La extraña polémica que persigue a una de las fotos más famosas de la historia

Los amantes de la fotografía seguramente conocen bien el concepto de “instante decisivo”. Lo acuñó en las primeras décadas del siglo XX Henri Cartier-Bresson, uno de los grandes maestros del arte fotográfico, considerado un prócer en su Francia natal. El “instante” es ese momento mágico que hace que una imagen se convierta en algo excepcional, un aura que se perdería si el botón de la cámara hubiera sido apretado un segundo antes o después. Haciendo una aparatosa comparación musical, es esa nota milimétricamente estirada que hace que un solo de guitarra sea una cosa sublime o pase apenas como otro más. “Es el momento en que alinean la cabeza, el ojo y el corazón”, definió en su día el propio Cartier-Bresson y su idea atravesó a todos los grandes artistas de la fotografía, que la asumieron como una declaración de principios. Uno de ellos fue su compatriota Robert Doisneau, autor de El beso, una de las imágenes más reproducidas de la historia, que pueden ver ahí arriba de estas líneas. Icono de la Europa que renacía de la Segunda Guerra Mundial, El beso también fue durante décadas uno de los ejemplos más celebrados del “momento decisivo”: capturaba al pasar, casi como en un ejercicio de voyeurismo, a dos amantes que se besaban desprejuiciadamente delante del edificio de la alcaldía de París. Fue un baldazo de agua fría cuando, poco antes de morir, Doisneau reconoció que esta espontánea metáfora de la libertad y el romanticismo francés (de la que cada año se imprimen 80.000 postales y 500.000 afiches), fue en realidad una escena montada con dos actores. Desde entonces, han aparecido un sinfín de personas que afirman ser los amantes de El beso. Y los tribunales todavía no han podido decidir a quien darle el crédito (y, lo más importante, un jugoso cheque por sus derechos de imagen).

Un recorrido por las grandes fotos de Doisneau