Don Prudencio, el mendocino homenajeado a los 100 años: “Trabajar por el progreso fue el motor de mi vida”

El miércoles, cuando Prudencio Díaz festeje sus cien años será reconocido por la Legislatura provincial por su vida solidaria y la contribución a diferentes instituciones mendocinas.

“Todo lo que he hecho, lo he hecho con seguridad y conciencia”, indicó Prudencio Díaz. / Foto: Ignacio Blanco
“Todo lo que he hecho, lo he hecho con seguridad y conciencia”, indicó Prudencio Díaz. / Foto: Ignacio Blanco

Prudencio. Nombre de origen latino, que proviene de la palabra prudens. “Prudente, juicioso, el que prevé, el que sabe algo por anticipado”. Quizás como una marca del destino, sin saberlo, fue el nombre que eligieron su madre María Gutiérrez y su padre Rafael Díaz para este mendocino que será homenajeado en la Legislatura por su vida solidaria y que en unos días cumplirá 100 años.

“Mi vida ha sido muy dura desde muy chico. Pero no me arrepiento de nada, porque lo que he hecho lo he hecho con seguridad y conciencia”, así comienza a repasar sus 99 años y 362 días de vida don Prudencio. “Siendo muy joven, una gitana me leyó la mano y me dijo que iba a durar más de 100 años y tengo una historia de longevidad por parte de mi familia materna”, continuó.

Nació el 28 de abril de 1921, en la Media Luna, mismo barrio que ocho años más tarde vería nacer al multifacético Armando Tejada Gómez, ubicado en el distrito de Pedro Molina de Guaymallén.

Las circunstancias de su vida y su familia obligaron a Prudencio a abandonar la escuela a los nueve años. Respondiendo a una cuestión común en las familias de la época, desde niño se dedicó a trabajar junto a su padre en el tambo familiar. En un primer momento su principal tarea consistió en llevar vacas a pastar a la localidad de Nueva California en San Martín.

Dificultades económicas de la familia llevaron al joven a ejercer diferentes oficios desde muy chico, entre ellos peón de panadería. A los 17 años, volvería a su primer trabajo de la mano de su tío Saturnino quien lo eligió para que se encargara de sus vacas en el Pedregal, Maipú. La vitivinicultura también formó parte de la vida laboral como contratista de viña en la bodega de su tío.

“Fui presidente del Banco Libertador en Rodeo del Medio desde 1975 hasta 1979 cuando viajé a Europa por cuestiones comerciales. Fui presidente de Digta, empresa productora y exportadora desde 1956 hasta 1990. Éramos seis socios, yo era el mayor y todos los demás han fallecido. Y hasta fui presidente de una Cooperativa de Agua”, recordó lúcidamente. El desarrollo económico que representó la principal exportadora de ajo y cebolla permitió a sus socios adquirir una bodega que bautizaron “Los Toneles”.

Todos esos logros se fueron gestando mucho tiempo antes, con un silencioso trabajo por ejemplo en su propia chacra, que alcanzó un puesto en la vieja feria de Guaymallén para comercializar su producción.

A Prudencio se le olvidó mencionar varios puntos de su extenso CV, entre ellos que fue dirigente de la Federación Agraria durante los años 50. En 1957, ayudó a que llegara la línea de alta tensión eléctrica de la calle Nicolás Serpa de Maipú, una de las primeras que contó con ese servicio. Además, trabajó por el asfaltado a través de un acuerdo entre los vecinos de la zona y Vialidad. En 1972 impulsó la cooperativa de electrificación rural Santa Rosa.

“En 1990 fui parte de la creación de la Cooperativa de Agua Potable barrio 25 de Mayo con apoyo municipal, de la cual fui presidente por 24 años. Con 94 años dejé la presidencia a cargo de un socio”, demuestra en una frase que la edad no es impedimento.

Pero el aporte solidario al desarrollo de su tierra natal es mucho más extenso. Apoyó la construcción de las escuelas Pedro Varela y Remedios de Escalada de San Martín en El Pedregal, como así también de otra en El Carrizal. Fue impulsor del desarrollo del colegio Sagrada Familia en Colonia Bombal, su firma y la de su esposa Avelina quedaron plasmadas en la piedra fundamental de la capilla. Secundarias de Rodeo del Medio también recibieron su contribución.

La lista no termina allí. Las tierras donde se encuentra el centro de salud de Los Álamos en Fray Luis Beltrán fueron donadas por Prudencio quien además colaboró en la construcción y equipamiento. En la década del 90 creó la Cooperativa de Agua Potable y Servicios de El Pedregal.

Una vida, un siglo

Incontables son los hechos históricos y sociales que vivió don Prudencio. Según sus dichos, uno de esos hechos que más lo marcó fue el golpe de estado de setiembre de 1930 que derrocó al presidente Yrigoyen.

También las postales de la transformación de Mendoza vienen a su mente. “Recuerdo el canal Cacique Guaymallén con grandes cañaverales a los costados. Cuando había crecientes se desbordaba y corría agua por la calle Pedro Molina como un río. La transformación de la ciudad ha sido total”, dice y enumera “el asfalto, la electricidad, el teléfono, todos los adelantos y ahora somos como 1.700.000 habitantes”.

“¿Qué es lo mejor y lo peor de llegar a los 100 años? Lo mejor de llegar es estar saludable y con gran voluntad para poder lograrlo. Lo peor para mí nunca existió porque siempre tuve visión de progreso”, responde.

No sorprende entonces que el miércoles, cuando Prudencio cumpla sus 100 años sea distinguido por la Legislatura. “Ejemplo de vida, cultor de la palabra y del trabajo genuino, es un ciudadano solidario que siempre se preocupó por el prójimo y ayudó a progresar a quiene lo rodearon”, así lo definió su familia, su mayor creación junto con su esposa Avelina Franco, su compañera de toda la vida.

“En la década del 70 compré una finca abandonada y creé Villa Avelina, un lugar donde siempre nos reunimos con la familia. Le puse ese nombre en homenaje a mi esposa que siempre tuvo el valor de acompañarme”, contó Prudencio quien pasa sus días con su familia formada por sus tres hijos, diez nietos y diez bisnietos (y dos más que están por nacer).

Llegar a los cien años despierta la memoria de propios y ajenos, e invita a la reflexión. “Siempre viví con la libertad de un jilguero, con la voluntad de trabajar para lograr el progreso, eso fue el motor de mi vida... Con muchas horas de trabajo... Cumplir cien años principalmente significa tener que agradecer a la vida por la gran salud que siempre me dio. Nunca fumé, nunca tomé alcohol”, dijo, quizás revelando sin quererlo, su “pócima mágica”.

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