“Verás que todo es mentira, verás que nada es amor, que al mundo nada le importa, yira, yira...”

Estamos, ya, transitando en la Argentina la tercera generación de los “ni, ni”. Ni estudian ni trabajan. La pobreza en la niñez ya ha trepado a más del 50%.

El Papa cuestionó los niveles de inflación y pobreza en Argentina (AP).
El Papa cuestionó los niveles de inflación y pobreza en Argentina (AP).

Aunque parezca un tanto desacomodado y fuera de lugar, por la carga que los argentinos llevamos en estos tiempos, pienso que es importante hacer memoria de la estampa-tango “Yira, yira” y de su complemento “Cambalache”.

Y para qué, se dirá.

Para que ‘tomemos conciencia y hagamos carne’ lo que venimos viviendo desde el siglo que ya se fue.

Porque nuestra esperanza debe, necesariamente, fundarse en los aciertos, equivocaciones, torpezas y descontroles que nosotros mismos hemos ayudado a gestar -por acción u omisión- en la historia de nuestra sufrida Patria.

Nuestra tierra, nuestra casa

A la naturaleza que nos cobija, con todos sus componentes hermosos y serviciales, le ha significado 4.540 millones de años de evolución para poder invitarnos a vivir dentro de ella.

Y nosotros, en menos de 2 siglos hemos comenzado a destruirla con todas las porquerías que depositamos en la tierra, en el agua y en la atmósfera.

Hemos hecho retroceder a la naturaleza, hasta tal punto que cada año que pasa, el calor “nos derretirá cada vez más”.

En nuestro planeta, mejor dicho, en el planeta del que somos responsables y cuidadores, habitamos casi 8.000 millones de personas, la mayoría de ellas en el Norte “desarrollado y enriquecido” y el resto en el Sur “pobre y depredado” (salvo Australia).

De las riquezas que se producen en todo el planeta, el 85% de ellas están en manos del 15% de la población mundial, mientras el 85% de los pueblos debe sobrevivir con sólo el 15% de aquella riqueza.

Riqueza que, en gran parte, fue expoliada por los países hoy ricos a los países hoy pobres.

U$D 10.000 por cada minuto de nuestro existir, es lo que gastan los países ricos en armamentos, logística y personal.

En este injusto y bárbaro (¿civilizado?) modo de vivir, espantemos a nuestra imaginación calculando lo que se gasta en un día, en un mes, en un año, para destruir y asesinar.

Imaginemos, de igual modo, cuanto bien y cuanta mejor vida para todos se podrían lograr con esa inconmensurable fortuna destinada a guerrear y matar.

Sí, como hemos leído en varios grafitis: “los humanos, ¿somos inteligentes?”.

Aquí y ahora.

Es comentario de todos los días y en todo lugar, que los políticos constituyen una casta que “no sirve” a la gente y que, por ende, “la política” es mala palabra y para lo que sirve es para que los ciudadanos elegidos en cargos tengan ‘poder y dinero’ (¡ambos pertenecen a la ciudadanía, según la Constitución!) a costa de los ciudadanos comunes.

Personalmente, desde la recuperación de la Democracia, no incluyo en esa casta sólo a diez (10) ciudadanos.

Aunque esté establecido en la Constitución de 1994, sólo una vez (conflicto del Beagle) los ciudadanos fuimos convocados a una “consulta” (referéndum, plebiscito).

Hay muchos discursos y promesas (¡sarasa, dirían mis amigos!).Claro, para ganar una elección, ¿y después? ‘Palabras, palabras, palabras… y nada más’

Sin querer o proponiéndoselo, nuestra economía ha arrojado a mucha gente de sus trabajos o ha creado una montaña de trabajo no registrado (en negro, sin aportes sociales) haciendo crecer la pobreza a límites insospechados en lo que era, hace mucho, “el granero del mundo”.

Estamos, ya, transitando la tercera generación de los “ni, ni”: ni estudian ni trabajan. La pobreza en la niñez ha trepado al 50%. Los jubilados más ancianos, apenas recibimos un dinerito como para subsistir.

La así llamada “globalización” en vez de lograr un mejor bienestar para muchos, ha trasladado la riqueza a muy pocas manos multinacionales logrando el empobrecimiento de miles de millones de personas (como se señalaba más arriba).

Los hoy devenidos en ricos apuntaron a “vaciar” la resistencia y las mentes utilizando las mejores (¡perversas!) tecnologías de gran parte de los medios masivos de comunicación para mostrarnos un simulacro de sociedad alegre y satisfecha -pero inexistente- donde lo prioritario es “tener y consumir”, dejando de lado el “ser” y las “cualidades” de las personas. Los ejemplos de cholulismo y farandulización están a la vista.

“Aunque te quiebre la vida, aunque te muerda un dolor, no esperes nunca una mano, ni una ayuda, ni un favor...”

* El autor es sacerdote católico.

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