Sin reformas, habrá un nuevo default en el futuro

Aunque es buena noticia haber acordado con los bonistas, nada de esto será sustentable por mucho tiempo si no se encaran las reformas estructurales necesarias para resolver los problemas de fondo de la Argentina.

El ministro de Economía Martín Guzmán junto al presidente de la Nación Alberto Fernández.
El ministro de Economía Martín Guzmán junto al presidente de la Nación Alberto Fernández.

Para evaluar la negociación de la deuda, primero hay que tomar en consideración que Argentina va por su novena reestructuración. Esto sucede porque nos negamos sistemáticamente a realizar las reformas estructurales que sí han hecho otros países del mundo y que se impulsaron al progreso.

Entre los problemas de fondo a solucionar, está el de tener funcionarios que al llegar al poder se empeñan en gastar desde el Estado mucho más de lo que los argentinos pueden pagar. Por ende, si continuamos por este camino, lo más probable es que nos encaminemos a reestructurar por décima vez la deuda que ahora daremos en canje a los acreedores.

Y es en esta clave en la que estamos negociando con los acreedores. Evidentemente, por precedentes y por la sencilla razón de que el Gobierno no ha dado señales de cambio de rumbo, es que la quita de la primera oferta argentina era inaceptable para los acreedores. Dada nuestra historia, es lógico que no quieran dar una quita muy alta sobre deuda que esperan vuelva a ser reestructurada con otra quita.

La lógica señalaba que lo mejor hubiera sido el lanzamiento de una serie de reformas estructurales por parte de Argentina. Y aunque por historia no hubiera contado con la credibilidad necesaria, un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional como auditor de los pasos a seguir, hubiera brindado muchas más garantías de pago a futuro y consecuentemente una negociación mucho más sencilla. Así, hubiera sido posible una quita superior a la que obtuvimos.

De todas formas hay que reconocer que es muy bueno que se haya llegado a una reestructuración aceptable de la deuda. Y aunque es poco probable que se habilite mucho más crédito privado voluntario para nuestro Estado, es posible que los organismos internacionales sean más generosos con el Gobierno que si hubiera entrado en cesación de pagos total.

Más importante aún, es que va a posibilitar mayor acceso a financiamiento del sector privado productivo que ya viene sufriendo una larga crisis previa a la cuarentena; pero que se profundizó con esta última.

Con mayor crédito, el sector tendrá más chances de recuperarse del golpe lo más rápidamente posible. También va a permitir que la gente vea un futuro mejor y que si está ahorrando en activos extranjeros, decida ahorrar un poco menos y se anime a gastar o invertir ayudando a dinamizar la economía.

Por supuesto, nada de esto será sustentable por mucho tiempo si no se encaran las reformas estructurales necesarias para resolver los problemas de fondo de la Argentina. Reformar el Estado para que cumpla con sus roles esenciales y gaste menos, para poder bajar la enorme presión tributaria actual. Cambiar la legislación laboral para modernizarla y que impulse el empleo productivo. Desregular la economía para que deje de asfixiar a los emprendedores y las PyMes, ya que es imposible que lidien con más de 67.000 regulaciones que los asfixian.

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