Entre tumbas: misterios e historias de quienes descansan en los cementerios mendocinos

Las necrópolis guardan numerosos relatos vinculados a los difuntos. “La Lopecita”, la mano misteriosa y la novela brasileña que se filmó en el cementerio de Capital son algunos.

En la necrópolis de Ciudad descansan los restos de miles de mendocinos. Las visitas guiadas incluyen historias de masones, familias patricias y bodegueros. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
En la necrópolis de Ciudad descansan los restos de miles de mendocinos. Las visitas guiadas incluyen historias de masones, familias patricias y bodegueros. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Hace poco más de una semana salió a la luz un repudiable y siniestro episodio que tuvo lugar en un cementerio de San Martín y no tardó en convertirse en noticia. La secuencia de tres mujeres que ingresaron al cementerio de Buen Orden, en ese departamento del Este, y se fotografiaron con un cadáver en una de las fosas no tardó en viralizarse y generar críticas. No sólo por lo perverso de la situación, sino también por lo irreverente para un lugar considerado por muchos sagrado y de descanso eterno.

El respeto para quienes ya no están (al menos en este mundo), su memoria y la conservación a salvo de sus restos son algunas de las premisas básicas que rigen en los cementerios, no sólo de Mendoza, sino de cualquier parte. O deberían hacerlo. Sin ir más lejos, en la literatura y en el cine de ciencia ficción abundan ejemplos de historias que no terminaron de la mejor manera y que, casual o causalmente, tuvieron su punto de partida con alguien que se burló de un difunto, su tumba o del “suelo santo” que representa un cementerio.

Claro está que ello es parte de la ciencia ficción, un ámbito en el que todo vale y donde no hay lógica que rija. Sin embargo, como suele decirse, muchas veces la realidad supera la ficción. Por ello, bien merece la pena repasar algunas historias de situaciones atípicas –cuando menos- y que tuvieron como escenario cementerios mendocinos.

La niña de Gomara

En los cementerios, entre tantas particularidades, suelen encontrarse todo tipo de historias. Sin embargo, las más emotivas e impactantes suelen tener que ver con la devoción. Y si del cementerio de Guaymallén se habla, es imposible no hablar de “La Niña de Gomara”, su historia y la movilizadora devoción que tiene hacia ella Carmen, la histórica florista que tiene su puesto en las inmediaciones del lugar.

La Niña de Gomara –también conocida como “La Lopecita”- no es otra que Mercedes Encarnación Genoveva Alejandrina Esparta Sanjurjo López de Gomara, la hija del fundador de Villa Nueva, Justo López de Gomara. “La Niña de Gomara” falleció en 1902, con apenas 17 años, y fue una de las víctimas que se cobró la fiebre tifoidea que azotaba a la población en aquel entonces.

Aunque la familia –de posición acomodada- viajó a Buenos Aires en búsqueda de los mejores y más vanguardistas tratamientos, la adolescente decidió regresar a Mendoza. Finalmente, aquí murió y su fallecimiento fue realmente doloroso para sus padres.

El cuerpo de la niña descansa en el mausoleo de la familia López de Gomara desde entonces y una de sus más fieles y fervientes devotas es Carmen. Pero su parcela recibe a diario la visita de gran cantidad de fieles.

Según rememora la propia Carmen, la historia que convirtió en mito a “La Niña de Gomara” comenzó el 2 de noviembre de 1963, cuando -en coincidencia con el Día de los Muertos- la familia decidió abrir su ataúd al público. “Ahí estaba la niña, con sus chapecas (trenzas) hermosas, las uñas un poquito largas y con la cara apenitas caída; pero estaba en buen estado sin haber sido embalsamada ¡Ni siquiera tenía mal olor!”, rememora Carmen, una y otra vez, a quien le pregunta por la historia de la niña.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Cuando se abrió el ataúd en 1963, y que permaneció abierto durante tres días, Carmen tenía 10 años y fue a ver a la niña por recomendación de su padre. “¡Lloré tanto cuando la vi! Luego de que lo cerraron, el ataúd quedó flojo. Pero quienes vienen a verla la respetan y nadie lo abre. Si algún día se vuelve a abrir, voy a ir casa por casa avisándole a la gente que venga a verla. Porque es algo realmente hermoso y milagroso”, reflexiona la florista.

Todos los días ella es la encargada de mantener limpio el mausoleo y su ataúd, de llevarle un ramo de las mejores flores que tiene y, además, deja en su interior las ciento de plaquitas que le llevan sus devotos. “Todos los días le pido a Dios, a la Virgen de San Nicolás y a ‘La Niña de Gomara’, que es mi protectora, como mi hija”, suele repetir –con emoción- cuando alguien le pregunta por su historia.

Juego de manos

Entre 1982 y 1983, Alejandra tenía 10 años. La casa de su familia se ubicaba a sólo dos cuadras del cementerio de Capital, ubicado en Las Heras. Y, junto a su grupo de amigos, se la pasaban jugando en la calle.

