Con la crisis y la post pandemia, aumentó la cantidad de vendedores ambulantes en el Centro mendocino

Muchas personas que perdieron sus trabajos en el momento más crítico de la pandemia lograron reinventarse y ganar algo de dinero con la venta ambulante en el centro. Medias, flores, artesanías, comida y hasta camisetas de Argentina y figuritas del Mundial son parte de la infinita oferta. Y aunque es una práctica prohibida, en la realidad es muy difícil controlarla y erradicarla.

Con la crisis y la post pandemia, aumentó la cantidad de vendedores ambulantes en el centro, Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Con la crisis y la post pandemia, aumentó la cantidad de vendedores ambulantes en el centro, Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

p“Hasta que se declaró la pandemia, vendía ropa en un local. Pero hubo reducción de personal, por lo que me quedé en la calle. Ahí empecé a cocinar en mi casa y de lunes a viernes, al mediodía, me vengo al centro con sanguchitos de milanesas y los vendo. Cuestan 250 pesos los chicos y 500 pesos los grandes. No se compara con lo que era tener un trabajo estable, pero al menos puedo ganar algo”. La frase es de Silvana, quien tiene 39 años e intentó reinventarse luego de la pandemia. Por medio de la venta ambulante, encontró una forma de rebuscarse el día a día. “Por lo general no tenemos problemas, pero siempre andamos con miedo a que nos saquen lo que vendemos. Entiendo las ordenanzas que lo prohíben. Pero es la única forma de ganar algo de plata”, agrega la mujer, quien prefiere no dar más datos de sí misma.

Como Silvana, cientos de mendocinos salieron a la calle a ganarse la vida con la venta ambulante durante los últimos años. Al tratarse de una actividad informal, no existen cifras oficiales. Pero desde la Municipalidad de la Ciudad de Mendoza reconocen el incremento. Desde medias hasta sánguches, cafés y tortitas, pasando por tapabocas y alcohol en gel en el momento más crítico de la pandemia; la oferta es infinita, así como también la cantidad de oferentes.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

La venta ambulante está prohibida en la Ciudad de Mendoza por tres ordenanzas. Cada una de ellas, en su articulado, establece qué elementos están prohibidos para su comercialización en la vía pública sin autorización. En la teoría, no se debería poder comprar ni vender nada, pero en la práctica, el panorama es completamente distinto. Y, en off, desde la comuna reconocen que es imposible controlar meticulosamente que estas actividades no se lleven adelante.

Un día en la vida de un vendedor

Por calle Arístides Villanueva y Colón, por la peatonal Sarmiento, por las inmediaciones de avenida Las Heras y General Paz y por la zona del hospital Central, en una hora se pueden encontrar -por lo menos- a 20 personas vendiendo medias.

Roxana Carozo (33) es una de las vendedoras que camina diariamente las en centro mendocino. Hace siete años se dedica a la actividad en distintos departamentos, mientras que hace 3 meses camina por las calles de la Ciudad buscando ampliar su clientela ocasional. Su oferta incluye medias (de tipo soquetes) y repasadores. Y hasta se ha aggiornado a los tiempos que corren y recibe Mercado Pago a quienes quieran comprarle. “Todos los días ando por la zona de Las Heras y España. De lunes a jueves trabajo medio día, mientras que viernes y sábado hago de 10 a 18″, resume la mujer.

“Ahora somos pocos, pero porque andan los municipales por acá. Por lo general nos piden que no nos quedemos instalados en un lugar, sino que vayamos caminando”, se sincera la mujer durante la tarde del viernes y ante la consulta de Los Andes. En un día de trabajo promedio, Roxana vende 4.000 pesos en medias. La ganancia para ella y quienes viven de la reventa de medias en la calle consiste en comprar medias por cantidad y a precio mayorista. “Yo compro una o dos veces por semana en un mayorista y salgo a vender”, cuenta.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Las flores son otra alternativa. Al igual que con las medias, el negocio para obtener una ganancia es comprarlas en florerías importantes, en cantidad, y luego armar los ramos y venderlos por separado. “Para el Día de la Madre de 2019 empecé. La verdad es que me fue bien ahí, por lo que seguí. Para esas fechas o para San Valentín es cuando más se vende. Pero siempre hay alguien que pasa y decide comprar para tener un lindo gesto con su pareja”, cuenta con optimismo José Sánchez, quien anda con sus ramos por el centro. “Las que no son rosas cuestan 400 pesos por ramo, mientras que las rosas están en 500 pesos”, explica.

