27 de diciembre de 2017 - 00:00

Reforma previsional - Por Sergio Gabriel Rey

¡Bueno! Finalmente, pese a los problemas, las chicanas y los golpes bajos, triunfó la república.

Se pudo sesionar, debatir, votar y aprobar la ley.

¡Bravo! Felicitaciones.

Ahora ... ¿Qué ley aprobaron? Un recorte de haberes jubilatorios, porque, como dijo una vez un coronel: "Si camina en cuatro patas, mueve la cola y ladra, es un perro. Ud. llámelo como quiera, pero es perro".

Esto es un recorte y no otra cosa. ¡Un recorte en los menguadísimos haberes jubilatorios argentinos para paliar el déficit fiscal! (paliar solamente, no van a equilibrar el presupuesto nacional con eso).

Como dijo Sarmiento: "Los colgamos de los pies y no se les cae ni una idea".

El Estado argentino es ineficiente. Peor: es ineficaz y carísimo. No brinda ni de cerca los servicios que debe brindar, ni en cantidad ni en calidad, y esos servicios malos y escasos consumen fortunas siderales. Por eso la voracidad fiscal del gobierno es infinita (considérese además el "ítem corrupción").

No estoy en contra del ajuste, al contrario; basta con un mínimo de sentido común para darse cuenta de que es imposible gastar lo que no se tiene.

Pero si en el marco del despilfarro actual, con funcionarios que tuvieron que inventar vocablos para definir sus novedosos, artificiosos y obscenamente remunerados cargos (como la directora nacional de pedalear en bicicleta o el planificador de nuevos planes modernos para la modernización, etc.) si en el marco de semejante despilfarro, digo, el mejor plan del gobierno es recortar los haberes jubilatorios, las pensiones a los veteranos de guerra y la AUH, pues me temo que yo también tendré que inventar un vocablo para definirlos porque el más expresivo que conozco, "ineptinútiles", resulta notoriamente insuficiente.

Achiquen otros gastos o, mejor, mucho mejor, gestionen, puesto que en una nación bien gobernada y sensatamente administrada no es necesario achicar la plantilla del Estado; se achica sola. Especialmente teniendo en cuenta el potencial de la Argentina, económico y cultural.
Pero si a eso le llaman "gestionar" pues, adaptando la frase de un ex presidente diré que "estamos mal pero vamos peor". De "gobernar" ni hablemos; eso les queda a años luz.

Ideológicamente, este presidente no es liberal ni neoliberal como se empeñan en calificarlo sus rivales. Es claramente desarrollista. Cree que la activación económica es el resultado de la producción, no del consumo.

Sé que las comparaciones son odiosas pero en todo caso diré como los niñitos del jardín: "Yo no empecé, empezó él". Este presidente tuvo el atrevimiento de compararse con Arturo Frondizi. Pues, comparemos.

En poco más de tres años de gobierno desarrollista, entre 1958 y 1961, la Argentina revirtió un déficit energético del 30% (es un porcentaje enorme); puso en marcha el aparato productivo nacional desarrollando cantidad de nuevas industrias y activando las que estaban adormiladas; equilibró la balanza comercial deficitaria, aumentó notoriamente la formación de profesionales en todas las especialidades, mejoró la calidad y la extensión de la prestación de los servicios del Estado, desarrolló la red caminera, construyó cantidad de escuelas y la plantilla del personal estatal se redujo en 250.000 agentes, nada menos.

Digo que la plantilla estatal se redujo, el gobierno no la redujo por la fuerza. Doscientos cincuenta mil empleados estatales optaron voluntariamente por la actividad privada en el marco de una ocupación plena.

Todo eso y más logró un gobierno minoritario sin apoyo popular, que no tenía un solo aliado, que estuvo todo el tiempo sitiado políticamente, que sufría planteos militares prácticamente a diario y que fue salvajemente agredido por la prensa.

Este gobierno, que la tiene incomparablemente más fácil, agranda el gasto del Estado, se endeuda sin mesura, recorta servicio social, genera pobreza y destruye empleo.

No podemos ni empezar a comparar.

El desfinanciamiento de la Anses se debe a muchas malas o pésimas sucesivas gestiones, pero esta administración aportó fuertemente el año pasado cuando no supo ponderar el efecto del "fondo de reparación histórica"; aportó bastante la administración anterior jubilando masivamente a trabajadores que jamás habían aportado sin prever los fondos para hacer frente a esa deuda social (cerca de tres millones de personas).

Y no me opongo. Esa injusticia había que solucionarla, pero no se soluciona con nuevos descalabros.

¿Y ahora? Pues... achicamos, ajustamos, recortamos.

No es una exclusividad de la Argentina. Casi diré que estoy "aburrido" de oír que los mejores planes de los políticos de varios países del mundo para administrar una nación son los recortes; de ahí no pasan (es lo que se vio por doquier en la última crisis económica europea).

Producir, generar recursos genuinos y administrarlos con sensatez y honestamente parece ser bastante más difícil. Sin embargo, se los aviso, es lo único que puede y debe hacerse.

Y como hemos citado tanto, citemos pues al incomparable Manuel Belgrano: "¡Ay, Patria mía!".

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