Un cuento peronista de ciencia ficción: “El exilio de Cristina”.

Alberto Fernández miente siempre porque no sabe hacer otra cosa. Sergio Massa miente porque es genéticamente oportunista y arribista. Pero Cristina es un mujer realista y una brillante política, sin embargo a la vez es fantasiosa: cuando las cosas no van como ella quiere se enoja con este mundo y entonces inventa uno propio queriendo trasladar ese mundo inventado a la realidad. Y tiene fervientes admiradores, que no son pocos, y necesitan, como ella, creer en lo que no existe para disfrutar de la épica feliz que no pueden ver si bajan la vista hacia como vive el pueblo gracias al actual gobierno peronista del cual Cristina es vicepresidenta.

Cristina Kirchner, Evita Perón, Néstor Kirchner y Juan Perón
Cristina Kirchner, Evita Perón, Néstor Kirchner y Juan Perón

En la introducción a un libro suyo llamado “La verdad de las mentiras”, Mario Vargas Llosa realiza una maravillosa defensa de la novela como aquella ficción salida de la imaginación del autor que nos completa los faltantes de la vida real, permitiéndonos vivir otras vidas, irreales, pero que la dan satisfacción a nuestro espíritu. Nos hace más plenos frente a la mediocridad y los constantes dolores de la existencia humana. Pero la única condición para que la novela sirva para hacernos más felices es que no confundamos la fantasía con la realidad. Porque eso es lo que ocurre, dice el premio Nobel de literatura, en las sociedades cerradas donde “la ficción y la historia han dejado de ser cosas distintas y pasado a confundirse y suplantarse la una a la otra”. Es que en una sociedad cerrada, continúa el escritor peruano, “el pasado es tarde o temprano objeto de una manipulación encaminada a justificar el presente... allí el poder no sólo se arropa el privilegio de controlar las acciones de los hombres -lo que hacen y lo que dicen-: aspira también a gobernar su fantasía, sus sueños y, por supuesto, su memoria”.

En una carta de apenas 1700 palabras enviada esta semana a sus compañeros justicialistas, Cristina Fernández de Kirchner ha escrito una notable ficción que pretende confundir con la realidad, con la historia. Ha llevado a cabo lo que advierte Vargas Llosa en su genial prólogo, de manera completa y cabal.

No es la primera vez que lo hace, ya escribió una novela larga llamada “Sinceramente” donde transforma en realidad la vida que imaginó vivir y con la que quiere que la recuerden. Y ahora escribe un cuento corto donde narra una proscripción y un exilio inexistentes comparándose (como no lo hizo nunca antes de modo tan explícito) con la proscripción y el exilio, esos sí verdaderos, de Juan Domingo Perón a partir de 1955.

Vayamos entonces al contenido de su breve narración escrita que profundizó con una “mono entrevista” en un canal propio donde el entrevistador solo asentía, aplaudía y soportaba masoquísticamente feliz los retos que ella le hacía por los muchos ruidos que había en el canal, que no la dejaban inspirarse en la divulgación de su genio hacia su querido pueblo. A Cristina le queda sólo -para reiterar por enésima vez su renunciamiento histórico y su marcha al exilio- un acto el próximo 25 de mayo donde cubrirá con la debida épica su memorable decisión.

Para empezar a “borrarse” de la realidad que ella quiere reemplazar por la ficción, lo primero que afirma en su cuento corto es que “no es casual que ninguno de los dos Presidentes que aceptaron el programa del FMI conserven aptitud electoral”.

En otras palabras, Mauricio Macri y Alberto Fernández renunciaron a sus candidaturas presidenciales porque al pactar con el FMI, el pueblo los condenó a no votarlos nunca jamás. En cambio ella renuncia porque la proscribieron, no porque no la votarían. Los otros dos se bajaron por entregarse al FMI, ella por no rendirse jamás al demoníaco organismo internacional, tanto que los poderes del mal están dispuestos a hacer todo lo que se pueda para que no vuelva.

Pero no se trata sólo de ella, con su proscripción también proscribieron al peronismo todo. A lo que en la entrevista televisiva le agregó que en realidad, además de al peronismo, al que están proscribiendo es al entero sistema democrático. Como en el 55, como en el 76, como tantas veces. Sólo que ahora el papel de los generales golpistas lo cumplen tres jueces destituyentes de los cuatro que hay en la Corte Suprema: Rosatti, Rosenkrantz y Maqueda. Que vendrían a ser los sustitutos no uniformados modelo siglo XXI de Lonardi, Aramburu y Rojas del 1955. O de Videla, Massera y Agosti del 1976.

Ella explica, para los que aún no nos hemos dado cuenta, que ellos han tomado el poder de la república con el apoyo de los medios hegemónicos y de la oligarquía sojera, entre otros malvados de la película (habló de los ”chicos malos de TN”).

