Científicos del Conicet describen un circuito que podría ayudar a erradicar el VIH latente

Son los denominados reservorios de las células donde la medicación no llega como debiera.

(De izquierda a derecha) Natalia Laufer, Omar Sued, Matias Ostrowski, Karina Mariño, Julia Rubione, Juan Carlos Stupirski, Gabriel Rabinovich y Alejandro Cagnoni, parte del equipo de investigación.
(De izquierda a derecha) Natalia Laufer, Omar Sued, Matias Ostrowski, Karina Mariño, Julia Rubione, Juan Carlos Stupirski, Gabriel Rabinovich y Alejandro Cagnoni, parte del equipo de investigación.

Tras seis años de experimentos, científicos del Conicet lograron describir un circuito biológico que podría ayudar a resolver uno de los mayores enigmas de la virología humana: cómo erradicar el VIH en los pacientes portadores del virus.

VIH significa Virus de Inmunodeficiencia Humana, el patógeno que en su peor faceta se traduce en el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (VIH-Sida), enfermedad de transmisión sexual que debilita el sistema inmune y deja sin defensas al cuerpo humano, de modo que cualquier infección puede ser potencialmente mortal.

Al ser tan peligrosa, esta es “la” pandemia que tiene en vilo a los virólogos hace ya varias décadas. Para la enfermedad no hay vacuna y no hay modo de erradicar por completo el virus del cuerpo, incluso en el 65% de los pacientes portadores de Argentina que son tratados con el exitoso tratamiento antirretroviral, detalla Clarín.

Desde su descubrimiento hasta 2014, el VIH-Sida había matado a casi 40 millones de personas en el mundo. En 2021 se estimó que en nuestro país, unas 140.000 personas vivían con el virus. Cada año se suman 5.600 más. Y 1.400 mueren por enfermedades relacionadas al SIDA, según datos arrojados por la ONU.

Los sigilosos reservorios del VIH

Aun cuando miles de pacientes tienen la infección controlada por la medicación antirretroviral que ingieren (al punto de ser indetectable en un estudio de laboratorio común), el VIH es una condición con la que conviven en forma crónica.

Por más que numerosos grupos de científicos se devanen los sesos en busca de una cura, no hay aún una estrategia efectiva para lograr la llamada cura esterilizante, la erradicación del virus latente en ciertos rincones del cuerpo.

Esas enigmáticas cuevas son nada menos que células infectadas a las que, por alguna razón (hay varias hipótesis), la medicación no llega todo lo que debiera. Y ahí quedan, silenciosas, imperceptibles, aparentemente sin “hijos” (progenie), pero con una irreductible y molesta persistencia.

Acá entran los científicos mencionados arriba, quienes parecen haber dado con una de las posibles puntas del enredado ovillo “VIH”.

Todo está contado en “A Dynamic Interplay of Circulating Extracellular Vesicles and Galectin-1 Reprograms Viral Latency during HIV-1 Infection”, paper publicado hace unos días en la revista Mbio, de la American Society for Microbiology.

El trabajo fue liderado por Gabriel Rabinovich, investigador Superior del Conicet en el Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME), en colaboración con el laboratorio que Matías Ostrowski dirige en el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y Sida (INBIRS-UBA-Conicet).

La primera autora es una joven médica dedicada a la inmunología: Julia Rubione.

Un día, hacia final de su carrera, entendió un detalle vocacional que no todos los futuros médicos descubren a tiempo: antes que atender pacientes prefería investigar. Como parte de su tesis de doctorado, salió este paper.

En diálogo con Clarín, contó que “los reservorios de VIH están en todos los pacientes, sin importar si la persona está bajo tratamiento o no”.

“Lo que observamos en las muestras (siguió) es que la actividad transcripcional del reservorio viral se correlaciona con los niveles de una proteína llamada galectina-1″. ¿Cómo?

¿Qué quiere decir “actividad transcripcional”?

Los virus se alojan adentro de las células. Llamémosle “células-reservorio” a estas en particular, donde el VIH persiste “latente”.

En ellas podría haber actividad transcripcional, es decir, el surgimiento (“la expresión”, dicen los científicos) de más genes del virus. Una suerte de multiplicación viral dentro de la propia célula-reservorio.

No es estrictamente “replicación viral”, por ejemplo, como se la entendía en el Covid cuando uno hablaba de “mayor” o “menor carga viral” en función de la vacunación. En efecto, la transcripción viral ocurre sin que necesariamente surjan nuevas “células-hijas-infectadas” (progenie), según Clarín.

Y es lo que pasa en estos pacientes. El virus está latente y coleando en ciertos rincones (las células-reservorio) donde, a su modo, mantiene cierta actividad.

¿Qué hicieron los investigadores? Reconstruyeron una cadena de eventos que parece respaldar, valga la redundancia, esa actividad. Visibilizarla es el primer paso para cortarla.

VIH. (La Voz / Archivo).
VIH. (La Voz / Archivo).

Vesículas, proteínas y genética del VIH

El trabajo se hizo a partir de la observación de muestras de 64 personas: 13 donantes sanos VIH seronegativos y 51 personas infectadas, algunas en tratamiento y otras no, más un pequeño grupo control.

El circuito que observaron relaciona tres “postas”, cuya mención parecerá críptica, pero vale comentarla:

1) Vesículas extracelulares plasmáticas (suerte de residuo celular que queda en la sangre), 2) macrófagos (células del sistema inmune que se parecen a los peces limpiadores de una pecera) y, 3) la proteína galectina-1.

Según explicó el propio Rabinovich, “las vesículas extracelulares que circulan en pacientes VIH positivo estimulan a los macrófagos, que son una fuente importante de producción de galectina-1. Y la proteína reprograma o restaurar estos reservorios virales, haciendo que tengan actividad transcripcional”.

Según agregó Rubione, “del trabajo se desprende una hipótesis, y es que la proteína galectina-1 podría estar jugando un rol en el mantenimiento de esos nichos virales”.

Así, los desafíos son claros. Y, en principio, dos. El primero lo explicó Rubione: “Una estrategia terapéutica posible podría ser bloquear galectina-1 con el uso de un anticuerpo neutralizante”.

El segundo, dijo Rabinovich, consistiría en “sacar a la luz el reservorio para que el sistema humano viera el virus y los antirretrovirales lo eliminaran”.

“Todavía no sabemos qué será mejor terapéuticamente, pero el circuito existe y está demostrado en células de pacientes que la galectina-1 tiene un rol importante en la patogenia de la enfermedad, especialmente en la inflamación asociada a la latencia viral”, aclaró el investigador.

Y, esperanzado, concluyó: Lo vamos a poder dilucidar en un segundo trabajo”.

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