Capiz: agua que surge de la tierra y da forma al oasis del secano sancarlino

El vapor de las mañanas sobre los cauces, los manantiales con agua mineral entre bosques y la cría de peces y langostas, son algunas de las características de este sitio, producto de la magia de la naturaleza y del trabajo de sus habitantes.

Vista de Capiz / Foto: El Portal de Mendoza.
Vista de Capiz / Foto: El Portal de Mendoza.

La Laguna del Diamante es el sitio turístico más conocido de San Carlos. Sin embargo, el departamento de la tradición posee lugares menos conocidos, pero igualmente deslumbrantes para los visitantes. A una hora de la Ciudad de Mendoza en auto, por la ruta 40 (Acceso Sur), del lado Este, nos encontramos con la zona de Capiz. Una parte es muy seca, donde se emplaza el proyecto de planta regional de tratamientos de residuos sólidos urbanos de San Carlos, Tunuyán y Tupungato. Pero a pocos centenares de metros más al sur-este, el panorama cambia a medida que se divisan los árboles. Sus arroyos y acequias conducen agua termal y especialmente en invierno se puede ver el vapor por encima de los cauces que lo transportan a uno a un lugar mágico.

Fue allí donde hace unos años, en la parte más alta del camping principal de la zona, Manantial (hoy cerrado) encontraron un cementerio con restos de antiguos habitantes y elementos de origen huarpe.

Este punto también concentra la producción de agua envasada por su excelente calidad y otro dato aún más sorprendente es el antiguo proyecto de acuicultura de Capiz. Hasta fines de los 90, la escuela primaria del lugar concentraba el proyecto con la idea de extenderlo a toda la zona. Comprendía la cría y producción de peces; de ranas toro y langostas. Hasta hace un tiempo, se mantenían algunos emprendimientos y uno de ellos se dedicaba a la producción de langostas. Probablemente, en los mejores restaurantes provinciales o de Buenos Aires podíamos degustar una langosta australiana proveniente de algunos de los manglares o pantanos del sitio sancarlino.

Hace unos años, la escuela primaria de la zona de Capiz, San  Carlos,  llevó adelante un proyecto ictícola.
Hace unos años, la escuela primaria de la zona de Capiz, San Carlos, llevó adelante un proyecto ictícola.

“Tuvimos varias experiencias muy bonitas aquí, y anécdotas. La gente que se hospedaba en las cabañas o campings de la zona se asustaba por los ruidos que emitían las ranas toro de noche. Fue tal el desarrollo de esta especie que desapareció la rana criolla”, asegura Carlitos Adriazola, uno de los vecinos más representativos de Capiz. Es que este lugar “mágico”, en pleno secano sancarlino, brota el agua en ciertos puntos y las formas de vida animal y vegetal dan un giro de 180 grados a pocos metros de distancia.

Aquí hay vestigios de las comunidades originarias, de la época colonial y en la actualidad este punto se mantiene como un polo de atracción por lo exótico. “Capiz era el nombre del cacique de este territorio que hoy es un paraje, con una población de más de 3.000 personas. Es una zona que siempre se ha conocido por sus aguas termales, hay más de 56 surgentes y nosotros la utilizamos para cultivar ajo, que es el 95% de lo que se cultiva por aquí”, explica Jenifer, hermana de Carlos. Y agrega: “Tenemos de las tres variedades: ajo chino, colorado y blanco. Estamos haciendo estudios de suelo con especialistas del INTA, para lograr la adaptación a este suelo, que tiene alta concentración de salitre”.

Por estos días, Carlos está de visita. “Desde hace varios años vivo en Inglaterra, pero he venido aquí porque tengo una finca y estamos plantando árboles en distintos lugares de Capiz, que es donde nací y viví gran parte de mi vida”, explica el hombre siempre con una voz serena. Y agrega que uno de los sectores a forestar es el camino al Coince (consorcio intermunicipal para la gestión de los residuos sólidos urbanos del Valle de Uco). “Me gusta cuidar el agua, por eso instalamos sistemas de riego por goteo en el campo y la idea es seguir forestando, continuar aquella tarea que empezó el intendente Firpo. Recuerdo que teníamos que caminar 5 km a la escuela al rayo del sol, mi idea es plantar árboles en este camino también y me gustaría organizar una acción de este tipo junto a las escuelas del lugar”. Ya han plantado álamos criollos, algarrobos, acacias y arabias.

Carlos siente un respeto profundo por el mundo natural y su actividad principal la descubrió aquí , cuando su padre le enseñó a encontrar agua utilizando conocimientos de rabdomancia o radiestesia. También cuenta que recibió muchos conocimientos de otro vecino conocido, Pulila Barraza, santiagueño muy querido y respetado en el pueblo por sus poderes de curación. Fue él quien le dijo: “Vos cuando seas grande, no vas a estar en estas tierras, voy a tener que darte algunas armas”. Y fue así. Carlos, en los primeros años de su juventud, se dedicó por un tiempo al turismo de montaña y allí conoció a Fiona, su esposa. “Fue en Tunuyán, al oeste del Manzano, nos casamos y nos fuimos a vivir a Inglaterra, allí me especialicé en rabdomancia en Inglaterra y en Gales y puedo encontrar, además de agua, que es mi actividad principal, gas, petróleo”, cuenta Carlos, y agrega que su esposa y sus hijos, William y Lila, están en el país europeo. “Es que los niños están cursando en la escuela”, añade.

Más adelante, reflexiona: “En Capiz tenemos un manantial y surgentes naturales con agua a 26 grados”. Y recuerda sus épocas en la escuela primaria: “En la escuela Maestro Dagoberto Vega nos dedicábamos a la cría de peces. El maestro José Bandiera nos enseñó a criar el amur, un pez vegetariano. Recuerdo que nos presentábamos en las ferias escolares con nuestras peceras, era algo muy bonito”. Además de la anédocta de las ranas toro que inquietaban con sus mugidos a los acampantes y turistas durante el verano, Carlos también recuerda que otra producción que se desarrolló fue la cría de langostinos de río, también llamado camarón de agua dulce. “Había tantos, que la gente del pueblo y los visitantes los recolectaban de los cauces y acequias”, cierra.

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