“Siempre salíamos a caminar y terminábamos en el cementerio, especialmente en la zona de las tumbas viejas, porque muchas quedaban abiertas. Un día fuimos para allá y de una de las tumbas abiertas sacamos una mano y nos la llevamos. Toda esa tarde estuvimos jugando con la mano pero, cuando llegó el momento de volver a las casas, no sabíamos qué hacer con ella. ¿¡Quién iba a querer llevársela a su casa!?”, apunta la mendocina al rememorar una de sus tantas anécdotas referidas a la proximidad de su casa con el cementerio.

“Nadie se la llevó, por lo que la tiramos en la acequia; nos desentendimos y cada uno siguió en la suya. El tema fue a la mañana siguiente, cuando el barrendero de la cuadra estaba limpiando las acequias y encontró la mano. Se armó todo un escándalo y misterio sobre a quién pertenecía la mano. Nunca dijimos nada y nunca se supo nada más de la mano y de cómo había llegado hasta allí. En un momento hasta llegaron a pensar que la había sacado algún estudiante de medicina del cementerio para estudiar anatomía”, rememora Alejandra.

Los muertos que hablan y las escenas de “Avenida Brasil”

Juan Carlos González es guía e investigador del cementerio de Capital y es el encargado de las visitas guiadas que organiza la municipalidad en el espacio. “Los muertos te hablan, de una u otra forma. Si vos partís de fojas cero para averiguar quién fue una persona, con la información de una lápida (nombre, año de nacimiento y de la muerte) podés conseguir el resto”, resume González, basándose en su experiencia y su trabajo.

Así, por ejemplo, partiendo del rostro hecho en piedra de una mujer, cuya tumba sobresalía entre los otros nichos, y con un arito que evidenciaba que había un trabajo muy logrado en el grabado, pudo identificar la tumba de Encarnación G. Echevarrieta, una distinguida dama mendocina perteneciente a una importante familia.

Pero los pasillos del cementerio mendocino encierran otras tantas anécdotas, muchas de ellas pintorescas y desconocidas por la mayoría de los vecinos. “En el cementerio de Capital se grabó la novela brasileña ‘Avenida Brasil’ en 2012. Durante los primeros capítulos, la protagonista viene a Argentina y, cuando muere el padre, las escenas del entierro son filmadas en el cementerio de Capital”, sintetiza el investigador.

Escenas de un sepelio de una telenovela brasileña fueron grabadas en Ciudad. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Escenas de un sepelio de una telenovela brasileña fueron grabadas en Ciudad. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

La bandera oculta

En 1983, con el regreso de la democracia, una bandera argentina empapada en sangre fue encontrada en el panteón de los trabajadores ferroviarios de Mendoza, también en el cementerio capitalino. Allí permaneció casi 80 años, oculta y sin que nadie supiera –al menos oficialmente- de su existencia.

“En 1917 hubo una importante manifestación de ferroviarios en Mendoza, motivada por los malos pagos y la crítica situación. Un grupo de trabajadores salió de la sede -en Las Heras y Belgrano- y marcharon por las calles mendocinas. Delante de los hombres iban dos mujeres, Josefina Bardiani de Gómez y Adela Montaña. Al llegar a la esquina de Belgrano y Colón, esperaba un grupo de militares quienes dispararon hacia la manifestación con un mauser. Las dos mujeres murieron en el acto”, rememora el guía.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Y concluye:”Una de ellas llevaba la bandera argentina, en la que iba envuelta. Los trabajadores ferroviarios, para que no se la llevaran los militares, guardaron la bandera con la mancha de sangre y la ocultaron en el cementerio. Allí estuvo hasta la vuelta de la democracia, cuando la encontraron”.

Celulares arruinados

Aunque prefirió no ser identificado, un hombre que, por trabajo, frecuentó durante mucho tiempo el cementerio de Ciudad por las noches, se sincera al confesar que jamás vivió alguna situación paranormal ni atípica, aunque aclara que siempre se manejó con mucho respeto en el lugar.

“No te voy a mentir: historias de fantasmas, que yo sepa o haya escuchado, no hay en el cementerio; nunca vi nada. Sí te puedo asegurar que la energía que se maneja y circula dentro del cementerio es muy extraña, tanto que me arruinó dos celulares. ¡La energía del lugar te chupa toda la batería y los destruye”, confiesa.

Visitas guiadas al cementerio de Capital

La secretaría de Turismo y Cultura de la Municipalidad de la Ciudad de Mendoza sigue organizando visitas guiadas al cementerio. A un ritmo de dos visitas por mes (el primero y cuarto martes de cada mes), durante julio los recorridos serán a partir de las 18.30.

Con los protocolos correspondientes y en el contexto de pandemia, desde diciembre y hasta la fecha se han celebrado 19 visitas, de las que participaron más de 1.800 visitantes.

Las dinámicas y charlas son variadas, e incluyen masones, galenos, mujeres, historia y vida de bodegueros.

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