Cristina nos dice en su cuento de ciencia ficción que “hubo un tiempo que fui hermosa y fui libre de verdad”. Hoy hermosa sigue siendo, pero libre no. Y cuando fue libre hizo al pueblo feliz. Por eso la atacan tanto, la quieren matar, la apedrean en el Congreso, la insultan de todas las formas posibles. Ha vuelto el antiperonismo feroz de los viejos tiempos. Claro que no dice que fue ella quien hizo volver al antiperonismo cuando decidió recrear la grieta entre los argentinos que hasta su aparición, la democracia argentina de 1983 había casi definitivamente borrado. Pero ahora que se va a su figurado exilio y quiere parecer buena, afirma que ella ve a sus rivales como adversarios mientras que ellos la ven como enemiga. Cuando lo cierto es que el concepto de “enemigo en democracia” y de “hegemonía de la mayoría sobre la minoría” lo reintrodujeron en la Argentina Néstor y Cristina a través de la asesoría del intelectual Ernesto Laclau, uno de los fundadores del neopopulismo al que los Kirchner adhirieron tan fervientemente.

Pero es que ella necesita del antiperonismo para poder compararse con Perón y Evita, para sentirse como ellos odiada por la oligarquía y venerada por el pueblo. Porque ella, como Perón y Evita en los 40 y 50, nos trajo el paraíso a la tierra junto a su marido durante los doce años y medio de sus mandatos entre 2003 y 2015.

Alberto Fernández miente siempre, absolutamente siempre, porque no sabe ni nunca supo hacer otra cosa que mentir. Sergio Massa miente porque es genéticamente oportunista y arribista. Pero Cristina se acerca mucho más a la verdad de las mentiras de las que habla Vargas Llosa. Ella es una mujer realista y una brillante política pero a la vez es fantasiosa, vargasllosiana a su pesar porque cuando las cosas no van como ella quiere. se enoja con este mundo y entonces se inventa uno propio, de pura ficción, pero no a través de la lectura de novelas ajenas como hacemos los hombres y mujeres comunes, sino de escritos propios queriendo trasladar ese mundo inventado a la realidad. Y como todo novelista o cuentista tiene sus seguidores. Que no son pocos y son fervientes admiradores. Necesitan, como ella, creer en lo que no existe para disfrutar de la felicidad que no pueden ver si bajan la vista hacia como vive el pueblo gracias al actual gobierno peronista, pero sí ven en lo que habla Cristina. Esa mujer que además les explica con convicción que ella es apenas una espectadora, una comentarista de este mal gobierno, y para colmo ahora es también una proscripta y una exiliada por culpa del verdadero poder y porque el peronismo al que ella hizo ganar se entregó al verdadero poder nacional sirviente del verdadero poder internacional, vale decir al FMI.

Y ella lo cuenta casi con candor para diferenciarse de esta creación que le resultó fallida: La inflación buena fue la de mis gobiernos porque era por la puja distributiva que yo encaré a favor de los pobres pero la mala es la actual porque es por la falta de dólares, ya que Macri se los robó y Alberto convalidó el acuerdo con el FMI por el que Macri se los robó.

Pero Alberto no se equivocó sólo con el FMI, sino que desde antes de asumir ya metió la pata. Dice Cristina que cuando ella, desde el Instituto Patria, condujo la campaña de 2019, el peronismo ganó las PASO por paliza. Pero al día siguiente de ganar se entrometió Alberto, dijo no sé qué pavada sobre el dólar, y achicó la diferencia una enormidad, casi los hace perder. Desde ese momento, todo lo que vino después fue por problemas de gestión, vale decir, sólo por Alberto mientras que ella todos los días le decía que se equivocaba, pero Alberto no quería o no entendía o no podía. Menos mal que todavía queda Sergio Massa que tiene en sus manos una papa caliente.Y sino, siempre hay un Wado o un Kicillof a mano para marchar al exilio con las banderas desplegadas. En vez de prestárselas de nuevo a otro Alberto, mucho más pícaro.

Para Cristina, en su mundo ficcional, Nisman se suicidó porque su conciencia no pudo soportar el haberla difamado a ella, a Maldonado lo mataron las fuerzas represivas de Patricia Bullrich y a ella la intentó asesinar el Poder con mayúsculas, el mismo que hoy la proscribe y exilia. Como a Perón y Evita, tal cual afirmó literalmente en su monoentrevista.

Sólo que Perón se tuvo que ir en serio del país y al peronismo lo proscribieron hasta 1973, tanto que cada vez que ganaba una elección los militares hacían un golpe. Cristina decidió imitarlo pero a medias: mediante la proscripción metafórica y el exilio interno. Vivió casi toda su vicepresidencia entre su casa de Recoleta, su oficina en el Senado y su lugar en el mundo en el Calafate. Y hoy transformó a esos domicilios en un no lugar para quedar exiliada en su propia tierra. Una especie de prisión domiciliaria autoimpuesta, ya que ella también afirmó que está en libertad condicional.

