¿Cómo hablar con nuestros hijos e hijas adolescentes en tiempode cuarentena?

En la adolescencia se modifican los vínculos con los adultos. No hay que asustarse sino intervenir, no dejarlos solos en un mundo tan complejo.

Diálogo. No hay que asustarse, hay que intervenir. Escuchar es eso, intervenir. Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes.
Diálogo. No hay que asustarse, hay que intervenir. Escuchar es eso, intervenir. Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes.

Este artículo busca compartir algunas ideas y sugerencias para posibilitar el diálogo entre padres, madres, es decir, adultos significativos y sus hijos. Compartiré conceptos que nos permitan pensar y realizar diferentes acciones para mejorar la comunicación, creando un espacio para seguir construyendo este desafío de ser madres y padres.

Interacción entre culturas

Recordemos que el mundo adolescente es muy diferente del nuestro. No sólo por la etapa del desarrollo en que se encuentran, sino porque la cultura no es la misma. La cultura cumple una función estructurante, ya que transmite normas que definen nuestro modo de vivir. Pero la misma necesita de la mediación de otro. Ese otro es el que hace posible que el adolescente incorpore valores e ideales familiares, pero también los propios, los que va construyendo, sumados a otros ideales ofrecidos en los espacios en los que participan y que ofrecen una gran variedad de modos de enfrentar la vida. Hablamos de crecer, lo que implica una modificación de los lazos entre el adolescente y sus padres, dando lugar a elegir su modo de incluirse en la cultura.

Lo cierto es que hoy existen diferentes modos de participación en la cultura, diferentes a los nuestros, es lo que llamamos brecha generacional. Una particularidad de los modos de participación actual en la cultura de los adolescentes actuales es que son cambiantes, surgen, aparecen, desaparecen, se modifican y siempre se traducen en muchos lenguajes, propios de esa edad y etapa de la vida. Con lo dicho podemos decir que la adolescencia es definida por otro que le da lugar, además de estar inscripta en un orden simbólico. Y agregamos que en la adolescencia se modifican los vínculos con los adultos. Y se apropian de los que llamamos sus espacios, que están definidos por palabras como cambios, educación, sexualidad, identificaciones, decisiones, búsqueda de independencia, proyectos, vulnerabilidad o búsqueda de la libertad. Todo esto en una cultura de la “inmediatez”, donde los procesos han sido devaluados. Hoy podemos agregar “en tiempos de cuarentena”.

El rol adulto

Pero no hay que asustarse, hay que intervenir. Escuchar es eso, intervenir. Apropiarse de un rol, de un lugar que da lugar, el de autoridad, el de adulto. Es un lugar que posibilita. De no hacerlo, se recurre a otras voces, otras “autoridades”, que ocupan nuestro lugar. Escuchar es sostener al otro desde lo que somos e involucrarlo en la palabra, que nos permite decir algo de lo que sucede, sea confuso en un principio, hasta poder acercarnos y acompañar. Es hacer un lazo, posibilitar encuentros, desde lo que les está pasando.

Más allá de las resistencias propias de la edad y de la búsqueda de una libertad e independencia que parece alejarnos, los adolescentes nos reclaman un lugar de autoridad que no los deje solos, desamparados, sin recursos, para vivir en un mundo tan complejo. Y más que nunca, necesitan de nosotros, para enfrentar lo incierto de este tiempo de pandemia. Que también es un tiempo de cambios y de pérdidas. Pérdidas que nosotros también vivimos y que seguramente, con el tiempo, comprenderemos en qué nos posibilitan.

Debemos reconocer que el mundo adolescente actual no es simple, para nada. Es complejo. Por muchos de los temas que hemos mencionado, por la etapa del desarrollo, pero también porque es una etapa que la cultura ha idealizado y la presenta como “modelo” y como objeto de consumo. Es por eso que en el diálogo necesitamos, primero, escuchar para interponer criterios, establecer diferencias, salir de las verdades categóricas y absolutas que ellos intentan presentar, manteniendo una relación asimétrica, porque estamos en otro lugar. Es fundamental cuestionar, problematizar, presentar opciones, desnaturalizar, advertir sobre riesgos, para posibilitar el juicio propio, el sentido común, la función de anticipación. Esto nos permite prevenir, hacer que se conozcan, conocerlos y cuidarlos.

Recordemos que la palabra involucra. En una consulta, un adolescente me contó que quería hacer una fiesta o reunión en este tiempo de cuarentena, que nadie se enteraría, que no pasaría nada y que extrañaba mucho esos encuentros con sus amigos. Dialogamos y pregunté si estaba seguro de que no estaría en riesgo. Pregunté: ¿Por qué quería hacerlo? Pudimos pensar que en realidad se sentía triste y extrañaba compartir espacios con sus amigos. Lo pudo verbalizar. A la vez, que estaba transgrediendo una ley y que se ponía en peligro y hacía lo mismo con los demás. Después pudimos pensar y analizar lo que le pasaba y llegamos juntos a la conclusión de que lo que necesitaba era recuperar algo de lo perdido. Al ser escuchado y comprendido se sintió acompañado, aceptó que estaba poniéndose en riesgo y que podía seguir compartiendo a la distancia con sus amigos, que eso le daba más valor al futuro reencuentro. Se produjo un cambio de posición, pasando de lo incuestionable a lo posible. Surgieron ideas como reuniones virtuales en donde podía compartir con su grupo de amigos sentimientos y experiencias. Ese cambio de posición pudo hacerlo por sentirse escuchado y acompañado por un adulto que lo estaba cuidando desde la escucha y la intervención.

Es un tiempo complejo en donde las palabras y las miradas son fundamentales. Adultos, adolescentes y niños compartimos la experiencia del encierro y el agotamiento que esta situación implica. Intervenir es asumir un lugar que genere posibilidades de encuentro con el otro.

Ese encuentro hoy es prioritario y, por demás, sanante. No hay recetas. Es un proceso de sostén desde la palabra y la mirada.

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