Faltan controles que verifiquen espacios con desfibriladores

Entidades públicas y privadas están sumando DEA a sus establecimientos más por conciencia social que por miedo a las sanciones. Se recomienda que haya uno cada tres cuadras en la vía pública. La importancia de la capacitación y el mantenimiento.

La Legislatura es un espacio cardioasistido ya que además de su desfibrilador ha capacitado a su personal. Ignacio Blanco / Los Andes
La Legislatura es un espacio cardioasistido ya que además de su desfibrilador ha capacitado a su personal. Ignacio Blanco / Los Andes

A quince años de la ley provincial que impone el uso de desfibriladores externos automáticos (DEA), faltan controles que verifiquen que el aparato esté en condiciones y que el personal esté capacitado para utilizarlo. El punto a favor -que no alcanza para equilibrar la balanza- es que sigue creciendo la conciencia social y diversas entidades públicas y privadas suman algún DEA como parte de sus hábitos de higiene y seguridad.

De todos modos, sería conveniente un desfibrilador en las instituciones escolares y cada tres cuadras, por ejemplo en la calle Arístides Villanueva, como sucede en algunas ciudades europeas que los tienen instalados en la vía pública.

Si bien la ley nacional 27.159 (conocida como ley de “Muerte súbita. Sistema de prevención integral) fue sancionada, promulgada y publicada en el Boletín Oficial en julio de 2015, la legislación mendocina data de 2007 (sancionada el 14 de marzo, promulgada el 24 de abril y publicada en el Boletín Oficial el 16 de mayo).

Desfibrilador automático ubicado en la Legislatura mendocina. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Desfibrilador automático ubicado en la Legislatura mendocina. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Una vez más, Mendoza es pionera en su normativa. La ley 7.670 busca “proteger la vida de la población cuando las condiciones necesarias para la promoción, protección, recuperación y rehabilitación de la salud dentro de la problemática que origina la muerte súbita y el síncope”. Para ello, entre otras acciones, el artículo 8 especifica que “el Poder Ejecutivo impondrá el uso de desfibriladores automáticos en los establecimientos con capacidad para mil personas, cuando estuviesen concesionados o privatizados, centros comerciales con superficies de venta al público mayores a mil metros cuadrados”.

Desde entonces, diferentes espacios han bregado por convertirse en zona cardioasistida. Casa de Gobierno, Legislatura, varios municipios, diferentes reparticiones públicas como el Instituto de Juegos y Casinos y el Iscamen han dado a conocer, como la UNCuyo y el Parque Provincial Aconcagua, que cuentan con sus desfibriladores.

“Sucede como con la ley de tabaco”, grafica el doctor Alejandro Saracco. Actualmente, hasta fumadores y locales respetan los espacios libres de humo aunque no haya quien los controle y ponga multas. Algo similar ocurre con la ley de muerte súbita. Según explica Saracco, es la gente la que adhiere más que por temor a la sanción, por una cuestión de conciencia. Se han dado capacitaciones en gimnasios y empresas, apunta el especialista y apunta que cada vez hay más aparatos.

Capacitación y mantenimiento

Si bien es positivo que haya más desfibriladores -lo ideal es que se tenga acceso a un aparato a no más de tres minutos de donde ocurrió el episodio-, es fundamental que tengan el mantenimiento correspondiente. Ya que las pilas y los parches tienen determinada vida útil aunque no hayan sido usados.

“Faltaría dar una vuelta para ver las condiciones”, señala Saracco y admite que tener DEA sin mantenimiento es como tener una ambulancia sin combustible.

Y en este aspecto incluye el entrenamiento del personal. “En un espacio cardioasistido, entre el 15 y 20% de la gente debiera saber cómo usar el DEA”, advierte el profesional que especifica que una capacitación bianual asegura que siempre haya alguien con los conocimientos necesarios para operar el aparato y saber qué hacer.

Cómo se hace la maniobra de reanimación cardiopulmonar (RCP) y el uso del desfibrilador. Gustavo Guevara
Cómo se hace la maniobra de reanimación cardiopulmonar (RCP) y el uso del desfibrilador. Gustavo Guevara

Es que solamente con la capacitación se puede vencer el miedo al pánico de actuar en una situación de emergencia y se puede adquirir el valor de hacerlo y de estar convencido de que lo estoy haciendo bien. Gracias a eso, ejemplificó Saracco, la hija de una enfermera contribuyó hace unos días a salvar la vida de una persona que sufrió un infarto a escasos metros de donde ella estaba reunida con amistades en un bar de la Arístides.

Aunque en ese caso concreto no hubo uso del DEA, funcionó parte de la cadena de supervivencia. Se llamó a la asistencia médica y la joven comprimió el pecho hasta que llegó la ambulancia con desfibrilador que trasladó al paciente al hospital donde se recupera.

Qué es la cadena de supervivencia

La ley 7.670 en su artículo 4 define a la cadena de supervivencia como “la sucesión concatenada de actos que tienen lugar desde la detección de un posible caso de muerte súbita hasta la internación y tratamiento del paciente dentro de un nosocomio público o privado, llevada a cabo por los diversos actores involucrados”.

Esta cadena incluye cinco pasos:

  1. Uso de línea de emergencias gratuita - 911 o similar: Activación del Sistema de Emergencia Comunitario y activación del Sistema de Emergencias Móviles.
  2. Resucitación Cardio Pulmonar a cargo del Primer Respondedor (persona con la capacitación en RCP que se encuentra en el lugar del hecho).
  3. Desfibrilación a través del uso de desfibriladores automáticos operados por persona capacitada en su uso.
  4. Pronta llegada del Sistema de Emergencias Móviles a efectos de proporcionar tratamiento prehospitalario.
  5. Traslado, internación, tratamiento y seguimiento de la evolución del paciente.

Llame y comprima”, resume Alejandro Saracco. Llamar a la ambulancia y al DEA más cercano, y mientras llegan practicar RCP comprimiendo el pecho del paciente rítmicamente.

Desfibriladores de la UNCuyo

Desde 2015, la UNCuyo ha instalado 45 desfibriladores externos automáticos distribuidos en diferentes edificios de la universidad (incluso en el Instituto Balseiro) y colocados de forma estratégica distanciados a no más de tres minutos de los puntos más alejados, que es el tiempo límite en que una persona no perdería sus funciones cerebrales.

Esto ha sido acompañado con capacitaciones en varias facultades y establecimientos realizadas por la Dirección General de Medicina Laboral. De hecho, esta semana que empieza la Coordinación de Salud Integral de la Secretaría de Bienestar Universitario realizará dos cursos de RCP, a cargo de Bomberos Voluntarios de Godoy Cruz (el martes 26 a las 11.30 o el jueves 28 a las 8.30 en el Salón Verde del Comedor Universitario).

Y, si bien desde la Universidad admiten que hasta la fecha no ha hecho falta el uso de ninguno, “es una gran tranquilidad para la UNCuyo contar con estos equipos y tener al personal entrenado para su correcto uso” de acuerdo a lo que expresó Soledad Molina, coordinadora de Infraestructura, Mantenimiento y Servicios de la Casa de Altos Estudios.

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