El exilio de Perón empezó con la “revolución libertadora” de Aramburu y Rojas. El exilio de Cristina comenzó con la “revolución liberalista” de Macri cuando en 2015 volvieron las mismas fuerzas golpistas de siempre pero con trajes en vez de uniformes. No se puede decir que no la peleó, al igual que hacía Perón desde su exilio para preparar el retorno. Ella tanto hizo que en 2019, o sea apenas en 4 años, logró lo que a Perón le costó 18 años, pero al igual que el general, para volver tuvo que poner un títere. Aquel se llamó Cámpora, éste Alberto. Cámpora traicionó a Perón con los montoneros, y Alberto en vez de ser títere de ella, para lo que fue designado, terminó siendo títere del FMI. Forjó entonces un gobierno pusilánime con el cual ella no tiene nada que ver pese a haberlo propuesto, haberlo hecho ganar, seguir como jefa del movimiento oficial, ubicar a la totalidad de su gente en el gobierno con sueldos fastuosos y retar al Alberto hasta cuando tomaba agua directamente de la botella. Pero ella no tiene nada que ver con nada. Ella escribe cuentos donde comenta la realidad ficcional que se ha inventado. Perón, cuando menos, se hizo cargo de su error y asumió la presidencia. Ella, en cambio, decidió autodenominarse proscripta y marchar al exilio. Para desde allí iniciar el largo camino de regreso a casa, o sea al poder que hoy va perdiendo. Ni siquiera tiene gobierno pese a ser vicepresidenta hace tres años y medio.

Como Perón, intentará conducir el peronismo desde el exilio en un país gobernado por un trio que en vez de ser militar es judicial, con la prensa oficial a favor de la nueva dictadura en democracia y con la oposición complaciente a la nueva dictadura. Ella no tiene responsabilidad alguna con este gobierno, ni siquiera reside en el país, está en “su” país, una campana de cristal desde donde pretende ser el referente principal y único de la nueva arcadia que terminó en 2015. Y que algún día volverá.

Está intentando crear una leyenda para que el pueblo le crea que ella no tiene nada que ver con este horrible gobierno, sin pedir disculpas por haber nombrado a Fernández, sin renunciar a la vicepresidencia. Lo critica como una opositora y analiza el país como una comentarista, una espectadora ajena a todo lo que pasa. Mientras tanto construye el mito de la edad de oro del kirchnerismo donde todo el mundo era feliz hasta que el mal nuevamente se apoderó de la Argentina. Y sigue dominando aunque haya un gobierno peronista del que no se habla. O sea tenemos un no gobierno, y ella vive en un no lugar.

Todo su relato es una inmensa fantasía, ha trasladado lo que imagina a la realidad, o lo quiere convertir en realidad. Su cuento corto de ciencia ficción haría las delicias de Vargas Llosa ya que éste encontraría en él una impactante confirmación fáctica de sus teorías literarias. En su cuento corto ella proyecta todas sus ilusiones, la vida como quisiera que fuera o como se propone ella hacerla para olvidarse de la terrible realidad que estamos viviendo. Realidad de la cual ella es la verdadera responsable, mucho más que Alberto Fernández, muchísimo más.

Como todo esto es tan esquizofrénico desde cualquier tipo de sentido común, ella lo transforma en un relato de ciencia ficción donde, como en la dimensión desconocida, nada es imposible.

En síntesis, esa la falsa realidad que Cristina edulcora proponiéndose como la que está repitiendo el exilio de Perón y desde allí trata de reconstruir el movimiento nacional y popular del que la expulsaron primero con el gobierno liberal y luego con el lawfare que es el que gobierna después del gobierno liberal. Intentaron matarla, la apedrearon, la condenaron, la quieren meter presa, la quieren proscribir, todo lo que le hicieron a Perón y más le hicieron a ella, por eso se encierra en su no lugar en el mundo. Y se exilia.

Uno de los párrafos de su cuento corto dice: ”Hoy, los fantasmas del pasado han vuelto a la realidad política argentina”.

Alguna vez Pino Solanas hizo una película que se llamó “El exilio de Gardel”. Hoy, de vivir, podría filmar “El exilio de Cristina” y le podría poner como música la recordada canción de Gardel y Le Pera, “Amores de estudiantes”, cuando dice:

Fantasmas del pasado perfumes de ayer

Que evocaré doliente blanqueando mi sien

Bandadas de recuerdos de un tiempo

Querido lejano y florido que no olvidaré.

* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar

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