Las artesanías no escapan a esta salida laboral. No solamente en las ferias, sino aquellas personas que se instalan con sus paños. Germán es uno de ellos y, en la plaza Independencia, ofrece colgantes confeccionados por él mismo con piedras energéticas. “Es algo que me apasiona”, se sincera, mientras explica el significado de cada una de las piedras que ofrece -a partir de los 500 pesos- y la energía que transmiten.

El mundial, la camiseta y las figuritas

Así como en los momentos más críticos de la pandemia los productos estrellas eran tapabocas y alcohol en gel, el inminente comienzo de la Copa del Mundo Qatar 2022 ha convertido a la camiseta argentina en el producto vedette.

Las réplicas de la casaca celeste y blanca, la de su versión alternativa en color lila (e, incluso, una de color azul y que no existe oficialmente) son uno de los productos que más se ven entre los ambulantes en las inmediaciones de calle General Paz. “Según la calidad de la réplica, es el precio. Mientras más parecida sea a la oficial, más cara es. Están entre 2.100 y 3.000 pesos”, cuenta Mario, quien ofrece las suyas y tiene bien estudiada la oferta. De hecho, ya tiene varias camisetas guardadas para vender en las esquinas cuando comience el Mundial.

Foto: Mariana Villa / Los Andes
Foto: Mariana Villa / Los Andes

En el caso de este vendedor, viaja periódicamente a Buenos Aires para comprar las réplicas. “Si las compras en cantidad, podés sacar entre 50% y 75% de ganancia por cada camiseta”, asegura.

Al igual que con la camiseta, las figuritas mundialistas -¡tan difíciles de conseguir!- son otros de los productos más pedidos. Sobre la vereda de calle General Paz, un hombre las ofrece en sobres oficiales (los de Panini) a tres por 1.000 pesos. Pero también las vende en versión alternativa, impresas en color y buena calidad a tres por 500 pesos. “Si las mirás de cerca, ni se nota”, aclara mientras las compara.

La normativa

El 22 de enero de 1988, el Concejo Deliberante de la Ciudad de Mendoza aprobó la Ordenanza 2.882/88. En la norma se fija directamente la prohibición de venta ambulante de distintos productos, ya sea alimenticios o de otro tipo. En la ordenanza 3.062 del 23 de marzo de 1992, en tanto, se ratifica esta prohibición, con especial énfasis en frutas, verduras y alimentos.

Mientras que en el capítulo V del Código de Convivencia aprobado en 2014 (ordenanza 3.877), se detallan los productos que quedan restringidos para su venta en la vía pública y sin autorización fundamentándose “en la protección de la salubridad, en el uso racional y ordenado de la vía pública y en la salvaguarda de la seguridad pública”. Además, destaca que se busca garantizar la actividad de quienes tributan para tener sus locales.

Más allá de esta teoría, en la realidad quienes se encargan de hacer cumplir las ordenanzas coinciden que es “muy difícil” lograrlo. En primer lugar, porque es imposible tener la cantidad necesaria de inspectores para seguir a cada uno de los vendedores, sobre todos aquellos que no se instalan en un punto fijo. En ese sentido, los controles son más rigurosos con quienes ya han instalado puestos clandestinos en un lugar fijo.

Foto: Mariana Villa / Los Andes
Foto: Mariana Villa / Los Andes

En cuanto a lo decomisado, los productos que más suele secuestrar y retener la Municipalidad son alimentos (sánguches, golosinas, frutas y verduras). Se trata de productos que pueden peligrosos si no cumplen con las medidas de salubridad.

Cuando se decomisa otro tipo de mercadería (lentes oscuros o ropa, por ejemplo), se le ofrece al vendedor recuperarla, previo pago de una multa. El detalle es que, por lo general, el monto de la multa es más alto que el de la mercadería secuestrada. Esto lleva a que muchas veces los vendedores den por perdida esa mercadería, pero -lejos de desistir con la práctica- consiguen productos nuevos para volver a la calle.

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