, parte I

Aunque no es mendocina de nacimiento, toda la vida de Ana está asentada en estas tierras. El 11 de junio del año pasado, la mujer tomó la decisión de irse a vivir a Buenos Aires con la idea de instalarse definitivamente en la Capital Federal; y lo hizo. “Tengo amigos allá, por lo que al principio me quedé en la casa de ellos. Pero a los meses la familia tuvo una complicación y necesitaban el lugar, por lo que me mudé al departamento de otra amiga. Y allí estuve viviendo hasta que comenzó la pandemia. Como mi otra amiga también necesitaba el departamento, salí a buscar alquiler por mi cuenta y me encontré con un obstáculo gigante: nadie en ningún lado le alquila una propiedad a un jubilado solo y si no hay terceros; sin importar nada”, agrega la mujer desde su casa lujanina.

Ana es parte de un grupo sin fines de lucro llamado “Gente grande en acción”, que tiene miembros en todo el país y se dedican a ayudar a adultos mayores en distintas causas o situaciones conflictivas, como por ejemplo personas que han sido engañadas o estafadas en su buena fe y las han obligado a firmar renunciando a bienes u otros beneficios. No quedan dudas de que la idea de ayudar y el espíritu solidario son parte de su esencia; y tienen un protagonismo fundamental en su día a día. En ese ámbito también se activó la búsqueda de alquiler para Ana, pero sin éxito.

“Como los haberes de los jubilados son inembargables, nadie me quería alquilar a mí. Y yo no necesitaba vivir con nadie más, simplemente necesitaba un techo para mí. Pero pareciera ser que por ser jubilados no podemos tener proyectos, no nos puede gustar salir a comer, ir al teatro. Por lo visto, solo estamos para que los demás esperen a que nos muramos. Vamos de la lástima al descarte; pasando por la impaciencia, el fastidio y la desvalorización en la cultura actual”, lamenta.

Ya resignada a no encontrar alquiler para ella por sus medios; y sabiendo que, aunque tuviera el departamento de su amiga para quedarse mientras tanto, no podía extenderse ni abusar de esa situación; Ana decidió regresar a Mendoza. “Mi amiga necesitaba el departamento a partir de julio; por lo que me hice el análisis serológico de coronavirus y me dio negativo. Estaba todo listo para poder volver, pero encontrar los medios fue otra aventura. Escribí al mail de ‘Varados Mendoza’, y me respondieron que como tenía el domicilio en Buenos Aires no iba a poder volver en uno de esos micros. Por el Pami y ante alguna emergencia, yo me había tramitado el cambio de domicilio y lo había fijado allá. Pero tengo mi casa acá, en Mendoza. Solo dijeron que me iba a poder anotar si lograba mandarles la copia de la escritura de la casa para demostrar que realmente viviese en Mendoza; como si los estuviese engañando. Da mucha bronca que el ciudadano común sea el que está bajo constante sospecha”, se explaya Torres.

Sin chances de viajar como repatriada por los medios oficiales, la mujer inició una frenética búsqueda de un traslado particular para regresar a sus tierras. Aprovechó su buen manejo con la red social Facebook para buscar algunas empresas de remises o autos particulares. “Me contacté con algunas agencias de autos, pero ninguna salía para Mendoza cuando les preguntaba. Encontré a un hombre que figuraba como encargado de una agencia de autos que hacían viajes, y como teníamos un conocido en común en Facebook; le pedí referencias a esa persona. Luego hablé con este hombre y, aunque no estaba él en Buenos Aires; me contactó casi en el acto con un conductor. Le conté que necesitaba regresar a Mendoza, él me dijo que justo ese día tenía que viajar hasta acá para buscar a un extranjero que debía regresar a Buenos Aires y que salía a las 20. Eran las 18 y yo tenía todo preparado, así que nos pusimos de acuerdo”, sigue Ana en la reconstrucción del viaje. Y aclara que esa sucesión de coincidencias fue casi un milagro.

La odisea, parte II

Si bien la parte logística ya estaba encaminada, aún restaba el periplo del regreso. El mismo miércoles 22 de julio en que Ana y el conductor habían acordado el viaje, el hombre fue a buscar a la mujer. Entre idas y vueltas y algunos contratiempos (menores), salieron de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a las 22:30.

“Él viajaba adelante, yo atrás; ambos llevábamos la mascarilla y cumplíamos con todos los protocolos. Mientras estuvimos por la Provincia de Buenos Aires, nos pararon una sola vez y todo transcurrió sin problemas. Pero a eso de las 6:30 me desperté porque habíamos parado en la entrada a San Luis. El chofer ya sabía de la situación porque le había pasado, y me explicó. El policía que nos hizo parar nos dijo que íbamos a tener que esperar a que saliera otra caravana de vehículos escoltados para poder movilizarnos por San Luis, porque se acababa de ir un grupo de autos. Pero cuando quise preguntarle algo más, se fue y me dejó hablando sola”, relata la mujer para dar inicio a esa sensación de deshumanización que sintió desde ese momento.

Allí esperaron ambos durante cuatro horas -con las condiciones que ya describió Ana-; hasta que a las 10:30 y cuando se había formado un nutrido grupo de vehículos y pasajeros en el límite caminero, partió una nueva caravana. “Iba todo un grupo repleto de autos, a entre 60 y 70 km/h. A las 13:45 llegamos a Mendoza; y en Desaguadero nos paró la policía con otro señor y, sin dar muchos detalles; nos dijeron que íbamos a tener que esperar de nuevo. La verdad es que no creo que los puntanos y los mendocinos sepan cuán cruel es el protocolo en sus provincias, que terminan despersonalizado a quienes se ven obligados a viajar por San Luis y por Mendoza. Realmente el trato me recordó al del proceso militar”, reflexiona la mujer.

Recién a las 15:30 partieron encapsulados desde Desaguadero con destino a la Terminal de Ómnibus de Mendoza, y allí fueron abordados por el comité de crisis. “Ya en la Terminal el trato fue muy cordial. Les mostré mi análisis negativo en Covid-19 y desde allí el mismo hombre que me había traído a Mendoza, me trajo a Luján”, concluye la mujer.

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