Historia de un fracaso: los dos equipos de oxígeno que siete gobiernos no pudieron hacer funcionar

En 1999 Lafalla los compró por 745 mil dólares, pero ni él ni los que lo sucedieron lograron que abastecieran al sistema de Salud. Hoy, en plena pandemia, servirían.

La falta de oxígeno se siente en los hospitales de la provincia, en plena segunda ola del Covid. / Foto: Orlando Pelichotti
La falta de oxígeno se siente en los hospitales de la provincia, en plena segunda ola del Covid. / Foto: Orlando Pelichotti

Oxígeno, millones y siete gobernadores. Ese podría ser el título de una serie que empezó en 1999 y a la que, cuando nadie esperaba una nueva temporada desde hace tiempo, el Covid-19 volvió a poner en cartelera.

Hace 22 años, el entonces gobernador Arturo Lafalla anunciaba la compra de dos costosos equipos para producir oxígeno para el sistema de Salud provincial. A través de un crédito del Banco Mundial, el Estado gastó 745 mil dólares en ellos pero nunca fueron puestos en funciones. Y hoy, cuando el oxígeno no sobra en los hospitales, serían fundamentales.

Todos los funcionarios de los distintos gobiernos provinciales consultados coinciden en algo: “Hicimos todas las gestiones que pudimos pero el Anmat no los habilitó”. Y algo de razón hay ahí, aunque parezca difícil comprender cómo en más de dos dé cadas nunca se obtuvo ese aval para que los hospitales Lagomaggiore y Schestakow (San Rafael) contaran con estas máquinas de oxígeno.

La Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) es el ente oficial para permitir que el oxígeno que fabrican estos equipos, que es un medicamento, pueda ser utilizado para pacientes. Se requiere de una pureza alta y un cuidado expreso dado que es para uso medicinal.

“Los equipos quedaron montados y el trámite quedó pendiente para que la próxima gestión los terminara. Anmat venía a verificar la concentración que tenía el oxígeno, que pedía un mínimo de pureza. La máquina ya fabricaba y las dos plantas quedaron concluidas como obra, no habilitadas para producir oxigeno todavía pero lo inyectaban al hospital porque producían a un 95% o 96% de pureza. Pero no estaba homologado por Anmat”, recuerda Pablo Márquez, quien fuera ministro de Salud de Lafalla, en diálogo con Los Andes.

Al ex gobernador peronista lo sucedió Roberto Iglesias en el sillón de San Martín, con Juan Manuel García a cargo del área de salud. Fue él quien empezó a recibir los primeros cuestionamientos por la demora en la habiltación de los equipos. Un detalle no menor: Claudia Najul (ex ministra de Salud de Alfredo Cornejo) era por entonces directora de Farmacología y la actual ministra de Salud, Ana María Nadal, se desempeñaba como Jefa del Departamento de Farmacia.

Según reconstruyó Los Andes en su edición del 23 de agosto de 2002, la Anmat había pedido una serie de recomendaciones técnicas que según García y su equipo, estaban cumplidas. “Mendoza no va a utilizar de ninguna manera oxígeno proveído por estas plantas sin previa autorización”, decía en esos días el ex ministro.

Ahora, García le aseguró a este diario que “nunca nos autorizaron al oxigeno industrial como medicamento”.

“Para ser medicamento y poder usarlo tenía que cumplir con lo que prevé la Farmacopea (código oficial de medicamentos y drogas), pero como nunca llego la autorización de Anmat, no los pusimos a funcionar. Pero hicimos muchas gestiones”, agrega García y advierte que en esa época las empresas fabricantes de oxígeno hicieron presentaciones legales en contra de la habilitación.

Diez años después, la misma situación

A Iglesias lo sucedió Julio Cobos y a éste, en 2007, Celso Jaque, el peronista que devolvía a su partido a la Gobernación. Quizás haya sido solo un fracaso radical la gestión para lograr poner en funcionamiento los equipos. Sin embargo, con Sergio Saracco a la cabeza del ministerio de Salud, tampoco se logró avanzar con el tema, mientras empezaban los avisos por el deterioro de las máquinas.

Carlos Manassero llegó a la dirección de Farmacología en 2008 (hasta 2011) y siguió de cerca el proceso de habilitación, incluso haciendo gestiones personalmente. “Considerábamos esas máquinas muy importantes para la fabricación, sin embargo Anmat no había codificado el oxígeno por adsorción, que es distinto al que tienen los fabricantes de oxígeno”, comentó.

En esos tiempos las normativas iban cambiando y las máquinas seguían sin arrancar. De hecho, las empresas fabricantes sacaban ventaja de la situación con una buena oferta de precios de oxígeno: “Las condiciones que Anmat ponía para que funcionara implicaban un tendido de cañerías nuevo, porque no se podía mezclar con el oxígeno que se encuentra en reservorio, que es el que hacen las distintas empresas. Teníamos bajo presupuesto, no las pudimos poner a funcionar pero hicimos las tratativas y a su vez, conseguimos mejoras en los precios del oxígeno”.

Ni las gestiones del peronista Francisco Pérez y el radical Alfredo Cornejo avanzaron con la puesta en funcionamiento de las plantas. Y a otro radical, Rodolfo Suárez, le toca hoy gobernador en pandemia, con una acuciante necesidad de oxígeno para abastecer al sistema sanitario y sin poder contar con dos máquinas que podrían haber ayudado a paliar esa alta demanda.

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