El barrio de Florencia está de luto: vecinos de la chica asesinada dicen que no encuentran consuelo

Las familias del Barrio Escorihuela donde vivía la adolescente ayudaron a difundir su caso cuando aún se desconocía su destino. Hoy la recuerdan como una persona tímida que se sentaba en su vereda a reír y charlar con amigas.

La pesadumbre se apoderó en los últimos días de la calle Barcelona de Rodeo de la Cruz, donde vivía Florencia Romano / Nicolás Rios
La pesadumbre se apoderó en los últimos días de la calle Barcelona de Rodeo de la Cruz, donde vivía Florencia Romano / Nicolás Rios

En el barrio donde vivía Florencia Romano el dolor y el desconcierto se sienten en el aire. El sol de la tarde del sábado no logra entibiar el frío que se apoderó de la cuadra a la que le arrebataron una vida, una voz familiar, una amiga.

Las veredas, que tantas veces la chica caminó, sienten su ausencia y los ojos de quienes la vieron reír sentada en el cordón de la calle junto a sus amigas se llenan de lágrimas con sólo escuchar su nombre.

Una tristeza inmensa se mezcla con la bronca, y la desolación es casi tangible, y tiene tanto peso que muchos se quedan sin palabras. Es que lo sucedido pocas palabras tiene, y por eso buscan explicaciones que no encuentran y los recuerdos se agolpan en las miradas.

“El barrio está de luto”, sentencia Delia Nieva, la vecina de la casa de enfrente. La mujer cuenta que a Florencia Romano la conoció ni bien nació y que prácticamente se crió con sus nietas.

Delia Nieva expresó su dolor: conocía a Florencia desde que nació.
Delia Nieva expresó su dolor: conocía a Florencia desde que nació.

“Nos llevaron a un angelito de la cuadra y hemos quedado todos muy mal. Es una pesadilla lo que está pasando”, expresa. “Siento bronca y rabia -dice luego Delia, casi al borde del llanto- porque se podría haber evitado. Pidieron ayuda para ella y no se la dieron”.

Florencia, de 14 años, había salido el sábado 12 por la tarde de su casa, en la calle Barcelona casi Bandera de Los Andes, de Rodeo de la Cruz, Guaymallén. Fue la última vez que cerró esa puerta, ya que luego se perdió contacto con ella.

El jueves por la tarde fue encontrado su cuerpo, envuelto en una frazada en una acequia de Maipú. La Policía ya buscaba en la zona y había detenido a Pablo Arancibia (33) y a Micaela Méndez (27), hoy acusados de femicidio.

Hasta la casa de ambos se había seguido el rastro de la chica, y es donde se había detectado el momento en que apagó su celular. Florencia había contactado a Arancibia por Instagran y este la habría convencido para ir a su casa.

En medio de la investigación surgieron relatos de otras jóvenes que señalan que el hombre se valía de artilugios para captar adolescentes.

Un sistema que hizo agua por todas partes profundiza la indignación. Sus padres relatan el intento fallido de hacer una denuncia policial que no les tomaron por falta de personal. Además, un vecino de Gutiérrez escuchó los gritos de Florencia y llamó al 911 para dar aviso, pero la operaria cortó la llamada, no lo informó y nadie hizo nada.

Los primeros resultados de las pericias arrojan que hubo un intento de abuso, quiso defenderse, fue golpeada, asesinada y luego incinerado parte de su cuerpo.

En el barrio donde vivía, muchos de sus vecinos la recuerdan sentada en el cordón de la vereda frente a su vivienda, entre risas, con amigas. Cuentan, además, que no era de salir mucho, que era más bien tímida y que parecía muy apegada a su mamá, con quien solía salir a caminar por la zona.

La tristeza al recordarla también golpea la puerta de la casa de al lado de la de Florencia. “Mi papá está muy mal. Tiene 87 años. La conocía a la nena desde la panza, y está muy triste, no quiere ni comer”, cuenta María Morales.

“Era calladita, simpática, respetuosa”, describe su vecina, y se conmueve cuando vuelve a su memoria la desesperación de los días previos al cruel desenlace.

Desconsuelo

Hasta la casa de Silvia Antúnez, Florencia iba de visita desde chiquita, porque las familias son amigas. Dice que, por lo que la conocía, no puede entender cómo llegó hasta su victimario. “Me he pasado estos días llorando con mi familia, me acuesto y me paso la noche sin dormir pensando por qué Florcita fue a ese lugar”, cuenta entre lágrimas. Y se anima a conjeturar que puede haber sido amenazada.

“Me cuesta dormir, reconstruyo todo el tiempo en mi mente lo que hizo, su viaje en el Metrotranvía y la imagino de ella al caminar por ese callejón, pero no le encuentro explicación”, agrega.

Los relatos hacen referencia a la agonía que sus allegados han vivido estos días, el mismo sábado cuando supieron por sus padres que habían perdido contacto con la adolescente compartieron la angustia con la familia. Como en otros barrios, los vecinos son el abrazo cercano que brinda apoyo inmediato y este no es la excepción.

Vanesa Guzmán vive más cerca de la esquina. Cuenta que, cuando supieron que se había perdido contacto con Florencia, inmediatamente comenzaron los contactos entre los vecinos y cortaron las calles en desesperados pedidos por respuestas que llegaron tarde. “A todos nos ha caído muy mal, no lo podemos creer”, agrega, con la mirada nublada.

Silvia dice que estos días la zona ha sido un peregrinaje de gente que viene a saludar a la familia, que al papá de Florencia le dicen que tiene “un millón de amigos” y eso se ha hecho sentir.

Son abrazos que reconfortan, pero, sin dudas, no habrá nada que llene un vacío que ha dejado a todos sin consuelo.

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