En el Estadio y en la calle: a 20 años de un marzo con dos fiestas en escenarios extraños

La crisis económica, financiera y social de 2001, que incluso dejó muertos en las calles, repercutió en Mendoza. El Gobierno de entonces decidió achicar gastos y llevó el festejo central al estadio Malvinas Argentinas. Los actores, en protesta, se volcaron a hacer otra fiesta en las calles.

A 20 años de un marzo con dos fiestas enfrentadas. Foto de la previa de la fiesta de la Vendimia de 2002, en el Estadio Malvinas Argentinas.
A 20 años de un marzo con dos fiestas enfrentadas. Foto de la previa de la fiesta de la Vendimia de 2002, en el Estadio Malvinas Argentinas.

Verano de 2002. El país atravesaba un momento político-económico-social inédito, muy delicado. Dos meses antes, los días 19 y 20 de diciembre de 2001, muchos ciudadanos salieron a oponerse en Buenos Aires a la decisión del gobierno de Fernando de la Rúa de imponer el corralito a los depósitos bancarios. Las protestas terminaron con una violenta represión, la muerte de 39 personas y la renuncia del Presidente.

Llegaron febrero y marzo de 2002 y, con ellos, el tiempo de Vendimia en nuestra provincia, en medio del descontento y las medidas de amparo contra el corralito financiero.

La administración de Roberto R. Iglesias (1999-2003) decidió achicar gastos sacando la fiesta central del teatro griego Frank Romero Day (en uso desde 1963), redujo la contratación de artistas, postergó el libreto argumental que había ganado Golondrina Ruiz y dispuso la realización del gran espectáculo en el estadio mundialista Malvinas Argentinas, que nunca había sido utilizado de esa manera.

El enfrentamiento de opiniones o pareceres dio como resultado la separación entre quienes, cada temporada, trabajaban en el armado del festejo por el trabajo mendocino: el Gobierno y los artistas, encolumnados en la filial Mendoza de la Asociación de Actores.

Estos últimos decidieron realizar lo que se conoció como la Vendimia paralela que, desde entonces, figura en la historia oficial de la celebración. Luego de no encontrar respuestas en las autoridades de Cultura de entonces (Guillermo Billy Romero era el titular) y del Pacsem (Programa de Actividades Socioeconómicas de Mendoza), los “rebeldes”, bajo la coordinación del actor Walter Neira y la coreógrafa y directora vendimial, Vilma Rúpolo, llevaron a cabo presentaciones con las características de un megaevento, con la vía pública como escenario.

Por aquellas jornadas, Neira, entonces de 40 años y sin haber dirigido aún ninguna fiesta, dio las explicaciones del caso a Los Andes: “Lo que estamos preparando tiene que ver con los tiempos que corren porque, en otra época, no sé si hubiera planteado esta solución a la crisis”. La ya consagrada Rúpolo señalaba que “los artistas tenemos la necesidad de ser la expresión de algo que está pasando hoy”.

Mientras tanto, el equipo oficial preparaba la fiesta para el Malvinas, que se ofreció el sábado 2 de marzo, ante una platea estimada en 20.000 almas. El libreto fue donado por la poeta, dramaturga y escritora Vilma Vega, quien dio vida a “Vendimia 2002, la de todos”, con puesta en escena del bailarín y coreógrafo Héctor Moreno, asistido por su esposa, Claudia Guzmán.

Hace unos días, rememorando esos tiempos, la libretista dijo a este diario: “Fue todo muy apresurado porque apenas tuvimos veinte días para preparar la obra y, encima, un verdadero desafío porque al teatro griego no hay cómo sustituirlo. Ensayábamos en el mismo estadio, al que a veces nos costaba llegar por los cortes que se producían debido a la actividad que desplegaban en las calles los actores en protesta”.

El espectáculo oficial contó con alrededor de 306 artistas, menos de la mitad de los que tuvo la entrega de 2001, y pertenecían a los planteles de los ballets municipales.

Fue una patriada hacerla (la fiesta), porque eran condiciones diferentes. A nivel de emoción, fue una de las que más me llegó de las tres que hice”, añadió Vega. Destacó el apoyo de mucha gente, entre otros, de Billy Romero y también de Pedro Marabini. En cuanto a anécdotas, recordó que en determinado momento temieron que los actores, enfrentados con ellos, hicieran un ‘cacerolazo’ frente a la entrada del estadio, lo que finalmente no ocurrió.

Sin rencores

Con los años, no se percibe un sentimiento de resentimiento con los actores que actuaron por afuera. Por lo menos, eso se desprende de expresiones actuales de la guionista y también del director Héctor Moreno (65), quien asumió el desafío de conducir, con pocos días de ensayo y en un lugar sin los atributos extra que ofrece el anfiteatro: los cerros y sus posibilidades de efectos especiales y de iluminación. “No sé qué sintieron ellos (refiriéndose a Rúpolo y Neira), pero yo lo acepté como una expresión extracultural. En mi caso, me siento muy orgulloso de nuestra fiesta. Ejercimos la dirección pero, además, hicimos diversas tareas ‘extra’: cargar bidones con agua, colocar utilería a pulmón y ordenar las sillas para las autoridades”.

Esa noche se consagró a la tupungatina Noelia Blanco, quien ya se desempeñaba como docente de inglés con sus 18 años. En ese momento, tuvo una referencia al traumático momento económico al señalar que “la salida de la crisis está dentro de las aulas”. Hoy sigue pensando igual.

A la ficha técnica del espectáculo del Malvinas hay que agregar que la duración alcanzó a 50 minutos. La dirección musical la ejerció Daniel Talquenca y actuó en vivo la Orquesta Filarmónica, dirigida por Nicolás Rauss.

Tomar la calle

Los actores de la paralela se movieron en distintos frentes. Desplazamientos y ensayos sorpresivos antes de la fiesta principal; una protesta durante la Vía Blanca y, finalmente, su propia fiesta el 9 de marzo, una semana después de concluidos los actos oficiales.

Muchos de los ensayos se realizaron en la ciudad de Palmira y el acto de cierre consistió en la marcha de una troupe de 400 artistas y músicos, que comenzó en Martínez de Rozas y Emilio Civit, que concluyó en los Caballitos de Marly con la elección de la Reina de los cosechadores, corona que recayó en Anselma Altamiranda, de Lavalle, 92 años, tres hijos y treinta y tres nietos. El guion de este evento lo plasmaron Sonnia de Monte y Patricia de la Torre.

Ad honorem

Como Vilma Vega trabajó ad honorem para la Vendimia de 2002, y los derechos de autor son intransferibles, debió esperar a que Argentores los liquidara a su nombre y, de esa forma, poder endosar el cheque a la Tesorería provincial.

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