Pisco de Chile y espumante de Mendoza - Por Pablo Lacoste

Pisco de Chile y espumante de Mendoza - Por Pablo Lacoste
Pisco de Chile y espumante de Mendoza - Por Pablo Lacoste

Comparar dos productos típicos de dos países sirve para comprender mejor a cada uno. Sobre todo porque aparecen detalles que la vida cotidiana nos impide identificar y valorar.

El pisco es un destilado de uva; se elaboran actualmente cerca de 40 millones de litros por año, 30 en Chile y poco menos de 10 en Perú. Por su parte, el espumante es un vino sofisticado con doble fermentación. Argentina elabora 40 millones de litros por año, de los cuales 95% provienen de la provincia de Mendoza.

Los inicios de cada producto son momentos importantes y fundacionales. El pisco más antiguo fue registrado en Chile, en el Valle de Elqui, 100 km al Este de La Serena, en 1733. Fue anotado por los escribanos del imperio español. Un siglo más tarde, en la década de 1820, se comenzó a usar la palabra pisco para los destilados en Perú. Por lo tanto, Chile ostenta el título de tener “el primer pisco de América”.

En el caso de los espumantes, el emprendimiento más antiguo que ha tenido continuidad hasta la actualidad, surgió en Argentina, en la bodega Santa Ana, Guaymallén, Mendoza, en 1902. Hubo antes intentos en Chile, efímeros. En ese país, el primer proyecto con continuidad fue el de Valdivieso, que salió al mercado en 1933. Por lo tanto Mendoza puede jactarse de contar con “el espumante más antiguo de América”.

La cuestión del nombre también ha generado polémicas. Los peruanos reivindican el nombre pisco por poseer el puerto de Pisco desde el tiempo de los incas. En Chile, en 1936 se le impuso el nombre “Pisco Elqui” a la localidad del Valle de Elqui donde había nacido el primer pisco en 1733. Actualmente hay una controversia entre Perú y Chile por el uso del nombre “pisco” para los destilados de uva. Se están realizando juicios en diversos países de América, Europa y Asia. Debido a este conflicto, el suscripto ha tenido que declarar como historiador ante la Corte de Tailandia en el pasado abril.

En cuanto al espumante, también hubo problemas de nombre. Los inmigrantes alemanes que lo elaboraron por primera vez en Mendoza, lo llamaron “champagne”, lo cual representaba subordinar la viticultura argentina a la francesa. La prensa se limitó a repetir esta actitud colonialista y se terminó por imponer esta denominación. Durante muchos años ninguna voz se levantó en Argentina para denunciar que llamar “champagne” al espumante argentino es lo mismo que llamar “Falklands” a las Islas Malvinas. En la presentación de su libro sobre Malvinas, Sergio Bruni ha explicado la importancia y valor simbólico de los nombres.

La batalla por la identidad no se limita al nombre sino que se extiende a otros elementos como la Denominación de Origen y el Día Nacional. En Chile, el pisco fue delimitado como Denominación de Origen el 15 de mayo de 1931 por el presidente Carlos Ibáñez del Campo, el gran amigo de Perón. Perú hizo lo mismo más tarde, en 1991, por decreto de Alberto Fujimori. En Argentina, el 12 de enero de 2019, el intendente de Guaymallén, Marcelino Iglesias, anunció la decisión política de crear la primera Denominación de Origen de América de espumante.

El Día Nacional del Pisco en Chile es el 15 de mayo, en conmemoración de aquel Decreto con Fuerza de Ley de 1931 que delimitó la DO. Fue establecido en 2009 por la presidente Michelle Bachellet. A partir de entonces, todos los años se realiza una semana de fiestas y celebraciones para conmemorar la gesta y visibilizar el pisco chileno.

En Argentina, se está impulsando el 15 de noviembre como Día Nacional del Espumante, para conmemorar esa fecha de 1902, cuando se celebró un banquete en Buenos Aires, en el cual el inmigrante alemán Carlos Kalless, dueño de Bodega Santa Ana, presentó su primer espumante al entonces ministro de Obras Públicas, Emilio Civit. Esta iniciativa es impulsada por la titular del Concejo Deliberante de Guaymallén, Evelin Pérez. Curiosamente, antes de establecerse oficialmente como Día Nacional del Espumante, en Argentina ya se hacen celebraciones del producto a través del evento “Burbujas y sabores”, que el Departamento de Guaymallén organiza cada año desde 2016. En caso de concretarse el proyecto, quedará perfeccionado institucionalmente un movimiento que ha comenzado de abajo hacia arriba. Pero lo más importante de todo, es la conexión profunda -más allá de los umbrales de la historia- que existe entre el pisco de Chile y el espumante de Mendoza. Ambos tienen el mismo origen ancestral, pues están edificados sobre columnas construidas por los pueblos de la tierra: diaguitas y huarpes.

Tanto la Región de Coquimbo como la provincia de Mendoza son zonas áridas, con escasas lluvias. Las precipitaciones anuales (100 y 200 mm respectivamente) son insuficientes para desarrollar la agricultura y la vitivinicultura. Los españoles hubieran pasado de largo en ambos territorios, sin fundar La Serena (1549) ni Mendoza (1561) de no ser por los pueblos originarios. Ellos impulsaron la cultura del agua, el riego y la agricultura, lo cual hizo posible que los españoles introdujeran allí la vid y el vino.

Por este motivo, tenemos que darnos cuenta, de una vez por todas, de la importancia central que tiene el legado de nuestros pueblos ancestrales.

Huarpes y diaguitas son nuestros vikingos, nuestros galos y nuestros celtas. Y el cacique Guaymallén es nuestro rey Arturo, nuestro Cid Campeador, nuestro Beowulf. La diferencia entre el desarrollo de esas imágenes depende de las industrias culturales. Los países desarrollados las han visibilizado a través del cine, la literatura, la música y el arte en general. Nosotros nos hemos quedado muy atrás en ello. Tenemos una enorme tarea pendiente.

El pisco de Coquimbo y el espumante de Mendoza representan productos típicos, modelados a través de siglos de historia. Son construcciones colectivas, realizadas de abajo hacia arriba por los pueblos, con el aporte de campesinos, enólogos, viticultores y profesionales, juntamente con líderes políticos y estadistas que ayudaron a visibilizarlos, promoverlos y valorizarlos.

Nota de la redacción: Publicidad del espumante de la bodega Santa Ana, en revista “Caras y Caretas”, de 1923.

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