Fernández, sin reacción bajo el fuego de los K más duros

Los cercanos aseguran que el Presidente está satisfecho con el aporte K a la gestión y que los encontronazos son normales en una coalición política. Descartan la fractura del oficialismo.

Distanciamiento. El domingo Cristina Fernández de Kirchner cuestionó elípticamente la política económica de Alberto Fernández. Luego empezaron los cuestionamientos de kirchnerismo duro.
Distanciamiento. El domingo Cristina Fernández de Kirchner cuestionó elípticamente la política económica de Alberto Fernández. Luego empezaron los cuestionamientos de kirchnerismo duro.

Alberto Fernández cuenta que es habitual que hable o intercambie mensajes por WhatsApp con Cristina Fernández. Según comentó un allegado presidencial, también hablaron después de que la vicepresidenta recomendara en un tuit la lectura de una nota periodística de Página 12 que ponía dudas sobre el éxito de construir las políticas de gobierno con el Grupo de los 6 (G-6), un núcleo empresarial que supo cuestionar al peronismo y más, al kirchnerismo. Alberto Fernández había sentado a representantes del G-6 en la privilegiada platea que lo rodeó en el acto por el 9 de julio. “Cristina no sacó el tema, se puso a hablar de otras cosas como si nada hubiera pasado, por lo que Alberto prefirió tampoco hablar del tuit”, dijo a este diario el funcionario.

Pero afuera de ese “como si nada hubiera pasado”, pasaron cosas. Las redes sociales y los medios (tanto afines como críticos al gobierno) se llenaron de interpretaciones y especulaciones sobre los alcances del tuit de Cristina. Hebe de Bonafini le escribió al presidente una carta muy crítica (“nos sentimos agraviadas y heridas en lo más profundo de nuestro corazón, al ver que usted sentó en su mesa a todos los que explotan a nuestros trabajadores y trabajadoras, y a los que saquearon al país”). Editorialistas radiales (cercanos al oficialismo) hablaron de un giro a la derecha del gobierno. Julio De Vido aportó lo suyo: “vengo diciendo en varias entrevistas lo que dijo Zaiat”. “Fuego amigo”, calificaron algunos.

Debieron salir dos voces autorizadas del kirchnerismo para procurar calmar los ánimos internos. El ministro de Defensa, Agustín Rossi (quien declinó su precandidatura presidencial cuando Cristina eligió a Alberto Fernández), escribió ocho tuits. En el último, dijo: “Hoy la tarea más importante es bancar a Alberto. Con corazón y con cabeza”. Después, Rossi se tomó el trabajo de llamar a Hebe de Bonafini.

La otra voz disonante con el coro crítico interno oficialista sorprendió más: Andrés Larroque, ministro de Kicillof y secretario general de La Cámpora, pidió paciencia y llamó “a bancar a Alberto”. “Somos una coalición formada hace poco más de un año y tenemos que aceitar la comunicación interna”, agregó.

Los tumultuosos peronistas

El analista político, Gustavo Córdoba, aludió, justamente, “a una ausencia de cultura ‘coalicional’ que hace que la sociedad no esté acostumbrada a ver con ningún grado de intensidad las internas o diferencias de criterio en un mismo espacio político.

Antes de conformar el Frente de Todos había posiciones divergentes y de última hubo una mirada inteligente de que a pesar de las diferencias podían encontrarse en un espacio político común para ganar las elecciones y gestionar lo público”, recordó, en charla con este medio.

El diputado nacional Eduardo Valdés, amigo del presidente y clave en la recomposición de la relación de Cristina y Alberto a fines de 2017, - sobre el contrapunto interno del Frente de Todos- afirmó a este diario que “nunca nos vamos a dividir; somos tumultuosos para el debate, somos tumultuosos para unirnos”.

Valdés dijo también que Cristina “tiene su estilo y sus formas”, y confirmó la versión sobre la charla entre el Presidente y la vice, en la que no se habló sobre el ruido en la coalición.

Otro dirigente peronista negó aquello de que “Cristina manda a hablar a otros por ella” o que Máximo Kirchner o el ministro Eduardo de Pedro consultan cada paso que dan con la vicepresidenta. “Máximo, De Pedro y Sergio (Massa) se reunieron días atrás con empresarios (Jorge Brito y Marcelo Mindlin, entre otros) que son mucho más ‘Patria contratista’ que el G-6”, ejemplificó. En Olivos y en la Casa Rosada insisten en que el Presidente está muy conforme con el aporte en la gestión del kirchnerismo, tanto de los camporistas De Pedro y Juan Cabandié, como de Rossi.

“Una parte de la oposición y del poder en la Argentina reflejan la necesidad de la centralidad de Cristina. Cuando el Frente de Todos ganó la elección dijeron ‘Alberto va a ser un títere’; y cuando Alberto llegó a picos de imagen positiva altísimo, criticaron ‘el híperpresidencialismo’. Sí veo a Alberto jugando solo con algunos temas políticos y de comunicación complejos”, evaluó Córdoba, para marcar, a su entender, la posición que ocupa el Presidente en el campo de juego del poder: “El negocio de Alberto es que la moderación crezca porque ese fue el motivo por el que ganó las elecciones. Es interesante: los dos moderados de los espacios políticos, como Rodríguez Larreta en el PRO y Alberto, se auto legitiman entre sí”. Para Córdoba, Fernández continuará apostando al diálogo y a la moderación como fórmula propia de gobernanza. Lejos de la grieta y de la polarización.

“Siempre me acusaron de ‘dialoguista’ y es una acusación que me encanta que me hagan. El diálogo hay que tenerlo con todos”, dijo Fernández el viernes en Olivos. Aprovechó para dejar varios mensajes para oficialistas y opositores. Uno de ellos: “Lo que sí sé es qué intereses represento porque sé qué fuerza electoral me votó”.

Algunos de estos conceptos habían sido refrescados el día antes, cuando el Presidente decidió llamar a Víctor Hugo Morales, después de una editorial muy crítica, el periodista uruguayo acusara al gobierno de “arrodillarse ante Trump” por sumarse a las críticas por la situación de los derechos humanos en Venezuela.

Fernández dijo que se había sesgado la información sobre su postura al obviarse la condena al bloqueo y la oposición a que intervengan potencias extranjeras. También ratificó que jamás le había quitado legitimidad al gobierno de Maduro.

“Me encanta que el Frente de Todos no tenga un discurso único; en la diversidad somos muchos más fuertes. Pero si alguien pretende que yo deje de dialogar eso va a ser imposible porque está en mi esencia, en mi naturaleza”, insistió el Presidente, en otra definición dejada el viernes en Olivos.

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